Llegado el caso
Francisco Etxeberria
Ya sabemos que los crímenes se ocultan y además también se encubren. Llegado el caso, los pozos y simas son un lugar frecuente para ocultar las pruebas de un crimen. Arrojar cadáveres en ellos bajo la idea de que nunca van a ser encontrados ha debido formar parte de una creencia sostenida a lo largo de mucho tiempo.
Y lo cierto es que las creencias siempre tienen una razón de origen y seguramente un fondo de verdad, como los mismos pozos.
¿De dónde viene la creencia de que en el interior de la cavernas habitan toros de color rojo? ¿Por qué rojos? Seguramente en el origen debe existir alguna razón que nos resulta ahora imposible descifrar.
Así, entre mitos, leyendas, creencias e historias, se conserva una que resulta preocupante a la vista del estudio documental del caso. De hecho, los humanos aceptamos que las pruebas se construyen desde la vertiente testifical, documental y pericial como en su momento lo intentó un Juez de Iruña cuando supo que una familia entera había desaparecido en Gaztelu.
Una familia desaparecida, una txabola incendiada, una sima cercana … Todo parece apuntar a un crimen de proporciones poco frecuentes en la larga historia de los pueblos al sur de los Pirineos.
En efecto, eran tiempos de guerra y de postguerra. De confusión, de miedos y de abusos, cuando se iniciaba una investigación oficial sobre unos hechos que no pudieron ser demostrados completamente.
Y desde entonces, la historia y la creencia permanecían como dormidas entre las gentes del valle y de la montaña.
Por este motivo, reactivada como consecuencia del hallazgo reciente de otro cadáver en la misma sima, era hora de realizar un acercamiento a la primitiva historia. La primera, tan enigmática como la segunda.
Un planteamiento que también puede servir para el diseño de un guión cinematográfico o que al menos trata de completar, también en parte, un escenario del que no sabemos casi nada a pesar de que muchos expertos en historia contemporánea digan que de la Guerra Civil ya está todo dicho.
Bajar al fondo del pozo impresiona por sus características, pero imaginar el momento en el que fueron arrojadas al mismo una mujer y sus siete hijos me resulta casi imposible.
En el fondo, también de pozo, hay una historia no aclarada. Así cuando nos planteamos la necesidad de dignificar a quienes lo perdieron todo en la guerra, que cada uno piense en lo que le toca y actúe en consecuencia porque ante las vulneraciones de los derechos humanos no podemos ser neutrales. Nos toca hacer algo y llegar hasta el fondo.
* Francisco Etxeberria es Profesor de Medicina Forense y miembro de Aranzadi