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4ª SEMANA · Diario de un gato en el confinamiento de su humano

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Tiramisu

¡Pues no va mi humano y me pega un baño! ¿Pero de qué va? ¿Acaso se cree que porque meta la pata en el bebedero para refrescar mis zarpas me gusta que me bañen?

Tiramisu baño

Yo, en la bañera.

Es que soy el colmo de su aburrimiento. Cuando no sabe qué hacer la coge conmigo y en esta ocasión, abusando de su poder, me cogió y me metió en el baño. Yo ahí ya empecé a sospechar, aquí un premio, lo que se dice un premio no me va a dar. Ya cuando cerró la puerta, me empecé a inquietar. Al dejarme en el suelo comencé a dar vueltas sobre mí mismo mirando a la entrada, esperanzado a que en la siguiente vuelta la puerta estuviera abierta, pero no. No sucedió.

Una de dos, o me hacía la manicura o me bañaba. Yo le puse ojitos por si le ablandaba un poco el corazón y se decidía por lo primero. Soy gato, pero eso no quita de que uno sea coqueto. Desafortunadamente para mí, encendió el agua de la bañera. Volví a mirar la puerta como último intento de escapar de allí, pero seguía cerrada. Ya no había vuelta atrás.

Me volvió a coger y me metió en la bañera donde ya empezaba a haber algo de agua, la empezaba a notar en la almohadilla de mis patas. De momento era como meter las cuatro patas en el bebedero. Todo controlado. Lo peor fue cuando mi humano aproximó el extremo de la manguera, por donde se expulsaba el agua y comenzó a echármela por encima.

 ¡¿A quién se lo ocurre mojar a un gato?! 

Estaba empapando todo mi pelaje. Ese pelaje que tanto mimo y tanto acicalo a lengüetazos en cada ocasión que puedo para mantenerlo brillante y fuerte. ¡Qué despropósito es este! ¡¿A quién se lo ocurre mojar a un gato?! No te pido que te sepas mi cromosoma, pero unos mínimos, que es de “primero gatuno” conocer que a los felinos no nos gusta el agua, ¡¡que no somos perros!!

Después me echó una sustancia por el cuerpo que fue aplicando con suaves y envolventes masajes, en el lomo, en la barriga, en las patas, detrás de las orejas… Cuando aquello empezaba a ser agradable volvió rociarme con el agua por el cuerpo. Lo mejor es que estaba calentita… A cada ocasión que podía bebía un poco… Mmmm… Si es como una sopa… Un poquito más… Oye, pues al final esto del baño no va a ser tan malo…

Cuando más a gusto estaba, va y me saca. Y lo malo no acabó ahí, sino que sacó el expulsador de aire y me empezó a soplar por todo el cuerpo. Pero, ¿quién ha inventado ese dichoso trasto? ¡Qué cosa tan molesta! Me echaba aire en las patas, en la espalda, en la cara, hasta en el culo. ¡Ya vale! Pero mi humano no cejaba en su empeño, quería seguir fastidiándome. Hasta que, al final, ya no pude más, le miré a los ojos diciéndole con la mirada “de acuerdo, juego al ajedrez contigo, pero yo con blancas”.

¡Miau!

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