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¡Quiero un rival!

Imanol Irizar

Imanol Irizar

Un buen colega de la Universidad me comentaba en la cervecilla post-examen cómo le pidió a la compañera de adelante que le chivara el ejercicio nº 5. “La B”, le respondió ella señalando un 2 con los dedos (segunda opción del test). Curiosa fue la cara de póker que se le quedó al pobre cuando tras haber entregado el examen, esta le pregunto si había marcado “la D”.  Mi colega me explico cómo ella le había apelado a la similitud fonética de las letras para salir de la discusión que se generó, pero para lo que no tenia explicación era para el gesto del 2.

La verdad es que es muy típica esa picaresca. Resolver la competitividad a base de pisotones es algo que se lleva muy dentro. El miedo a perder o ser superado nos lleva a abrir el sitio que tomamos como nuestro a codazos y el ejemplo más claro de esta conducta se refleja en los muchos chivatazos y traiciones de nuestra historia.

Existe quien es más sosegado, no es mi caso. Soy de los que vive en el Coliseo. Y si bien es cierto que hay gente que  lucha por ser el mejor en cada una de las actividades que lleva a cabo, esa disputa sería imposible sin un rival tan digno como amigo. Sí, amigo, un rival que venza y, aunque escocido por derrotar, compartas su alegría de corazón; un compañero junto al que entrenar cada día a sabiendas de que la preparación se destina a un cara-a-cara entre ambos. La magia de una relación así reside en que los éxitos de uno se convierten en los objetivos del otro, incrementando exponencialmente la potencialidad de cada uno, elevando el límite hasta donde jamás hubieras soñado en llegar solo.

Es perfectamente entendible la frustración de ser superado en actividades que requieren tanto tiempo como son los estudios superiores o el deporte de alto rendimiento. Es de una jeta soberbia pedir esquemas o apuntes, tomar el camino fácil, atajando el sendero pedregoso de horas y horas de estudio. Será completamente frustrante ser superado por ese, que sabes que ha estado de fiesta mientras que a ti el único foco que te iluminaba era el flexo. Sin embargo, me temo que la satisfacción personal no se encuentra en las victorias sencillas en las que competimos con ciertas ventajas que hemos decidido no compartir.

El tributo a pagar por ser reiteradas veces vencedor en un mismo círculo en el que se juega con esta avaricia es el efecto boomerang que trae consigo.  Y no me refiero a karmas ni rollos de conciencia personal. Me refiero a la acomodación. Pensar que se tienen los medios para vencer una vez más relaja e impide reinventarse. La ausencia de un rival real favorece una escasa tensión en el entrenamiento,  y el hecho de considerar a un rival inferior no nos activa al 100%. Es una barrera emocional que construimos nosotros mismos al eliminar rivales.

No somos conscientes de que al fomentar la confianza y la amistad con un competidor nos hacemos un grato favor a nosotros mismos. Siempre habrá quien sea capaz de superarnos, y solo si tomamos esto como un estímulo positivo y un objeto de motivación, llegaremos a exprimir al máximo las cualidades que tenemos.

*Imanol Irizar (Durango, 23 de enero de 1996)

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