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¡Oblíguennos a vacunarnos, por favor!

Ander Berrojalbiz y Javier Rodríguez Hidalgo

· Autores de Los penúltimos días de la humanidad (Pepitas de Calabaza, 2021)

¡Oblíguennos a vacunarnos, por favor!

(Una versión previa de este artículo fue remitida a Gara el 12 de diciembre de 2021)

 

El pasado 17 de noviembre el diario Gara publicó un artículo titulado «El 10% sin vacunar supone el 58% de los ingresos en UCI en Nafarroa del último mes». En el cuerpo de la noticia, redactada tras haber recabado de primera mano información del Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN), se remarcaba la gravedad del dato, puesto que los no vacunados representan sólo el 10% de la población adulta de Navarra. Al día siguiente El País replicó el argumento tras haberlo corroborado con todas las comunidades autónomas salvo tres. El titular decía: «Seis de cada diez ingresados en UCI por coronavirus están sin vacunar». No obstante, en este último artículo se admitía que los intensivistas consultados coincidían en que «era complicado trazar un perfil de los ingresados en UCI por sus meras impresiones, ya que en la mayoría de las unidades había muy pocos enfermos. En muchas no había ninguno: de promedio, cada provincia española tenía menos de 10 personas en cuidados intensivos». Aquel día 17, en Navarra había 8 personas en UCI. Con todo, el dato había echado a rodar y como los artículos –no por casualidad según se puede leer en el de Gara– coincidieron con el anuncio en la CAV y en Navarra de la implantación del pasaporte sanitario, se ha repetido hasta la náusea para justificar esta medida y señalar a los no vacunados.

La última vez que nos lo encontramos fue en boca de un columnista en la contraportada de El País, el 7 de diciembre. Tras insultar varias veces a las personas que no se han vacunado, afirmaba: «Yo no sé si las vacunas son eficaces, pero no me importa saberlo. Lo que sí sé es que el 60% de los que ahora están entrando en las UCI no están vacunados, según información de los centros sanitarios. Con eso me basta». Casualmente, el día anterior, el diario La Razón publicaba unas declaraciones del Dr. Juan González del Castillo, coordinador del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes): «En las últimas semanas han aumentado los casos de covid que estamos viendo en urgencias, pero en general no son cuadros de dimensiones graves. Lo que desde septiembre ha cambiado es el perfil del paciente ingresado en UCI. Así, hace un par de meses el 80% de los pacientes críticos era no vacunado, un 10% inmunodeprimidos vacunados y otro 10% inoculados. Pero ahora, en cambio, estamos viendo que dos tercios de los pacientes críticos, la mayoría de más de 60 años, están vacunados». Esperamos que Gara y El País confirmen o desmientan este cambio de tendencia con datos oficiales. De hecho, en este mismo sentido, el Dr. Günther Kampf publicó el 20 de noviembre un artículo en The Lancet afirmando que «la estigmatización de los no vacunados no está justificada». Entre sus argumentos destaca: «En Alemania [con datos oficiales actualizados en octubre de 2021], el 55,4% de los casos sintomáticos de COVID-19 en pacientes de 60 años o más corresponden a personas totalmente vacunadas, y esta proporción aumenta cada semana» («COVID-19: stigmatising the unvaccinated is not justified», The Lancet, 20/11/2021).

Puede que dicho cambio de tendencia, si lo hay, esté relacionado con la pérdida de eficacia de las vacunas aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento (EMA). El 9 de diciembre la directora del Departamento de Inmunización de la OMS, Kate O’Brien, declaró en una conferencia de prensa: «Hemos revisado los datos que hay y la mayoría muestra que la inmunidad tiene una duración de hasta seis meses». Ese mismo día la EMA apuntaba que «los datos actualmente disponibles respaldan la administración segura y eficaz de un refuerzo tan pronto como tres meses después de completar la pauta inicial de vacunación» (El País, 9/12/2021). De nuevo, esperamos que Gara nos pueda ilustrar al respecto. No en vano el ISPLN hizo público un estudio que mostraba que la eficacia de las vacunas se reducía al 59% en el cuarto mes tras su inoculación (La Vanguardia, 18/11/2021).

Por otra parte, el mismo G. Kampf publicó el 19 de noviembre en The Lancet otro artículo que, a la luz de datos y estudios recientes, pone en duda que los altos niveles de vacunación estén propiciando la reducción de las fuentes de transmisión de la COVID-19. Plantea que es posible que los vacunados estén contagiando casi tanto como los no vacunados y afirma que, tras la evidencia expuesta, «parece una gran negligencia ignorar a la población vacunada como una posible y relevante fuente de transmisión a la hora de decidir sobre las medidas de control de la salud pública» («The epidemiological relevance of the COVID-19-vaccinated population is increasing», The Lancet, 19/11/2021). Una vez más, los datos de la CAV y de Navarra podrían resultar esclarecedores, pues son dos de las comunidades autónomas que más test realizan.

Aun así, escasos tres días después de que supiéramos que Osakidetza «suspendía cirugías y consultas de ambulatorios por la presión generada por los casos de COVID-19» (El Diario (7/12/2021), el 10 de diciembre Lakua solicitó al Tribunal Superior de Justicia del País Vasco la autorización para extender la exigencia del pasaporte sanitario a toda la hostelería, a los eventos culturales y deportivos y a las visitas a hospitales, residencias y centros penitenciarios. Este último punto supone no sólo un castigo para las personas no vacunadas, sino también para sus amigos o familiares que estén enfermos o convalecientes, vivan en una residencia o estén encarcelados.

Hoy, 15 de diciembre, ha entrado en vigor dicha extensión. Sin embargo, dadas las incertidumbres mencionadas más arriba, el único baremo –dudosamente democrático– que se utilizará para medir la efectividad del pasaporte sanitario será el número de voluntades que doblegue. Cada vez que una persona muestre su certificado recordará que «el 60% de los que ahora están entrando en las UCI no están vacunados», y que son ellos los culpables de la actual saturación del sistema sanitario.

Entre tanto, la prensa sigue amplificando cada comunicado de las empresas farmacéuticas sin cotejar un solo dato. Se deja de hablar de la «inmunidad de grupo gracias a la vacunación» o de la «epidemia de los no vacunados» –entre los que habría que incluir desde ahora a los niños de más de 4 años– para asustar a continuación a la gente con la nueva variante (ómicron, en este caso) antes de comprobar siquiera si en efecto sortea mejor las defensas de la vacunación o no, y se da por válido todo lo que comunican las multinacionales de la salud: el tercer pinchazo, este sí que sí, será el bueno, aunque Jean-François Delfraissy, jefe del comité científico que asesora al gobierno de Macron, ha anunciado ante el Senado francés (8 de diciembre) que no puede descartarse la «necesidad» de una cuarta dosis; tal vez tres meses después de la tercera, como acepta ya la EMA.

La campaña de vacunación habrá agravado aún más la infantilización de una población que se extasía ante cada noticia potencialmente alentadora, para llevarse una decepción cuando descubre que el remedio milagroso aún no ha llegado y que va a haber que esperar un poco más, sólo un poquito más, antes del próximo chasco. Y todo ello en medio del espectáculo de una competencia despiadada de todos los países para conseguir cuanto antes la dosis que permita una vuelta a la tranquilidad. Pero la cuestión decisiva no es cuándo se comercializará el medicamento definitivo, sino cuál es el precio que estamos dispuestos a pagar –en forma de depresiones, autoencierro tecnológico y desmantelamiento de la sanidad– en beneficio de unas restricciones cuya eficacia es, lo estamos viendo, discutible.

Llegados a este punto sólo nos queda pedirles a nuestros gobernantes: oblíguennos a vacunarnos. Y oblíguennos no sólo una vez, sino al menos dos veces al año, como se deduce que será lo más apropiado según lo declarado por la OMS y la EMA. Pero evítennos las monsergas de que “es gratis”, como si Pfizer fuera un grupo caritativo, o de que “así podremos volver antes a la normalidad”, porque ya nadie sabe lo que quiere decir eso. Y, por favor, después de obligarnos, déjense de excusas y de echarles la culpa a otros y refuercen el sistema sanitario.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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