Zaldibar, cinco meses después
Rafael Hidalgo
Vuelve a la palestra el desgraciado asunto de la escombrera de Zaldibar y en los cinco meses transcurridos desde aquel 6 de febrero, han ocurrido varias cosas.
La primera de ellas es que los cadáveres de los trabajadores de la instalación, Sololuze y Beltrán siguen sin aparecer, que Bruselas sostiene que «el vertedero tenía graves deficiencias» y anuncia que investigará un posible incumplimiento de la normativa ambiental (declaración que ha molestado sobremanera a los responsables de Medio Ambiente del Gobierno Vasco), que las partes perjudicadas y la empresa propietaria de la cantera han puesto en manos de abogados la defensa de sus encontrados intereses, que el Gobierno Vasco ha pasado una factura a la propiedad de la cantera por los servicios suplidos hasta el momento, que la Ertzaintza ha encontrado en la investigación que se abrió tras el derrumbe, indicios de criminalidad, entre los que me imagino que es probable que se se encuentre la inacción de la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno vasco ante las irregularidades detectadas en la composición de las basuras depositadas en la escombrera que viene de lejos, de muy lejos, ya que las supuestas irregularidades que acumula la instalación se conocían desde 2.015, año en el que una sentencia del Tribunal Superior de Justicia advertía que la escombrera recibía vertidos muy peligrosos y prohibidos desde 1.986.
Por otra parte, técnicos del Gobierno vasco detectaron el mes de julio (¿y que pasó durante 4 años?) del pasado año que acumulaba residuos no autorizados y ocupaba más terreno del concedido, entre otras infracciones. Ante estas evidencias la viceconsejera puso de manifiesto que se iba a «examinar todo el expediente y la autorización con la que estaba trabajando esta empresa. Actuaremos con el máximo rigor ante cualquier sospecha». (Curiosamente se iba a actuar sobre sospechas no haciendo referencia a las evidencias, cuales eran los terrenos ocupados sin licencia y el tipo de residuos depositados).
Pero una vez estallada la catástrofe, la viceconsejera de Medio Ambiente se descolgó con unas declaraciones que merecen entrar en el museo de los despropósitos, toda vez que decían «que estaban valorando la posibilidad de efectuar la apertura de un expediente sancionador habida cuenta de las irregularidades que detectaron en la inspección efectuada en ¡julio de 2019!». Siete meses, siete, para «valorar la posibilidad de efectuar la apertura de un expediente». Comentario que movería a la risa de no mediar las dramáticas consecuencias producidas por el derrumbe.
A partir de esas declaraciones, se hizo por su parte un espeso silencio en busca de un perfil bajo para pasar desapercibida, al igual que su jefe. Ante los acontecimientos producidos caben varias interpretaciones y una mezcla de ellas, cuales son: ¿Cómo es posible que pese a la nutrida plantilla del Departamento hayan estado durante años mirando hacia otro lado? ¿Cómo se concilia esa actitud con su rimbombante y vacua declaración de principios del Departamento de Medio Ambiente que manifiesta que «se actuará con la máxima flexibilidad que sea posible combinada con el máximo control que sea necesario, principio que adquiere todo su valor en el tratamiento del medio físico, habida cuenta de la asincronía creciente en los ciclos: economía, sociedad y territorio».
¿No será que ese principio se ve escorado a favor de lo que llaman «economía», acción de la que pueden dar fe los que habitamos en Durango? ¿O acaso es que existe tal ineficacia en ese departamento que no saben por donde les pega el aire? Puestos a elegir, toda vez que en ningún momento pongo en duda la honradez de sus dirigentes políticos, me quedo con la hipótesis de que este Departamento entiende (como extensión de las políticas de su Gobierno) que la Patria funciona gracias a la economía movida por los empresarios y que en consecuencia el resto de cuestiones no dejan de ser añadidos de menor consideración y por tanto «apliquemos el principio de máxima flexibilidad» y ya se sabe a favor de quien.
¿Que estoy equivocado en ese pseudo diagnóstico? Pues es más que probable, pero vive Dios que no será por mucho.
P.D. Aquí, al igual que en otras partes, no dimite ni el Tato, porque eso sería tanto como reconocer la culpabilidad del Gobierno por su clamorosa inacción es este asunto, pero vendrán las próximas elecciones y ese será el momento propicio para deshacerse de los titulares del área a la voz de «un cambio en la cúspide de la misma como un relevo a la busca de nuevas ideas e ilusiones ya que el poder desgasta y mucho».