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Los peligros del ‘euskeratxu’

Eukeni Bastida2

Eukeni Bastida

Te encuentras en fase de crecimiento personal. Vas a tener descendencia y puede que, por algún motivo natural, sientas la necesidad de hacer cosas nuevas. De aprender, de ponerte en forma. Al igual que preparas el nido con todo lo necesario para cuando llegue la criatura, tú también quieres dar un salto en lo personal.

Decides que además de dedicar todos los días treinta minutos para caminar, y empezar a comer las cinco piezas de fruta y verdura reglamentarias; también te vas a animar con el euskera. Ya has oído a tus amigos dirigirse a sus hijos todo el tiempo con frases como “vamos con la amatxu” o “vamos con el aitatxu”. No parece tan difícil.

Ya has hecho antes algunos pinitos. Por ejemplo, cuando estuviste a media pensión en Torrevieja. Recuerdas como en aquel buffet luchabas a codazos con otros comensales para llegar a apoderarte de algunos langostinos antes de que se terminasen. Allí estaba todo el mundo queriendo destacar su región de procedencia. Unos utilizaban como diminutivo –iño, otros –ico y los que menos –uco. También había algún que otro –illo.

A la hora de hablar de cualquier tema con los demás alojados, metías sobremanera un pues al terminar cada frase.

Pero ahora es distinto. Además del pues, te has propuesto dar un paso más allá. Y sales a la calle con tu sobrino para ir practicando. Son fiestas del barrio y la calle está animada.

-Vamos a dar una vuelta txikitxu- le dices al chaval. Esto no es tan difícil.

Después de quince minutos haciendo cola, llega tu turno y el de la caseta de atracciones se enreda cuando le pides entradas para el trentxu chuchutxu. Te da dos entradas de más y como la gente de la cola está impaciente; contra tu voluntad te apresuras, pagas y te vas con todas las entradas.

Tanto andar en tren el chaval se agobia y para distraerle, prometes comprarle algún capricho. Vas directamente a la primera tienda abierta que veis y parece que hoy todo el mundo tiene ganas de discutir.

– Pero, ¿cómo que no tenéis chupachustxus en una tienda de chuchestxus? – parece increíble.

La mañana discurre más ajetreada de lo que esperabas y te hace falta hacer un paréntesis. Le dejas al chaval que juegue un poco con sus amigotes y vas al bar a tomarte una cerveza. Mejor que sea una cerveza con limón. Te estás cuidando.

Esquivas toda la gente que ocupa las sillas y mesas de la terraza y ves ahí sentado a un barbudo enorme con una jarra de dos litros de cerveza, y que te da envidia. El tío parece peculiar. Larga coleta canosa, chupa motera, fuma y tiene más sortijas en las manos que una estrella de rock.

Y sales del bar de mal humor y hablando para ti:

– ¿Pero a este camarero qué le pasa? ¡Le pido una pikatxu y en vez de eso; me pone la tele con los dibujos animados dándose hostias como panes! -¡¡No me fastidies… se cree que le he pedido que ponga a Picachutxu!!- mascullas mientras te vas replanteando el tema del euskera. Al fin y al cabo, hasta ahora no te ha ido tan mal sin él. Tampoco es que el entorno haya sido el más apropiado, y es que has tenido el tiempo muy ocupado…  Es un idioma diferente y complicado… A esta edad ya es muy difícil de aprender…

Aún estás en el dintel de la puerta y le ves delante de ti. En pie y al otro lado de todas esas mesas está el doble de Michael Jordan que te mira fijamente. No bajas la mirada. Viene hacia ti tirando de uno de esos carritos de hacer la compra; lleno de paraguas, fulares, gafas de sol y linternas. Trae collares y pulseras colgando de un brazo además de tres sombreros sobre la cabeza; puestos uno sobre el otro.

Él arranca y dribla al camarero. Rápido tres pasos más y levanta el carro para hacerlo pasar por encima de dos sillas. Hace un quiebro para dejar a un lado al señor de los anillos y para cuando te has dado cuenta estáis frente a frente. Tú, inmóvil con el codo en ángulo recto sujetando el vaso y mirando hacia arriba para mirarle a los ojos.

Te dice:

-Galtzerdiak nahi? Merkeak, hiru euro. Eguzkirako betaurrekoak nahi? Merkeak bi eta erdi. Euritakoa nahi? Bost euro.

Ha encestado un triple.

Dices que no con la cabeza, pero extiendes la mano hacia una mesa y le invitas a sentaros juntos.

– ¿Quieres tomarte un salda dago conmigo? – le invitas.

Acepta. Y en un momento de la conversación, mientras os contáis las experiencias, las idas y venidas de vuestra vida, y los planes de futuro… hincas los ojos en el euskaltegi del otro lado de la calle y le dices mientras señalas:

– ¿Ves aquello Michael Jordan? Pues en setiembretxu me apuntotxu.

 

· Y alguien dijo en la lengua de Cervantes:

“Un idioma necesita menos amantes y más hablantes”

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