Recuérdame, susurra el polvo
Anisia Serendipia
Arka Devbil “a flor de piel” en el Museo de Arte e Historia de Durango. Hasta el 27 de septiembre de 2015.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS · Al entrar se ve la luna en plenilunio. Dice el poeta que para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna. Te hará falta la luna después de haber experimentado un horror terrible como Arka, que llora junto al sueño eterno representado por una icónica Virgen en dormición. Cuando hayas sentido esa mordedura de dientes de león, esa dentellada que tan crudamente simboliza una de sus fotografías.
Y están presentes, durante el plenilunio, los cuatro elementos que, según Aristóteles, eran a la vez caliente y seco el fuego, que se lleva su reflejo de la infancia. A la vez húmedo y caliente el aire, que arranca los vilanos y empuja a una Ofelia que intenta resistir y permanecer sobre la tierra. Ofelia, que después duerme en el agua fría y húmeda, la misma en la que rebota una dura piedra. Seca y fría la tierra, sobre la que gatea un bebé que inclina su alma sobre un espejo. La metáfora especular para ejecutar el aforismo griego “Conócete a ti mismo”, esa invitación a una mirada introspectiva. Según Lacan al ocurrir “el estadio del espejo” el infante deja de angustiarse de sumo grado ante la ausencia de la madre. Ese bebé que gatea, se reconoce y se desconoce casi al mismo tiempo, porque aquello que reconoce no es él, sino que justamente es solo una imagen de él. Una imagen separada, que no le pertenece. Y aquí una máscara oculta aún un nuevo ser que se pregunta ¿qué soy sino la sima en que me abismo, y qué, si no el no ser, lo que me puebla?. Como cantó el gran poeta que fue Octavio Paz: El espejo que soy me deshabita.
Se suman también un tálamo, el Tránsito glorioso, y el destrozo de la posguerra.
Dice Borges que Ariosto le enseñó que en ese otro espejo que es la dudosa Luna moran los sueños, lo inasible, el tiempo que se pierde, lo posible o lo imposible, que es la misma cosa.
Un plenilunio, un hombre, y el silencio que mana sosegado. Como dijo O Henry, que ya tenía 40 años, “tengo miedo de volver solo cuando está oscuro”. ¡Claro!, porque todo el mundo es niño cuando una madre se muere.
Pero no, no nos queda solo el amor por aquellos que dejaron su lugar en nuestro corazón, nos queda su amor.
Esto ha sido, como dicen, la resonancia de un acorde. Algo que tocó el alma.
El tiempo apremia, vayan a verla.
Y a otro le parecerá otra cosa
* AnisiaSerendipia (Elorrio, 1962) es licenciada en Filología Hispánica, documentalista y atesora estudios de Comisariado y Coordinación de Exposiciones. Es autora del blog del que toma su nombre: