Saltan del circo al cielo raso
Anisia Serendipia
Circus mundi, exposición de acrílicos sobre papel de gran formato, obra de Javier Mina, en el Museo de Arte e Historia de Durango. Hasta el 5 de febrero.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLA_ Don Pedro y el gran inquisidor se quedaron riendo a la entrada. Hasta la duquesa, dama de facciones enjutas y duras, no parecía de tan mal humor como de ordinario, y por su rostro se veía vagar algo parecido a una sonrisa fría y desvaída_ Pasen y vean, el pintor de cámara, hoy Javier Mina, nos presenta en su Circo Mundial una colección de retratos de estado, como las que facturaran en su día aquellos pintores de la Corte cuyo principal cometido era retratar a los gobernante de la época.
_El cristo de Velázquez_ Por una de las cosas por las que Velázquez se hizo famoso fue por retratar los bufones que poblaban la corte de Felipe IV, y los pintó con una “libertad” de la que carecía a la hora de realizar los retratos oficiales de los reyes. Estos retratos de bufones sirvieron para decorar estancias menores y lugares de paso en los palacios reales. Así pues, dado su carácter informal, el pintor pudo estudiar en ellos nuevos recursos expresivos.
Enanos, bufones, bobos y truhanes, con sus defectos físicos y taras mentales, con su ingenio y sus desgracias, entretenían a la Corte siglos atrás, y, si era habitual que los artistas recorrieran las diferentes cortes retratando a los reyes y grandes personajes, también los bufones frecuentaban las cortes de media Europa. Además, estos bufones tenían elevado sueldo y algún que otro privilegio. Velázquez ya fundió la Corte y los bufones en su ilustre obra Las Meninas, juntando en la misma estancia a los reyes, la infanta Margarita y servidores de palacio con los bufones Pertusato y Maribárbola.
Velázquez, dicen, fue tierno y amable a la hora de retratar a los bufones, a la vez que interesado en reflejar su historia y valores. Dicen también que con ellos el Maestro buscaba reflejar la naturaleza humana y que estaba brindando a reyes y cortesanos un “espejo” y una lección pues, aunque con mejores vestimentas, eran tan monstruizables y feos como ellos.
_Margarita, te voy a contar un cuento_ Todo esta panoplia de artistas circenses que ha reunido Javier Mina en su Gran Circo del Mundo Mundial me ha traído a la memoria la triste historia que cuenta mi idolatrado Oscar Wilde en su maravilloso cuento “El cumpleaños de la infanta”, princesita real que como Velázquez vivía en la corte española. La infanta cumplía aquel día 15 años. Durante los festejos de la mañana la parte más divertida fue el baile del enanito, que tanto hizo reir a la infanta que hubo que llamarle la atención. Era su primera actuación en palacio:
“el día anterior, mientras cazaban en uno de los sitios más apartados del bosque de encinas que rodeaba la ciudad, lo habían descubierto dos nobles, corriendo locamente entre los árboles. Los nobles pensaron que podía servir de diversión a la princesa y lo llevaron al Palacio, ya que el padre del enano, un mísero carbonero, no puso dificultad alguna en que lo libraran de un hijo que era tan horrible como inútil”.
Tanto se divertía la princesita que pidió a su chambelán que el baile se repitiese por la tarde. Al conocer la noticia, el enanito se volvio loco de alegria creyendo que la princesita se habia enamorado de él porque, al terminar su danza, entusiasmada le había lanzado una flor blanca:
“cómo anhelaba volver a encontrarse ante la princesita! Ella lo sentaría a su diestra, y le sonreiría, y después no volvería a apartarse de su lado; iba a ser su compañero, y le enseñaría juegos deliciosos. Porque a pesar de no haber estado nunca antes en un Palacio, él sabía hacer muchas cosas admirables. Sabía hacer jaulitas de junco para encerrar los grillos, y que cantaran dentro; y con las cañas nudosas podía fabricar flautas y caramillos. Imitaba el grito de todas las aves, y podía hacer bajar a los estorninos de la copa de los árboles, y atraer a las garzas de la laguna”.
Y volvió por la tarde el enanito a palacio donde se topó con su propia imagen reflejada en un espejo:
“cuando al final la verdad se abrió paso en su mente, el enano lanzó un aullido, un grito de desesperación, y cayó al pavimento sollozando. ¡Ese ser deforme y jorobado, de aspecto horrible y grotesco, era él! ¡Era él mismo, él era el monstruo Por qué no lo habían dejado en el bosque, donde no había espejo que le mostrara su horror?
Como un pobre ser herido se arrastró hacia la sombra, y allí se quedó gimiendo. En ese preciso instante, por el ventanal abierto, entró la propia infanta con su séquito, y cuando vieron al horroroso enanito de bruces en el pavimento, golpeándolo con los puños del modo más fantástico, estallaron en alegres carcajadas…
-Mi bella princesa, tu enanito no volverá a bailar…
-¿Y por qué no volverá a bailar? -preguntó la infanta con aire decepcionado.
-Porque su corazón se ha roto -contestó el Chambelán.
Y la infanta frunció el ceño, y sus finos labios se contrajeron en un delicioso gesto de fastidio.
-De ahora en adelante -exclamó echando a correr al jardín- procura que los que vengan a jugar conmigo no tengan corazón.
Aquí están. Pasen y vean: acróbatas, contorsionistas, equilibristas, escapistas, forzudos, hombres bala, magos, malabaristas, mimos, payasos, titiriteros, tragasables, trapecistas, ventrílocuos, adiestradores de animales y otras fieras… el mundo entero al mando del jefe de pista, don Dinero, compartiendo carpa hasta el 5 de febrero. Javier Mina, lo escuche yo, también sabe de poetas, de poetas malditos.
Y a otro le parecerá otra cosa
· AnisiaSerendipia es licenciada en Filología Hispánica, documentalista y atesora estudios de Comisariado y Coordinación de Exposiciones. Es autora del blog del que toma su nombre: