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CUENTO · 1/6 · ‘Señales’, por Alicia Noland

Alicia Noland por ESMERALDA

Alicia Noland

La escritora Alicia Noland ha escrito un bonito cuento sobre las fechas que vienen. Lo ha titulado Señales. Y quiere compartirlo con la audiencia de Mugalari.info por entregas, un total de seis. Hoy nos regala la primera. 

 

I.

El pueblo parece abandonado, pero no lo está. No encontraremos a nadie que quiera contarnos lo que pasó, pero lo que pasó es lo único que ha pasado y seguirá pasando; y los que no quieren contar es lo único que se cuentan día tras día, año tras año… Hasta el aire debe de saberse ya su viejo cuento. Seguro que si esperamos pacientes, el viento nos traerá sus voces en desconcierto y seguro también que un narrador que todo lo sepa no se resistirá a formar parte de un cuento.

Convoquemos al viento pues…

 

«El mundo al revés, les digo, llegaron en la siesta. Dos fenómenos de feria: el hombre, alto y delgado como un gigante famélico; la mujer, casi enana, con los brazos cortos y arqueados sobre el tronco,  con los pulgares hacia fuera, movía los dedos sobre unas invisibles cartucheras. Se quedaron en la plaza bajo el sol como una lluvia de fuego. Parecían perdidos. Salí de la tienda, y caminé hacia ellos preguntando, ¿A quién buscan?, Buscamos la casa de Marcial, dijo el hombre con la cabeza baja. La mujer no dijo nada, movía los ojos de un lado a otro, como un autómata. En el suelo, dos maletas de piel, un hatillo y una jaula y dentro lo que parecía un amorcillo de escayola. Sí, esos niños o ángeles gordezuelos de las molduras o dibujados entre nubes y bajo pies inmaculados. El amorcillo se sacudió el polvo del camino y cobró color y vida. Su cabello rubio relumbraba como una aureola y en sus ojos verdes de vidrio gastado danzaban alegres una chispitas doradas. Una sonrisa bondadosa se fijaba en su boca con un hoyuelo en cada mejilla. Ya les digo, el mundo al revés. ¿Cómo aquellos dos fenómenos habían podido engendrar un niño tan divino? A saber si no lo habrían raptado. Les indiqué que la casa de Marcial era la última del pueblo. El hombre levantó la cabeza y me miró, tenía los ojos muertos, coagulados, tuve que esforzarme para no salir corriendo. Me dieron las gracias y se perdieron entre las callejuelas».

CUENTO · 1/6 · ‘Señales’, por Alicia Noland

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