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Recordando, me acuerdo

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Iban Gorriti

Todo lo que tuvo fue un sueño, un único sueño. Se lo leyó cantar a Juan Carlos tras escribirlo Irazu. Haren bisita zai. Haren bizita zai. El calendario de 1985 estrenaba perfecta melodía. Desde aquel año, me acuerdo de una foto, me acuerdo de una sudadera en la que aún se lee -si no pasa inadvertido a la vista- Harvard. La Universidad. Akordatzen naiz

Recordando, han transcurrido 31 inviernos y hoy me encuentro a mí mismo analizando otra foto en los rotativos. Leo detalles desapercibidos: Algodoneros entre dos manos pacientes en las coordenadas que unen la calle San Lázaro y la plaza de la Revolución.

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Joseba Sarrionandia sujeta, muestra… el libro ‘Algodoneros’. · PHOTO · Jose Goitia

Yo también me siento y me detengo a pensar si esa referencia editorial será casual o buscada para la instantánea históricamente necesaria o innecesaria. ¡Cada persona templará su curiosidad al respecto! Yo, la mía: trato de informarme de lo que tanto llama mi atención. Es decir, la obra es firma de James Agee (1909-1955). Nació en Knoxville, Tennessee, y estudió -casualidad o serendipia- en Harvard. Y me acuerdo de la sudadera de aquella otra foto en blanco y negro.

Algodoneros

Agee trabajó como crítico cinematográfico para las revistas Time y The Nation, y participó en los guiones de películas como La reina de África y La noche del cazador. Publicó también poesía, ensayo y -la promoción editorial enfatiza- «sobresalientes» reportajes periodísticos.

Trasmiten que cincuenta años después de la muerte de Agee, se descubrió entre sus manuscritos una copia a máquina, con la etiqueta Algodoneros. Los críticos lo consideraron el «esfuerzo moral más realista y más importante de una generación». En 1936, el mismo autor escribió Elogiemos ahora a hombres famosos. Y me acuerdo, en esta reflexión de vidas cruzadas, de una mujer que elogiar: Irene (Amama, ¿otra casualidad para el lectorado?) y de aquel miércoles desolado de fin de marzo al que sobrevivió. Recordando, me acuerdo de una presentación de un libro en Plateruena 2004 y de firmas como la de Aitor al lado de un reloj de una pared sobre la que se nos previene de que somos memoria.

Y también elogio a Migel, que sin falta de un seis y un cuatro hoy imprimen casi casi su retrato. La misma nariz, mirada, pelo cano. El parecido es colosal.

JOSEBA SARRIONANDIA MIGEL

Joseba Sarrionandia con la sudadera de Harvard, a día de hoy, y a la derecha su padre Migel.

Y en esa tristeza máxima de apego, al menos, la sonrisa actual de medio lado remite una y otra vez paralela a la de Irazu, el hombre tranquilo. Y por instantes, me acuerdo del malogrado Argoitia y el crisol de ideas a borbotones en esta «mi habitación, junto a la luz tenue del flexo, la radio testigo de cómo se mezclaban los latidos de un corazón con las emisiones de Radio Lisboa en las fronteras de la noche». 1936 o, pronúnciese, Happening baserrian.

Y me siento por un inventado momento hijo adolescente anónimo de 16 años subiendo por primera vez en bici al sosiego pulcro de Goiuria. Me transporto a una mente descubriendo laderas de las que me habló mi padre de 58 años, que seguramente fueron maíz y que hoy huelen a pino urgente, de raíces en el aire. Y al otro lado de la pleamar, el algodón se convirtió en papel impreso y pienso que todo lo que tuvo fue un sueño, un sueño largo tras llegar a casa a medianoche.

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Agee, en el libro ‘Algodoneros’.

Ahora, vividas tres décadas, veo, miro, escudriño las tres imágenes, en especial la de Algodoneros. Por los altavoces del ordenador se fuga un estribillo de Band Of Horses: When eyes can’t look at you any other way, any other way, any other way. Y me acuerdo de Mikel, de Imanol, de Pott, de nuestra duranguesa Ibaizabal, de Tipula Beltza… y tarareo de forma inconsciente, aunque no viene a cuento, Urrearen bila, del de Oñati y de Juan Carlos. Akordatzen.

Recordando (tanto), me acuerdo (tanto).

· Iban Gorriti (Durango, 1970) es periodista y fotógrafo y codirector de Mugalari.info

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