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Para 2015, respeto en el deporte

fabian brillo

Fabián Sainz

Esta semana se retoman, como sabrán todos los padres y madres de jóvenes deportistas, casi todas las ligas de deporte de iniciación. Algunas, las de los mayores, las de mayor nivel competitivo, lo hicieron la semana pasada, pero para la gran mayoría arranca ahora, tras el parón navideño.

Y debido a que es posible que se hayan olvidado algunos episodios poco constructivos relacionados con el deporte de base, pero es un momento ideal para incluirlo entre los buenos propósitos del año recién estrenado, quiero compartir algunas reflexiones y propuestas sobre el respeto a los árbitros.

Es un tema del que se ha hablado mucho, sobre la necesidad de respetar, sobre el papel imprescindible que desempeñan, sobre el hecho de que muchas veces se trata de árbitros jóvenes en formación, sobre el derecho que tienen a equivocarse, como todas las personas relacionadas con el ámbito del deporte (deportistas, entrenadores, entrenadoras, y padres y madres).

Volveré más adelante sobre alguno de estos aspectos, pero por si todos estos aspectos no son suficientes, quiero exponer algunos efectos negativos que, muchas veces sin que lo perciban los padres y madres, ni siquiera los entrenadores y entrenadoras, tiene el hecho de criticar y culpabilizar a los árbitros de los resultados (negativos, por supuesto) de nuestros hijos e hijas cuando compiten.

Y es que muchas ocasiones, cuando alguien en el público (la mayoría de las veces un padre o una madre) critica, menosprecia o insulta al árbitro (o árbitra), hay un hecho que se nos suele pasar por alto y es el de que quienes están en la cancha son nuestro hijos, hermanas, amigos, etcétera.

Y cuando unos niños de, por ejemplo, ocho años, escuchan de forma reiterada que el árbitro está en su contra, o que han perdido un partido “por culpa” del árbitro, también salen perjudicados. Y además de varias formas:

Una de ellas, importantísima para mantener la motivación hacia la práctica deportiva, es la sensación de que el curso, y el resultado del partido, no dependen de él, de ellos, sino de una tercera persona. Cuando esto ocurre, la motivación para seguir esforzándose, para seguir intentándolo, cae en picado, porque, si da igual lo que corra, lo que me esfuerce, el árbitro está en mi contra, ¿para qué seguir?

Otro aspecto que les perjudica es la dificultad añadida, para unos deportistas en fase de formación, para mantener el nivel de activación adecuado. El nivel de activación se refiere a cómo de relajados o activados están los deportistas, y no es raro que entre los gritos desde la grada y la excitación propia de la competición, sea más alto de lo adecuado. Los niños aprenden, partido tras partido, a manejar el nivel de activación, a jugar centrados pero serenos, para tener más capacidad de decisión, por ejemplo. Y no os podéis imaginar lo difícil que es mantenerse sereno cuando se escucha al público gritando al árbitro cuánto nos está perjudicando.

Por último, los gritos e insultos son el peor modelo posible para un joven deportista que, además de no aprender e interiorizar los valores positivos asociados al deporte, como nos gustaría, pueden acabar imitando lo que ven hacer a los adultos de referencia. Y como cualquiera puede imaginar, serán ellos los que paguen las consecuencias, en forma de amonestación o expulsión.

En resumen, es muy importante que las personas que asisten a este tipo de encuentros deportivos tengan muy claro que las faltas de respeto a los árbitros dificultan el aprendizaje, el rendimiento y el disfrute de la práctica deportiva de esos jóvenes deportistas, para los que se organizan, con mucho trabajo y esfuerzo económico, estas competiciones.

Y para que no ocurra como en los entrenamientos en los que aparece solo la mitad de los jugadores, y el entrenador les recuerda que es importante asistir (insistiendo, paradójicamente, a quienes sí asisten), quiero animar a los padres y madres que lean esto, y que creen firmemente en el papel educativo del deporte, a que vayan un paso más allá, y hagan ver a las personas que critican, faltan al respeto, o insultan a los árbitros (por supuesto es inaceptable la agresión física), que no, que en este campo no, que delante de mis hijos no. Para que no se produzca, aunque sea de forma involuntaria, un silencio que muchas veces se interpreta como cómplice.

Aprovecho para aplaudir la iniciativa de las tarjetas negras del futbol base bizkaitarra, que ayudan a recordar a los asistentes a qué hemos venido a esta cancha, a este campo de fútbol, y animo a los lectores a aprovecharlas para mandar a quienes faltan al respeto a los árbitros, y a su importantísima labor.

Para 2015, respeto en el deporte.

 

* Fabián Sainz Modinos es psicólogo deportivo durangués residente en Salamanca, donde colabora en el CD Salmantino, y CD Carbajosa, y con la Delegación Territorial del Colegio de árbitros de futbol de Castilla y León

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