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Vicenta, la única duranguesa presa en la ‘Prisión Central de mujeres del barrio de San Roque’

Iban Gorriti

· Periodista autor de los libros ’31 VIDAS, el bombardeo contra Durango y ’31 VIDAS antifascistas vascas’

Serial de MUGAKULTURA.EUS sobre la cárcel de Durango (III)
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Partiendo de los testimonios recabados por la asociación memorialista Durango 1936 elkartea, se tiene constancia de que tan solo una duranguesa cumplió prisión en la cárcel abierta en un edificio de Durango que a día de hoy no existe. Aquella prisión de Franco se levantaba en un solar donde hoy funciona el colegio Nevers.

El nombre de la duranguesa fue Vicenta Garnica Laserna. En aquel tiempo, el régimen totalitarista hacía uso de la política de dispersión. Vicenta era vecina de Durango, pero nacida en La Rioja. La asociación Durango 1936 elkartea estima que a ella no le enviaron a otro destino «porque constaba que era nacida en Haro».

Hecha presa, la llevaron a Bilbao. Allí le hicieron un Consejo de Guerra, y su último año de prisión, lo sufrió  en la cárcel de Durango. Una vez libre, le ordenaron permanecer en su casa. «Fue una especie de arresto domiciliario de años», avanzaba años atrás la nieta, Maria Gorosarri.

¿Pero cuál y cómo fue la vida de esta mujer? Como es conocido, sobre 1890, la ciudad de Haro fue la primera en el Estado junto a la gaditana Jerez de la Frontera en tener luz eléctrica. «¡Ya estamos en Haro, que se ven las luces!», se decía por entonces. Diez años después, en esta localidad nació Vicenta y viviría hasta 1977 en Durango.

Parto mortal

Ella nunca conocería a su madre, quien, tristemente, falleció al dar a luz a la pequeña. A los tres años, su padre volvió a contraer matrimonio y Vicenta fue enviada a casa de una tía a Durango. «Puede que el hecho de que hubiera nacido en Haro fuera el motivo por el que cumpliera parte de su pena en la cárcel de Durango puesto que no era habitual que las presas cumplieran condena tan cerca de su domicilio habitual», valoran años atrás desde Durango 1936 Kultur Elkartea.

Vicenta Garnika Laserna trabajaba a relevos en la fábrica de Hijos de Mendizabal cuando un sector de militares dieron el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. La vizcaina tenía 36 años y estaba afiliada a UGT. «Siempre se sintió socialista», según matizaba la familia.

Vicenta Garnica y JUan Gorosarri DURANGO 1936 ELKARTEA

Vicenta Garnica y Juan Gorosarri. DURANGO 1936 ELKARTEA

En 1920 se casó con Juan Gorosarri Gojenola (1895 – 1978), empleado del ferrocarril en Durango. Este miembro de ANV sufrió tres años de cautiverio en los campos de concentración franceses de Argèles-Sur-Mer y Gürs. El matrimonio tuvo cuatro hijas y una hijo: Miren, Lourdes, Edurne -clicando aquí puedes leer el reportaje que le hicimos-, Pablo y Garbiñe. «Tanto las tareas domésticas como el cuidado de los hijos era una responsabilidad compartida con su marido», subrayaba su nieta Maria.

Con la llegada de la Segunda República comenzó a asistir a mítines, y una vez reconocido el sufragio universal en 1931, ejerció su derecho en la histórica votación del Estatuto Vasco de 1932. Tomó parte activa en las siguientes campañas electorales repartiendo pasquines del Frente Popular delante de la Escuela Dominical (que más adelante sería conocida como Salón Dominical) de Durango. Debido a su actividad política fue denunciada por primera vez, por sus vecinas en 1934. Esta acusación trajo consigo el registro de la casa donde residían por parte de la guardia de asalto.

Escuela Dominical, que más adelante fuera conocida como Salón Dominical. ARCHIVO MUNICIPAL DE DURANGO

Un tiro

Tras el golpe de Estado y, sobre todo, después de la suelta de unas bombas por parte de derechistas del 25 de septiembre de 1936 que sufrió la villa con venganza de milicianos, los vecinos del barrio Tabira acostumbraban a pasar el día en un pinar de la anteiglesia de Izurtza por miedo a posibles bombardeos. «En una ocasión en la que Vicenta se dirigía hacia Izurtza con sus hijos y sobrinos, alguien disparó desde una huerta cercana. En ese preciso instante Vicenta se había agachado por lo que el tiro hirió a su sobrino Jabier Gorosarri», relata la familia.

Puesto que era ya conocido que los facciosos de Durango poseían armas, los ciudadanos reforzaron su vigilancia. «Vicenta notificó a su cuñado Juan Gorosarri -miembro de la Junta de Defensa- sobre la identidad de varios vecinos fascistas que sintonizaban Radio Sevilla», agregaban.

Tras los dos bombardeos del 31 de marzo de 1937 en los que la villa de Durango perdió la vida del 5% de su población, Vicenta y su familia fueron evacuadas a Bilbao, primero, y a Santander, después. Como otras muchas, desde Santander embarcaron a Francia, donde estuvieron exiliados hasta 1938, fecha en la que el gobierno francés expulsó a Vicenta y los suyos. «Al regresar a Durango, sus vecinas la recibieron a pedradas y le denunciaron ante la Guardia Civil», subrayaba Maria. La denuncia da cuenta de quiénes fueron las cinco mujeres de la localidad que declararon en su contra. «Marxista indeseable tenía que ser», calificaban en el texto.

Carcel mujeres Durango GEREDIAGA ELKARTEA

Algunas presas de la cárcel de mujeres franquista de Durango. GEREDIAGA ELKARTEA

Acusada, detenida y encarcelada, Garnica conoció la cárcel de Orue de Bilbao y la de mujeres de Durango «ya que pensaban que era de Haro». Vicenta nunca habló de su paso por la cárcel en la que coincidió con históricas como la madrileña Dinamitera o Tomasa Cuevas. «Solo en una ocasión llegó a contar que lo peor era cuando se despertaban de noche porque se llevaban a fusilar a alguna compañera», agrega.

Aprender a leer

Sus compañeras de prisión le enseñaron a leer. Tal y como se puede ver en los documentos oficiales, «no sabía ni tan siquiera escribir su nombre. Su huella dactilar ocupa el espacio de la firma en la sentencia del Consejo de Guerra».

Los últimos años de condena los cumplió en su hogar con prisión menor. «Tenía totalmente prohibido todo tipo de relación con sus amistades», apostillaba su nieta. Para entonces Vicenta ya tenía a tres sus hijas mayores (15, 14 y 11 años) trabajando y los dos pequeños (8 y 5 años) eran reeducados por el Auxilio Social.

«A pesar del largo fascismo franquista, no renegó en el ambiente familiar de su identidad socialista e intentaba sintonizar todas las noches Radio Pirenaica, durante los últimos cuatro años de vida que pasó enferma», concluía Gorosarri.

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