Un nudo en la garganta
Jose Carrera ‘Lolo’
Sábado 5 septiembre, Berlín.
Como cada año, la iniciación del primer curso en los colegios de Alemania y sobre todo en lo que era la RDA, es un día que se celebra de manera especial. El colegio de turno organiza un acto de bienvenida a los nuevos pequeños alumnos y sus familias, en la que los protagonistas son los niños y niñas que empezarán a cursar sus estudios, acompañados de padres, abuelos y padrinos. Y como toda celebración que se precie, acaba con una buena comida.
El pasado sábado acompañamos a unos buenos amigos a la ‘Einschulung’ (que es como se llama el evento) de su hija que viven en el distrito de Karlshorst al este de Berlín. El evento tuvo lugar en el gimnasio del colegio que estaba abarrotado de gente de todas las edades y comenzó con un gracioso teatro, en el que algunos alumnos de los cursos más avanzados daban la bienvenida a los nuevos alumnos.
También hubo canciones con la profesora de música dirigiendo un divertido coro y una presentación uno a uno de los nuevos alumnos. Después de todo esto tomó la palabra una profesora que leyó una especie de fábula y para cerrar el acto cogió el micrófono el director, quien se presentó e informó sobre el número de alumnos que cursarán estudios y la cantidad de profesores y educadores con los que contarán en este curso.
Durante esta intervención informó de que este año por motivos humanitarios y de solidaridad el colegio tendrá dos nuevas aulas, con 12 estudiantes cada una, especiales para los hijos de los refugiados de un centro de acogida abierto recientemente cerca. La respuesta de los presentes en el acto, todos familiares o amigos cercanos de los nuevos pequeños estudiantes, me dejó un nudo en la garganta.
Acabada la frase del director, casi la totalidad de los presentes arrancó con un sonoro aplauso. Un apasionado aplauso a esa iniciativa del colegio que empequeñeció los anteriores aplausos dados a las actuaciones de los niños. Un aplauso espontáneo en el colegio de un distrito donde se acaba de montar un albergue para refugiados cerca de sus instalaciones.
En un país que se calcula que este año recibirá 800.000 peticiones de asilo. Un país que ya cuenta con un altísimo porcentaje de inmigración y donde las ayudas sociales existentes harían que los muchos enemigos de la RGI que pululan por nuestra tierra, se tirasen de los pelos (y aquí quiero distinguir entre enemigos y críticos desde una postura favorable a este tipo de ayudas).
Un país donde solo este pasado sábado llegaron escapando de la guerra, alrededor de 10.000 personas en tren. Sí, el mismo sábado. El mismo sábado de ese aplauso. Un aplauso así, en este contexto, cobra un valor humano y solidario digno de admiración.
El pequeño Aylan, fotografiado muerto en una playa de Turquía, podía haber sido uno de los afortunados en caer en un centro donde las familias reaccionan de esa manera a una iniciativa de este calibre, en un distrito, una ciudad, donde políticos con el discurso de Maroto, no solo no ganan elecciones como ocurre en Euskal Herria, sino que ni siquiera llegan al 5% de los votos necesarios para ocupar un asiento institucional. Eso tampoco quiere decir que las instituciones aquí lo pongan fácil.
Camino a casa me quedé pensando… ¿Qué reacción tendríamos los padres, madres, familiares, si en cualquier colegio de nuestro pueblo, con un contexto en lo referente a porcentaje de inmigración y cercanía con la problemática de refugiados que nada tiene que ver con el que aquí en Berlín, en Alemania, se vive, si su director o directora nos anuncia el primer día de clase, que el centro donde nuestros hijos comienzan estudios va a tener como novedad este año dos aulas para refugiados?
¿A pesar de las preguntas que esto lógicamente nos generaría, en cuanto a organización, metodología, medios a destinar, continuidad del proyecto, aspecto lingüístico en nuestro caso concreto etc…, nos arrancaría un anuncio así un entusiasta aplauso espontáneo?
* Jose Carrera ‘Lolo’ es un durangués residente en Berlín (Alemania)