Seguimos creciendo… como personas
Jon Fernández
BÁSICA MENTE · Días atrás miraba un árbol y reflexionaba lo increíble que es. Lo vemos ahí quietecito y no nos damos cuenta de que es un ser de ingeniería compleja, que cada día hace el milagro de regalarnos el aire que respiramos y sin el que no podríamos existir. Pensaba que el árbol es perfecto tal y como es. ¿Podría ser más alto? ¿Podrían ser más verdes sus hojas? ¿Más dulces sus frutos? Seguro que sí. Pero todavía es más seguro que el árbol que veo, exactamente tal y como es en este momento, es la mejor versión de sí mismo.
Y me explico. Si recibiera más sol quizás hubiera crecido tanto como el otro árbol que está un poco más allá y es más frondoso, más alto y grueso. Si la tierra fuera más rica en nutrientes posiblemente sus frutos fueran más dulces, pero no lo es y no puede desperdiciar mucha energía en generar la glucosa que atrae a los animales entre los que nosotros nos encontramos. Esto significa que sus frutos no se comerán tanto como otros más dulces y que, por lo tanto, sus semillas no llegarán muy lejos.
Y sin embargo, no veo al árbol acomplejado. El árbol sabe que con las condiciones que tiene es el mejor árbol que podría ser. Sabe que hay tanto, tanto, tanto que no puede controlar, tantas circunstancias que lo limitan. Para empezar no puede moverse unos pasitos hacía la izquierda, justo donde el sol pega con toda su fuerza, porque es un árbol y los arboles crecen allí donde les tocó.
Sin embargo sus ramas sí que se inclinan hacia la izquierda, buscando el sol. Porque dentro de todo lo que existe parece existir una fuerza que nos empuja hacia el crecimiento. Algo así como un impulso de autorrealización y madurez. Este impulso, que está en todo lo que vive, se mantiene implacable hasta que llega a materializarse. Buscando el equilibrio y el crecimiento y, ¿por qué no decirlo? Buscando el bien. O lo que las personas entendemos como el bien.
Al igual que el árbol necesita de la tierra, la luz y el sol para crecer, las personas necesitamos permiso para ser nosotros mismos y una aceptación total. Tanto por parte de nosotros mismos como de los demás. Necesitamos entender que nosotros y nosotras, a nuestra manera, también somos nuestra mejor versión. Que la vida nos dio cosas pero otras nos faltaron o nos sobraron, y que hemos hecho lo que hemos podido con lo que teníamos.
Solo desde esta aceptación conseguimos seguir creciendo y buscar nuestro sol. Si el árbol se enfadara por no ser tan alto como su vecino de al lado, si se sintiera culpable e inferior porque sus frutos no son tan dulces, no estaría listo para crecer con cada rayo de sol que le llega por la izquierda. El árbol simplemente es lo que es y cuando puede, sigue creciendo.
Dentro de cada uno de nosotros está la fuerza que nos hará madurar un poco más, ser más independientes y más serenos, estar más en paz con nosotros y nosotras y con el mundo. Cada vez que tengas las condiciones adecuadas, crecerás. Pero no te resistas, porque te estarás resistiendo a la vida misma. Crecer significa exponerse al cambio, significa ceder el control y dejar que las aguas nos lleven. Significa confiar en la corriente.
* Jon Fernández (Iurreta, 1988 ) es psicólogo
Puedes contactar con Jon Fernández | jonferpsi@gmail.com