La importancia de los aittittes y amamas
Sor M. Olatz
· Sor M. Olatz es monja clarisa del convento de Durango
Cada vez me doy más cuenta de la importancia que tiene en el sujeto haber tenido en su vida relación con las amamas y aittittes. Si han vivido en casa todos juntos todavía lo veo más importante, puesto que es bien conocido el trascendente papel que juegan los aittittes y las amonas y los menores en la familia.
Volviendo al pasado J.E. Campillo, en el libro “La cadera de Eva” nos recuerda el origen del ser humano y el gran protagonismo de la mujer en la evolución de la especie humana. A pesar de que la Biblia nos habla de la costilla de Adán, Campillo discrepa de la costilla y se centra en la cadera de la mujer, básica para que perdure dicha evolución de nuestra especie humana, de ahí el título del libro. La ciencia sugiere que el mayor peso evolutivo tuvo lugar sobre el organismo de las mujeres.
Mi mayor sorpresa ha sido que estas mujeres trabajaban sin parar cuidando a los pequeños en las cuevas, buscando hierbas para comer por si el hombre cazador había tenido mala suerte, y venía con las manos vacías…
Las Evas además de estar rodeadas de niños en torno a la cueva conocían las hierbas medicinales para curar muchas enfermedades y tantas cosas más, les daba tiempo hasta para la estética con collares, pulseras, adornos de cerámica y muchos… En tiempos de aquellas mujeres, cuando estas llegaban al cese de la actividad reproductora (menopausia) es cuando aparece la figura de “la abuela”.
Volviendo a nuestros tiempos de la información, la ciencia y la estadística confirman ahora la necesidad de fomentar las relaciones aittittes-amonas porque se ha observado que a nivel psicológico es una relación beneficiosa, de este modo los pequeños tienen referencias de los que les han precedido.
Eran como la Biblia, a base de ejemplos, cuentos y dichos al estilo de las parábolas, nos enseñaban las grandes verdades que habían vivido e incluso tradiciones antiguas de nuestros pueblos, costumbres ancestrales y familiares. No sabrían encontrar el árbol genealógico del apellido, pero con la memoria que tenían sabían la historia de la familia al dedillo junto con las costumbres y acontecimientos más relevantes de los años atrás de nuestros antepasados; lo sabían por tradición oral y eso mismo hacían con los nietos transmitiéndoles para la posteridad las costumbres de la familia con su historia y junto con ello las de nuestras fiestas, sus estilos, costumbres e idiosincrasias de nuestro pueblo en general.
Enseñaban más con el ejemplo que con las palabras estableciéndose una relación de gran cariño entre ellos/as.
Un amigo dando una conferencia decía que su abuela le cuidaba porque su ama tenía otros quehaceres en el caserío, le llevaba a la Iglesia de estilo barroco con sus hermosos, valiosos y dorados retablos, con las columnas típicas y todo tipo de adornos barrocos, su amama sin embargo le decía que lo principal era aquella puertita que estaba a un lado del altar “candela gorriarekin…” en aquello se tenía que fijar en todas las Iglesias donde entrara, “mira a la puerta donde está la vela roja”, él no entendía nada hasta que se hizo mayor y entonces comprendió lo que ella con mucho cariño le explicaba.
De otra sé que a su nieto (sería el preferido) le enseñaba a preparar habas cocidas con jamón y no sé cuántas cosas más, las amamas cocinaban de maravilla pues les había tocado hacer muchas cosas; trabajar en la huerta, cocinar, limpiar la casa, cuidar a los pequeños…
La etxekoandre era la que transmitía a sus hijos y nietos todo lo que sabía. Digo yo: ¡Qué escuela, qué artistas eran!
Está claro que la relación con los aitonas y amamas es un bálsamo para los nietos y para los propios aittittes; esto lo he observado en mi casa cuando iba para unos días a cuidar a aita o a ama. Me daba cuenta del cariño mutuo que veía en la relación de mis sobrinos pequeños con mis ‘gurasos’, y a mí me admiraba los cuentos que se traían entre ellos.
Investigaciones que se han llevado a cabo en una Universidad de Boston sobre el envejecimiento, dicen que los aittites-amamas que tienen estrecha relación con sus nietos padecen menos depresiones, y a su vez han observado que los nietos se benefician psicológicamente y afectivamente de dicha relación influyéndoles en su bienestar hasta bien entrada la edad adulta.
Un franciscano zarauztarra de caserío y de una familia de 12 hijos decía: fíjate que mi tía que vive en Zarautz (pueblo) que ha tenido seis hijos, para cada parto iba donde mi madre (su hermana mayor), ella se sentía más segura en el caserío con la ayuda de su hermana que había tenido tantos hijos y todos sanos, que con una partera del pueblo y más cerca de Donostia en caso de surgir algún problema. Pero la sabiduría de su hermana mayor le daba más seguridad. Allí debieron de nacer los/as seis hijos a los que conocí.
A otra amama encantadora le ocurrió que el nieto de 3 años venía de la ikastola y cada día decía más y nuevas palabrotas, y se las soltaba a ella. Nuestra buena Espe no sabía cómo abordar aquello; hasta que se le ocurrió cantar; cuando Julen decía ¡hostia! y lo repetía muchas veces, ella empezaba a cantar: “Hostia pura, Hostia Santa…” ¡Que amamas más sabias y cuanta psicopedagogía utilizaban sin haber pasado por la universidad!
En general entre los nietos y aittittes-amonas se genera una relación cariñosa y agradable de tal forma que ellos y los niños están deseando verse porque ambos sienten la alegría que produce el cariño y el amor y es algo que no se puede ocultar. En esto de ver, observar, captar cómo van las cosas de tipo relacional los primeros en darse cuenta son los niños. Por eso adoran tanto a sus aitonas, captan con sus ojos el amor que por ellos sienten y todo lo que son capaces de hacer. No obstante la difícil tarea de educar recae, lógicamente y en la mayor parte de los casos, en los padres. Me gusta mucho cómo nos dice el durangués Ángel Mari Unzueta sacerdote diocesano –Vicario hasta hace poco- en la revista Hemen: “Etxeko Eliza bezala hartzen du Kontzilioak familia, bertan gurasoek lehen predikariak direla”; batez ere amamak/amonak , noski.
Al fin me quedo con el recuerdo de los aittittes-amonas que trataron con tanto amor e hicieron y dieron todo lo que podían y sabían a sus queridos nietos/as y la respuesta que recibieron. No sabrían que la ciencia, la psicología y la filosofía interactúan ni sabrían lo que luego dijo Steven Hawking: “El universo no sería gran cosa si no fuera hogar de la gente que amas”.