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Suspiria de Profundis

Anisia

Anisia Serendipia

Exposición de dibujos “Margoak. Leihoak. Ihesak” de Oier Andueza en el Museo de Arte e Historia de Durango.

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MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_  El cuerpo está en la cárcel y el ánimo se evade, y mientras más se eleve el corazón más tendrá que templarse. Leo en el catálogo de esta exposición que el autor se evade de la prisión cada vez que coge las pinturas, al igual que el poeta  Ho Chi Mink lo hacía a través de la poesía que durante los años que pasó en las cárceles de Chang Kai Shek escribió en su Diario de la cárcelA mí nunca me ha dado por ponerme a hacer versos, pero aquí en la cárcel, ¿en qué voy a ocuparme? Componiendo poemas pasaré día tras día y esperaré, cantando, el de la libertad. Se explicaba así en su Diario.

En el de Andueza hay una invitación abierta a contemplar los “lugares” a los que él ha podido llegar gracias a esas pinturas que han limado los barrotes de la ventana de su celda. Esos lugares son personas.

Dejó escrito Mandela que la celda es el lugar idóneo para conocerse a uno mismo, que da la oportunidad de meditar y evolucionar espiritualmente: Mis 27 años de cárcel me hicieron comprender lo importante que es la tolerancia. Que no hay tiempo para la amargura, sino para la acción. No sé si esto lo compartirá Oier Andueza pero todos los trabajos que nos presenta los ha realizado en la celda, contando solo con pasteles que,  reblandecidos con sus dedos, a veces son guiados sobre el papel con un palillo. Barras de pastel…sus dedos…algún papel…un palillo…tiempo. Un medio poético de pasar ese tiempo. Como en la maravillosa película El hombre de Alcatraz”, en la que Burt Lancaster “alquila” el canario de Telly Savalas, Feto Gómez, y el resto de los internos se da cuenta de que tener un pájaro les alivia la soledad. “Feto, eres abuelo” le dice al después celebre Kojak,  quien se llena de orgullo cuando nace la primera cría.

_CIERTA MIRADA_ La sal de la tierra es un documental sobre la vida y trayectoria profesional del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado que fue estrenado en el Festival de Cannes de 2014 en la categoríaUn certain regard”.  Es su mirada lo que he recordado al ver esa tribu de ojos “deprimentes”  reunidos en la sala. Impresiona. Parecen sus fotografías dibujadas. Ese fatalismo de tantos rostros que fotografió Sebastiao Salgado a lo largo de su trayectoria. El rostro de las otras Américas decía él. Aquí también están, la del Norte y la del Sur. Y negros, mendigos, niños explotados, niños y niñas en guerra, chavales de la intifada… juventudes robadas. Esclavos. Las personas son la sal de la tierra, decía Salgado. Todas y cada una. Y como a él cuando convivió con cierta etnia que ahora no recuerdo, todo en la sala me ha parecido lento, con otro ritmo, como el del tiempo que transcurre arrastrando cadenas. Entre miradas que me han llevado hasta Comala, aquel lugar donde  todos se apellidan Páramo. El pueblo de la magistral novela de Juan Rulfo: ¿Está seguro de que ya es Comala? Seguro señor. Y ¿por qué se ve esto tan triste? son los tiempos señor…

Al estar en la cárcel no hay nada más en que pensar que no sea dolor, escribía Oscar Wilde en su carta  “De profundis”  escrita desde la cárcel de Redding, donde estuvo preso tras ser acusado de sodomía por el padre de su amante. En ella contaba que por curioso que pueda parecer solo el sufrimiento nos da conciencia de existir. Es un tiempo que permite a la persona entrar en contacto con su alma. Conócete a ti mismo decía Sócrates. Es el primer logro del conocimiento.

Obras negras y cenicientas, suspiros de la profundidad.

Sin el invierno frío y su desolación ¿acaso existiría la suave primavera? Se preguntaba el poeta Ho Chi Mink.  “Bring the green earth back”  leo en la camiseta de una mujer que, poniéndome poética, puedo traducir como “traed de nuevo la primavera”.

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Los niños sonríen felices en la bañera y un guapo y ambiguo marinero que desprende aroma de Gaultier se va llenando de color…

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Despidiéndome con mi adorado Oscar Wilde: el logro final de la sabiduría es reconocer que el alma humana es inconocible y el misterio supremo es uno mismo.

_PIDO LA PAZ Y LA PALABRA_ La sal de la tierra son las personas, decía Salgado, y está claro que a cada una de nosotras nos fue dada una suerte distinta. Por eso mismo animo a que vayan a verla.

Y a otro le parecerá otra cosa

* AnisiaSerendipia es licenciada en Filología Hispánica, documentalista y atesora estudios de Comisariado y Coordinación de Exposiciones. Es autora del blog del que toma su nombre: 

http://serendip-anisia.blogspot.com.es/

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