Sencillas pinceladas de ciencia y bondad
Sor M. Olatz
· Sor M. Olatz es monja clarisa del convento de Durango
Estamos viviendo la ciencia de la información de tal forma que si no te metes un poco en ella estás totalmente desfasada; te confunden con uno/a de Cromagnon o algo así. Las nuevas tecnologías tienen una gran influencia en nuestros modos de vida, sin embargo no debería afectar en el florecimiento del desarrollo humano y de una mente saludable. La bondad y la sabiduría interior han de estar a salvo de los malos usos de la tecnología.
Las ciencias de la información lo están invadiendo todo a pasos agigantados, algunas personas se sienten controladas y no quieren hacer uso de móviles, ordenadores portátiles ni nada que suene a nuevas técnicas informáticas.
Esas mismas personas sienten en más de una ocasión necesidad de diferentes tipos de información y son conscientes de las grandes ventajas de herramientas como por ejemplo internet. En estos casos dicen: “oye, necesito información de internet a ver que encuentras sobre esto o aquello que necesito y ten en cuenta que me urge”…y así cada vez que lo necesitan. También hay quien dice no querer nada sobre estas técnicas y aparatos modernos pues perciben que pueden ser manipuladas “no hacen más que comerte el coco y encima te quitan la intimidad de todo lo que haces”. Yo uso estas herramientas porque no me queda más remedio: ¡Qué vamos a hacer!
Las nuevas técnicas evolutivas nos están llevando a grandes avances y adelantos que a veces te hacen decir: “¿a dónde vamos a llegar…?” Partiendo de lo pequeño (microcosmos), hasta el gran universo o universos (macrocosmos), la ciencia sigue investigando. Cuando llega a mis manos algún pequeño libro donde dice algo de principios de física me quedo con la duda de si somos vibración, vacío,… o al final pienso ¡que discutan los grandes físicos y yo procuraré ser lo más feliz que pueda!
Una hermana de mi convento me dice: “A mí que no me hablen de galaxias y de agujeros negros porque siento vértigo y quién sabe si todo lo que dicen es verdad… Prefiero no pensar…”.
Por supuesto todo lo nuevo que descubren los científicos tendría que ser para el bien de todos/as. Buscar aquello que nos ayude a vivir mejor, de forma digna. Siendo el centro la persona y tratándola con bondad como quisiéramos que nos trataran a nosotros/as.
Tampoco debemos olvidar a todos los seres vivos a nuestra Madre Tierra el bello Planeta Azul (Gaia) como dice con gran entusiasmo L. Boff.
Se han descubierto minerales o sustancias que contiene nuestro suelo, y según indica J. Melloni, son beneficiosos para el tratamiento de algunas enfermedades. Son investigaciones que nos deben llenar de alegría e ilusión. Pero debemos tener el cuidado de no arrasar con estas materias, dando un uso realmente necesario y no puramente consumista de manera que puedan gozar de ellos todas las personas. La salud es el gran derecho de toda persona. Pensamos que debiera ser así, ¿lo es?
Muchas veces falta una práctica de discernimiento para enjuiciar, comprender, un criterio o capacidad de distinguir a la hora de decidir cuánto mineral se necesita para que llegue a todos/as.
La Madre Tierra nuestra Casa se encuentra explotada, maltratada, comenzando por los ataques que enviamos a la biosfera por el exceso de CO2 generado por múltiples causas, por ejemplo el transporte, la falta de control en fábricas que continuamente van expulsando hacia ella poluciones de dióxido de carbono y otros ácidos químicos muy perjudiciales… que deterioran la capa de ozono con agujeros de diámetros considerables, hace poco leí que no iban en aumento dichos agujeros. Todo este maltrato está provocando el tan nombrado “cambio climático”.
En cuanto a los avances positivos debieran ser tales, desde mi punto de vista, que en principio estén al alcance de todos/as. Que este mundo virtual creado sea virtuoso, bondadoso, misericordioso…, haciéndonos más éticos, que no haga daño a nadie, que sea para bien, que evolucionemos para mejorar nuestra vida en la tierra. Que sea impulsor de valores, de buenas intenciones y que podamos seguir con el proceso transformador creando una sociedad cada vez más humana en donde haya cabida para todos/as.
Si sólo es para bien de unos pocos y totalmente negativo para la mayoría de los que habitamos la tierra, me quedo con lo que vivía un franciscano que le conocí toda la vida en Arantzazu, el P. Lasa un tipo auténtico y sano como una manzana reineta.
Impartía clases básicas para los niños de los caseríos del entorno Arantzazutarra aprovechando un aula pequeña dentro del colegio Seráfico para enseñarles las cuatro operaciones y algo más, entonces no era fácil ir a Oñati para asistir a una escuela, no había medios de transporte como los que hay ahora. Su gran labor y preocupación fue enseñar, educar a los niños que no podían asistir a la escuela. La educación, la cultura, siempre han sido importantes para el crecimiento y la libertad del ser humano.
No sé exactamente cuántos años estuvo subiendo a Urbia los domingos para celebrar misa a los pastores. Así tenía la cara con color de montañero y de buena persona.
Un día en la celebración de la misa para los pastores de Urbia, asistieron personas de cierta categoría, según nos contaban los coristas, allá fue nuestro buen Aita Lasa y dijo al comienzo de la homilía: “Ilustrísimos Sres. y no menos ilustres pastores de Urbia,…” Entonces las homilías comenzaban de forma rimbombante. Cuando se habla de este padre casi siempre sale esta anécdota.
También decía que le encantaría ir a San Sebastián –allí tenía otro hermano franciscano- en carro tirado por una mula o burro e ir hablando y saludando a todos los caseros que fuera encontrando por el camino, haciendo sus trabajos de la tierra. Por supuesto el viaje tenía que ser de dos o tres días por lo menos, para pasar la noche ya encontraría algún caserío donde poder cenar, charlar, a lo mejor confesar a la etxekoandre, a la amona y aitona, etc, dormir, desayunar y seguir hacia Donosti, como se hacía antiguamente. Ese era un sueño suyo según nos lo contaban los coristas. Algunas personas añoran esas vidas como lo hacía el P. Lasa, para mí exageradísimo, pero se ve que él era feliz.
Termino con lo que nos dice el Obispo Pere Casaldaliga a sus 90 años: “La ciencia, la técnica, el progreso solamente son dignos de nuestros pensamientos y de nuestras manos, si nos humanizan más. Y esto nos compromete a transformar el mundo juntos”.