Nosotros, los ‘cabezas negras’, ‘larru beltzak’
Vicente Carrasco ‘Bixen’
Incluso queriendo mucho a esta gente del sur del norte que me rodea, que aunque tengan sus cosas (como todo el mundo) la verdad es que me tratan muy bien y les tengo cariño, hay veces que los cabezas negras no podemos más y nos juntamos con otros cabezas negras para hablar de cosas de cabezas negras.
¿Que qué son los cabezas negras? Muy fácil. ¿Sabéis esos gilipollas que cuando hablan de gente de otros sitios dicen “panchitos” a ciertos latinoamericanos o usan “rumana” como sinónimo de prostituta y “rumano” como sinónimo de macarra o de ladrón de cobre? Bueno, pues la versión sueca de esos gilipollas nos llama a nosotros, los que no somos nórdicos, “svartskallar”. Cabezas negras. Como esos pieles negras, larru beltzak, de los que hablaba Itxaro Borda.
En 1992 Infinite Mass, uno de los grupos más importantes de hip-hop de Suecia y aun en activo, metieron una canción titulada “Shoot the Racist” en una película. Más de 20 años después, en 2004, tuvieron un enorme éxito con “No. 1 Svartskalle”. La gente que llegó aquí huyendo de las guerras hizo suya la palabra, la envolvió con música, con mucho hip-hop y la devolvió con su puño detrás. Hoy en día en el hip-hop en sueco “svartskalle” (que suena algo así como “sfatshkal-lé”) es tan frecuente como “nigga” en el “gansta rap”, así que si buscáis esa palabra en internet encontraréis un montón de hip-hop en sueco, por ejemplo esto:
“Stor – Där ni ser mig (Kör Svartskalle!!)”
Y en otra onda tenemos por ejemplo esto:
Ken Ring: Svartskalle
Pues eso. De vez en cuando nos juntamos y hablamos de nuestras cosas. A veces despotricamos un poco de “los suecos” con la misma saña con la que despotricamos de nuestro jefe, que en todos los sitios cuecen habas.
Otras veces nos contamos las cosas que nos pasan. Hay veces que nos pasan cosas normales pero es que somos “guiris” y nos enteramos pero no entendemos, pero otras sí que podemos decir que son cosas raras porque lo son y ya está.
En una de estas reuniones cerveceras un amigo nos contó que hace poco tuvo que ir al médico (si vas es porque tienes que ir porque aquí primero sueltas 20 o 30 euros y luego preguntas) porque según él lo describió “le escocía por dentro al mear”.
Siendo Estocolmo la capital europea de las enfermedades de transmisión sexual me hice perfecta idea de lo que me estaba contando, pero me pasé de listo una vez más porque no iban por ahí los tiros.
Resulta que los varones también podemos coger frío en las negruras. No será porque no haya yo estado pelando la pava (generalmente para comerme los mocos, sí, pero los míos) sentado en algún sitio muy frío, pero claro, un banco del parque en Suecia es otra cosa. No sabía yo que estas cosas nos pasaban también a los hombres. Otra lección que me da este país. El médico, que nos fue descrito como un morlaco que tenía que agacharse para no destruir los marcos de las puertas, le dijo que tenía toda la pinta de poder hacer un diagnóstico certero pero que le faltaba hacer una exploración.
Los hombres somos así de bobos con estas cosas, luego nos reímos pero en el momento nos ponemos muy nerviosos cuando nos dicen que nos pongamos mirando a Göteborg para que nos exploren mientras nos dicen en tono muy profesional que nos relajemos (que ese dedo en el ojete es en el nombre del conocimiento). Los oyentes lo celebramos mucho, pero quien más y quien menos ha estado en esas y si no acabará estando tarde o temprano.
Pero allí todo era algarabía y francachela y tómate otra venga vale claro que sí yo también.
Hecho el diagnóstico (tenía, tal y como sospechaba el galeno, la próstata pa’ Helsinki) mi amigo recibió cumplida información de los fármacos a tomar. Antibióticos al canto. Mal asunto, porque viniendo del sur de Europa si te dan antibióticos te los dan especialmente potentes porque la carne que llegaba de España era unánimemente reconocida como rebosante de antibióticos (por eso se ve bastante poquita), así que se te asume una especial resistencia y te calzan unos antibióticos que te curan, sí, pero no levantas cabeza en dos o tres semanas.
No quedó ahí la cosa.
Según el médico la próstata está llena de un fluido que es la mayor parte de lo que eyaculamos. Al estar inflamada está llena de un fluido de mala calidad que hay que expulsar y esa glándula no es de las que se vacían solas.
El médico se puso muy serio y le recomendó a mi amigo tener relaciones. Con una mujer, especificó. O bien que podía masturbarse. Con una vez al día es suficiente, precisó.
A los que tenemos educación católica se nos nota enseguida. Mi amigo pensó automáticamente en cómo le explicaría esto este médico XXL a un cura católico de los de sotana, pero sin llegar al grado de barbarie de este que os lo cuenta, que ya tenía preparadas varias bromas con monaguillos antes de que el que nos lo estaba contando terminara la frase.
Aquí hubo un choque cultural que se me hace muy familiar. Nuestro amigo tenía la risa floja y una expresión un tanto bobalicona (como si lo estuviera viendo) y el médico estaba apretando los dientes un poquito y es posible que los puños también.
El uno pensando que cómo puede ser un hombre hecho y derecho tan inmaduro como para reírse como un niñato porque ha dicho “relaciones” y “masturbarse”. El otro pensando “qué poca sangre tienen estos del norte, no se toman a cachondeo ni lo que tiene gracia. Debería preguntarle por su protocolo para curas católicos a ver si así”.
Y claro, el uno se empieza a reír. Y el otro se empieza a mosquear. Por dentro, eso sí. Apretando los puños un poquito más y con muchas ganas de salir de la habitación, que siendo un tío tan grandón seguro que se le está haciendo un ascensor más y más pequeño y cada vez más lleno de idiotez.
Por esto nos juntamos a veces los cabezas negras. Nos contamos estas cosas, vemos el eco que nos vuelve y así sabemos que no estamos más locos de lo normal.
*Vicente Carrasco ‘Bixen’. (Tarancón, Cuenca, 1970)