Somos privilegiados (y no caemos en la cuenta)
Editorial Mugalari
No somos conscientes. El Museo de Arte e Historia de Durango es nuestro. Es de las personas contribuyentes de la villa. Y, en extensión, de toda la ciudadanía sensibilizada con la cultura mayúscula y que ansíe hacerlo suyo.
Somos privilegiados. Nos queda a mano.
Somos privilegiados, sin embargo, lo sentimos «lejano», a pesar de estar ahí, orgulloso, en el interior del Palacio Etxezarreta, edificio municipal.
Este servicio público gestionado por el organismo Astarloa Kulturgintza del Ayuntamiento de Durango es una suerte que suma años como un gran o casi completo desconocido. Es paseado, disfrutado, interiorizado… por una mínima parte de la población.
Lejano o no, lo cierto es que, a pesar del poco interés que la ciudadanía muestra ante su fondo patrimonial y las exposiciones eventuales, el Museo de Arte e Historia de Durango es un coloso de piedra anclado tras unas verjas que ya, de primeras, le limitan.
Limitan su más que interesante visita: Explorarlo, como las niñas y los niños nos dan ejemplares lecciones de cómo hacerlo.
Ahora, hoy, ya es el momento de tratar de conseguir abrirlo en todas sus acepciones: liberarlo de trabas arquitectónicas, acercarlo a la ciudadanía sensibilizada, pero con mayor ahínco en aquella que podría ser potencialmente interesada y, por desgracia, ni lo sabe.
El consejo internacional de museos ICO define este tipo de institución como «permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y abierta al público, que adquiere, conserva, estudia, expone y difunde el patrimonio material e inmaterial de la humanidad con fines de estudio, educación y recreo”.
Sabido esto, siempre estamos a tiempo. De que las piedras -su fachada, paredes exteriores- se humanicen y de que los humanos dejemos de ser tan pétreos.
¡Nos estamos perdiendo mucho! Estamos perdiéndonos, lo que curiosamente, es nuestro.
Tanto nuestro pasado, como el futuro. Tengámoslo… presente.
Dirección: San Agustinalde Kalea, 16, Durango, Bizkaia.
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