Querido miedo:

Estela Rey

Querido Miedo:

No hables. Retírate. A veces quiero tenerte, para así no tropezar y caer en el pozo de los errores. Otras perderte, y saber hasta dónde puedo correr sin mirar atrás, pero a menudo asomas como una sombra delgada y oscura por la cerradura que conduce a mis pensamientos.

Ilustración · ARTISTINTA

Te cuelas sin avisar, sibilinamente, cuando el teléfono sigue sin responder, el mensaje no llega a su destino, o deambulo por el silencio preguntándome cómo me enfrentaré a la pérdida. Sorprendes en forma de ráfaga de viento frío dejándome sin abrigo, abriendo puertas que no existen aunque parezcan próximas en el camino. Naciste de los sobresaltos que me propinó la vida alguna vez, y llegaste para quedarte, pero siempre he sabido mantenerte al margen. Casi siempre.

No te necesito, nunca lo hice. Ahí permaneces posado, quieto, sobre el dintel de la puerta como el cuervo de Poe, advirtiéndome de lo efímero de nuestra existencia. Eres el parche antes de la herida. Ridículo, irracional, dañino. Aprietas, ahogas, paralizas cuanto tocas, pero nunca podrás vencerme. Procuras llamar mi atención seduciéndome con el poder de lo desconocido, y yo me resisto a mirarte. ¿Sabes? Prefiero deslizarme por el camino de la belleza, la alegría y la luz que desprende el mundo que me rodea. Y esa luz prevalecerá siempre pese a tu presencia indiscreta, tu sombra molesta que me recuerda que la vida puede cambiar de sentido en un abrir y cerrar de ojos; que el ahora es lo más valioso que tenemos aunque a veces el cielo esté cerrado.

Miedo, me habitas porque amo la vida. No hables, retírate. No te vayas del todo, pero hazte más pequeño, más lejano.  Allá donde cueste encontrarte.