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Toma de temperatura a la cultura política de Durango

Ander Berrojalbiz

Ander Berrojalbiz

· Profesor de Historia de la Música del Conservatorio Bartolomé Ertzilla de Durango

El Ayuntamiento de Durango tomará la temperatura a profesores y alumnos en el acceso a la escuela de música en contra de las recomendaciones de Osalan y del Gobierno Vasco.

El pasado 2 de junio la Escuela de Música / Conservatorio Bartolomé Ertzilla de Durango reabrió sus puertas para ofrecer clases voluntarias de refuerzo a los alumnos que a finales de mes van a presentarse a distintas pruebas de acceso a los grados medio y superior de enseñanzas musicales. En este sentido, los próximos 25 y 26 de junio se llevarán a cabo en el centro las pruebas de acceso al Grado Medio; pruebas que son presenciales y obligatorias para todos los alumnos que quieran optar a continuar sus estudios musicales por esta vía.

Coincidiendo con la reapertura, el Comité de Seguridad y Salud del ayuntamiento aprobó un Plan de Contingencia según el cual se tomaría la temperatura a profesores y alumnos en el acceso al centro educativo. Si el «termómetro de tipo pistola» decía que el «trabajador» o «usuario» tenía fiebre, se le denegaría el acceso al centro.

Sin embargo, aquella primera semana de junio, Osalan (Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales) publicó la siguiente recomendación en su página web:

«¿Hay que tomar la temperatura al personal antes de acceder al trabajo?

– -Si una persona trabajadora presenta síntomas compatibles con infección respiratoria (fiebre, tos, dificultad respiratoria) no debe acudir a su empresa a trabajar. Si lo considera necesario, puede tomarse la temperatura en su domicilio y si apareciese fiebre debería consultarlo con su médico o médica de Atención Primaria y no acudir al trabajo.

No está indicado realizar una toma de temperatura previa a iniciar el trabajo dentro de la empresa».

Si ya Osalan deja claro que «no está indicado», esto es, que no se recomienda la toma de temperatura a los trabajadores –extensible en nuestro caso al profesorado–, la Consejería de Educación del Gobierno Vasco publicó asimismo en su página web un documento titulado «PROTOCOLO GENERAL DE ACTUACIÓN EN LOS CENTROS ESCOLARES de la Comunidad Autónoma de EUSKADI FRENTE AL CORONAVIRUS (SARS-CoV-2), en el final de curso 2019-2020». En él se lee:

«Los y las estudiantes, docentes y demás personal con síntomas claros compatibles con un COVID-19 no deberán acudir al centro educativo. Es recomendable que, en caso de duda, o presencia de posibles síntomas, se tome la temperatura previamente a la asistencia al centro».

Este es el protocolo que el Gobierno Vasco está aplicando desde principios de junio tanto en sus centros de enseñanza general como en los conservatorios de música de Bilbao, Donostia y Vitoria-Gasteiz que gestiona directamente.

Ya desde el inicio de las clases presenciales, varios profesores de la escuela de música planteamos nuestras dudas respecto a la medida a los responsables políticos y a los representantes sindicales. Nadie parecía haber pensado detenidamente en qué ocurriría en el momento en el que el termómetro dijera que un alumno, probablemente menor de edad, tenía fiebre. Tradicionalmente, dado el razonable grado de seguridad que se percibe en la villa, muchos de nuestros alumnos han acudido por su propio pie a la escuela de música. Sin embargo, nadie parecía haber pensado en lo angustioso que puede ser para un niño encontrarse solo –sin sus padres, tutores o personas de confianza– ante una persona que apenas conoce, que le toma la temperatura, le dice que no puede entrar en la escuela de música porque tiene fiebre –lo que supone que es un posible infectado con Covid-19– y que no va a saber explicarle qué ocurrirá a continuación (test, cuarentena, posible hospitalización, etc.).

Ante esta situación, y con cierto grado de urgencia, el 4 de junio solicité por escrito que se informara a las familias y se optara por pedir, en consonancia con lo recomendado por Osalan y puesto en práctica por el Gobierno Vasco, que aquellas personas que fueran a acudir al centro se tomaran –o les tomaran, en el caso de los menores– la temperatura en sus domicilios.

El pasado día 19 de junio (quince días después de mi solicitud) el Comité de Seguridad y Salud volvió a discutir la cuestión –en general, no en el caso concreto de la escuela de música, pues pretenden extender la medida a otras instalaciones como las piscinas y polideportivos. Dicho comité, a pesar de los argumentos en contra de varios de los representantes de los trabajadores, se reafirmó en la vigencia e idoneidad de la medida. No obstante, ahora, tras tres semanas tomando la temperatura a los alumnos, acaban de incorporar al protocolo cuál es la temperatura máxima aceptable para una medición con un «termómetro de tipo pistola», y parece que van a informar de manera formal a las familias.

En mi escrito del 4 de junio apuntaba también que la escuela de música / conservatorio es una institución educativa, por lo que su principal misión es contribuir a la formación de las personas que acudan como alumnos a la misma. Si les tomamos la temperatura de forma obligatoria antes de acceder al centro, estamos privando a los alumnos y a sus padres o tutores de la posibilidad de responsabilizarse de este aspecto de sus vidas, por lo tanto de la posibilidad de desarrollarse como personas responsables por esta vía, haciéndose cargo de la situación.

Respecto al concepto de responsabilidad, el ecologista Jean-Marie Pelt escribió en 1977:

«El concepto de libertad es indisociable del de responsabilidad: el enriquecimiento de las tareas, la cogestión de un taller o de una universidad conlleva que todo el mundo se haga cargo del bien colectivo. La responsabilidad es una carga; es el precio que hay que pagar por adquirir la libertad de innovar y crear; une al hombre con la obra que emprende. La libertad es exigente: cuando termina el tiempo de los discursos y llega el de las decisiones, cuando hay que escoger entre las tesis y hacer una elección, reaparece la oscura tentación de la huida, el deseo inconfeso de volver al redil, de disolverse o de ocultarse en las mil y una variantes falsificadas de la libertad, que nuestra sociedad tiende a creer con demasiada frecuencia que consiste solamente en actuar como a uno le plazca» (L’Homme renaturé).

Dado que libertad y responsabilidad son indisociables, si negamos a alumnos, padres y tutores, la posibilidad de responsabilizarse, también les estaremos privando de la posibilidad de desarrollar su conocimiento y experiencia de la libertad. Es más, no sólo estaríamos privándoles de dicha posibilidad, sino que estaríamos acostumbrándolos a prescindir de su libertad, y del deber de responsabilidad a ella asociada. De esta forma, estaríamos educándolos como personas acríticas y maleables, predisponiéndolos a aceptar coerciones mayores en otros ámbitos de sus vidas; una contribución nefasta, creo yo, al bienestar de nuestra sociedad y su porvenir.

Asimismo, hay que destacar que la medida se ha tomado sin contar con el parecer de los alumnos y sus familias. De hecho, a pesar de impartir desde hace más de diez años educación reglada de música –en parte convalidable con los estudios de bachillerato–, la escuela de música carece de Consejo Escolar. Este órgano habría podido jugar un papel crucial en la situación actual, pues habría permitido a padres y alumnos opinar sobre la toma de temperatura y el resto de medidas adoptadas. En su ausencia, los alumnos se ven reducidos a meros «usuarios» a los que, en el mejor de los casos, se notificará las nuevas normas que deberán obedecer si quieren seguir estudiando en nuestro centro público de enseñanza musical.

El pasado 20 de junio leímos en el diario Gara una entrevista a la alcaldesa de Durango Inma Garrastatxu; en ella afirmaba que «escuchar al pueblo es lo que diferencia» al actual gobierno de la villa. Creo que esta es una buena oportunidad para hacer que, al menos en la escuela de música, esa frase deje de ser un mero eslogan.

Si el actual equipo de gobierno quiere verdaderamente impulsar un «cambio» en la cultura política de nuestro pueblo, los «termómetros de tipo pistola» y la infantilización de la población no son el camino a seguir. De lo contrario, no estaría sino profundizando en la vía abierta por anteriores corporaciones cuando, por ejemplo, hace algunos años ya, pusieron a Durango a la vanguardia en el uso de tecnologías liberticidas implantando el acceso por medio de la huella dactilar en instalaciones deportivas públicas.

En 1939, Sebastian Haffner escribió que «las decisiones y los aconte­cimientos históricos realmente importantes tienen lugar entre nosotros, en los seres anónimos, en las entrañas de un individuo cualquiera» (His­toria de un alemán. Memorias 1914-1933). Esperemos que en el futuro no tengamos que mirar atrás y analizar estos «pequeños» detalles y decisiones como «acontecimientos históricos» a lamentar. El ayuntamiento está a tiempo de rectificar, y los durangueses a tiempo de oponerse a estas medidas.

[Nota práctica: Todo usuario del polideportivo y de las piscinas de Durango puede negarse a dar su huella dactilar y pedir que le provean con una tarjeta que le permitirá acceder a las instalaciones.]

 

 

 

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