Lo que nunca se fue
Óscar Gómez Mera
Venimos asistiendo desde hace ya unos años al auge del movimiento ultraderechista. El último ejemplo es la elección como presidente de Brasil de Jair Bolsonaro. Un fascista al que el pueblo brasileño votó de forma masiva creyendo que era de mentira, por miedo a un socialismo de mentira que creyó que era de verdad. En Brasil la gente votó, no para mejorar su vida, sino para empeorar la del otro, la del supuesto enemigo que le crearon. Quién vota clasismo, homofobia, racismo, xenofobia, odio… no vota para estar mejor, vota, consciente o inconscientemente, para que esté peor el vecino.
En el Reino de España nunca ha dejado de estar presente. Durante unas décadas estuvo camuflado. La modélica transición no fue más que un pacto con el régimen franquista para cambiar de collar pero no de perro. Se engalanaron las viejas estructuras franquistas con ropajes democráticos. Se aplicó barniz a la vieja y podrida madera del régimen. Pero pasados 40 años el barniz se secó y cayó, y el viejo rostro de la larga noche de piedra se despereza tras la siesta.
Desde hace ya unos cuantos años, quienes añoran tiempos pasados los vienen reclamando sin ningún rubor. El verdadero poder quiere mano dura contra cualquier atisbo de disidencia, de democratización, de independencia, de libertad. Y han puesto a sus huestes a trabajar sin descanso. Lo vemos cada día en las luchas sociales y reivindicativas. Se juzga a raperos y titiriteros como terroristas, mientras se considera una anécdota que un tipo tuviera un arsenal militar en su casa con el que pretendía atentar contra la vida del presidente del gobierno. Se recorta en sanidad, educación, dependencia, mientras se eleva estratosféricamente los sueldos de quienes han de repartir leña a todo el que sea tachado de desafecto al régimen. Se encarcela a quien empuñó por toda arma una urna de plástico, o a quien no se dejó avasallar en una pelea de bar, mientras se deja en libertad a manadas violadoras de niñas de 18 años. Se conceden prebendas a la banca mientras se escatiman céntimos en las pensiones. Se denuncia a 19 gallegas y gallegos que piden la devolución del Pazo de Meirás al pueblo, mientras se sigue subvencionando a la Fundación Francisco Franco.
Todo ello aderezado con unos buenos chorros de chulería, prepotencia, chabacanería y testosterona. Como los resultados electorales no suman y la aplicación de ciertos artículos de la constitución no han dado el resultado esperado, buscan un nuevo incendio del Reichstag mientras cabalgan por la provincias traidoras reclamando su derecho de pernada. Necesitan desesperadamente que alguien pierda los nervios para perpetrar sus macabros planes. Necesitan de un nuevo Calvo Sotelo para dar comienzo a otra larga noche de piedra.
Se les llena la boca con la constitución y la unidad de la patria mientras insultan a gran parte del pueblo vasco y catalán. No se conforman con que Catalunya y el País Vasco sigan formando parte de España. No quieren unidad, sino uniformidad. Que todas y todos desfilemos marcando el paso de la oca bajo el arco del triunfo. No buscan un proyecto integrador de España, poner en marcha la comunidad política solidaria que muchas y muchos anhelamos, una patria de todas y todos donde tengan cabida las diferentes identidades, culturas, lenguas. Quienes reclaman a machamartillo la unidad incuestionable de España buscan un enfrentamiento civil entre españoles. Que se castigue, se reprenda y se prive de libertad, y de lo que se tercie, a quienes no piensan como ellos.
Y entre toda esta maraña surgen líderes, estructuras, organizaciones. Y el poder económico los alienta y sufraga. Y cuando no surgen los hacen surgir, hablando en nombre del pueblo cuando en realidad promueven los intereses del poder. Prometen acabar con la pobreza, pobreza que achacan al extranjero, al rojo, al separatista. Pero su objetivo no es acabar con la pobreza, sino con los pobres. Entre otras cosas.
Hay quien piensa que por tener constitución y elecciones ya vive en una democracia. Pero quienes se presentan como salvadores de la patria, garantes de la ley y el orden y regeneradores de la política son los herederos morales, intelectuales y políticos de quienes fusilaron a Lorca, bombardearon Durango y llenaron las cunetas de España de las únicas y los únicos que merecen ser considerados madres y padres de la patria.