Las cosas pasan
Vicente Carrasco ‘Bixen’
Una niña nace muerta. Muere un día antes de venir al mundo sin que nadie pueda hacer nada que no sea ayudar a la madre a que dé a luz una criatura muerta. A raíz de la experiencia, esa madre, nacida y criada en una cultura carente de la necrofilia católica, con sus cementerios cerrados a cal y canto durante la noche y llenos de sarcófagos de piedra, vírgenes llorosas, cristos hiperrealistas, caras gimientes esculpidas junto al nombre del difunto y muchas flores naturales y de plástico, esa madre celebra el cumpleaños de esa criatura perdida (que tiene nombre) cada año en casa con sus tres hermanitos más pequeños. Y en el cementerio. En ese cementerio que es un bosque y un jardín al que yo voy porque sí, porque me encanta que no sea lúgubre y no esté lleno de sarcófagos y vírgenes llorosas.
A mí me llevaban cada 15 días a uno de esos bien tétrico con sus cipreses y sus estatuas terribles a ver (y a rezar delante de) mis abuelos paternos y maternos, mis tíos y mis tías. Estos niños van a celebrar con su hermana mayor durante un ratito todo lo que tienen que celebrar a lo largo del año, no solo el cumpleaños y el día de difuntos. Cada cual hace lo que puede para sobrellevar la pérdida. ¿Cómo se procesa el parto de una niña muerta? ¿Y un embarazo completo seguido de la muerte del bebé tras unas pocas semanas? ¿Y confirmar lo que los médicos dijeron en el cuarto mes, si queréis seguir adelante es contra nuestro consejo, nacerá pero no sobrevivirá?
Al principio de un embarazo las posibilidades de que se pierda son mucho más altas de lo debido para poder relajarse del todo. Acaso por eso mucha gente no dice nada y lleva su incipiente embarazo con el mayor de los secretos. ¿Entonces ya es oficial? Pregunta alguno al recibir la noticia. Tres o cuatro pruebas de embarazo (de distintas marcas y en distintos momentos del día) y una visible tripita no es bastante para poderlo contar, por lo visto.
Pero se pierden. Muchos. Muchísimos. Con madres muy jóvenes o con las cada vez más frecuentes madres de más de 40. Los hombres revoloteamos alrededor de este inmenso agujero que se traga a tantas criaturas que pudieron ser y no fueron haciendo, en el mejor de los casos, lo posible por ayudar. Podemos intentar asumir que a veces ellas saben y punto y nosotros lo aceptamos o hacemos el gilipollas otro poco, que total es algo que podemos hacer sin mayor esfuerzo. En el peor de los casos… ¿quién no ha visto lo que un hombre puede hacer en el peor de los casos?
Al contar la pérdida de un embarazo, que al principio del principio no es sino un pegote de células sin espina dorsal, sin cerebro y sin ese corazón enloquecido que se ve en las primeras ecografías, llegan todas las historias que tanta gente ha mantenido de puertas adentro y confirman la sospecha de este que lo cuenta que no es, de largo, lo peor que podría haber sucedido. Aquí intentan salvar a prematuros a partir de la semana 22, pero hay quien tuvo que expulsar un feto en la semana 21 en el baño de un hospital. En un cubo. Al menos no fue en casa. ¿Qué haces con ese muñeco de 21 semanas si te pasa en casa? ¿Vas al bosque y lo metes en un agujero? Mujeres que reciben el diagnóstico de que sus posibilidades de concebir son remotas. Se van a su casa con el alma hecha pedazos y se quedan embarazadas, pero efectivamente pierden el feto en las primeras semanas; pero dos meses después conciben y todo va perfecto y hay por ahí danzando un mocetón que ya está aprendiendo a leer con sus mofletes sonrosados.
No veo la razón para que no piensen esas mujeres en algunos momentos que las tratan como a ganado. Recoge este sobre a tu nombre con las pastillas metidas en sobrecitos más pequeños que tienes que tomar para soltar toda esa materia inútil que todavía tienes dentro de ti y que hace que tu cuerpo siga creyendo estar embarazado aunque ya no lo estés. Dentro del sobre tienes las pastillas necesarias (y más, por si acaso) y todas las instrucciones. Para que pases miedo de verdad, en este país en el que los analgésicos potentes son más escasos que la pomada de uranio te vamos a meter dos dosis de opiáceos para que las uses en caso de que tengas dolor alto, que todo puede ser. Si tienes alguna duda llama a este número. Si llamas a ese número una grabación te dice que tienen el cupo de llamadas cubierto para ese día y que pruebes el próximo día laborable, que en este caso es dentro de cinco días. Aunque llames a las 8:30. Vas a tener que llamar al servicio centralizado donde una enfermera atenderá tus preguntas leyendo de una lista de pasos a seguir porque nadie puede saberlo todo pero en ese número reciben llamadas sobre todo lo que puede pasar y pasan muchas cosas. Muchas.
De todos modos el embarazo que dio origen a esta historia es la sorpresa que tenía preparada la naturaleza a una madre que exactamente dos años estaba fajando un cáncer muy agresivo y un padre que hace menos de una década pasó las paperas, algo que implica un 50% de salir estéril del trance. Hay que disfrutar las cosas por lo que son, no por lo que podrían ser. Porque las cosas pasan y la mayoría son malas. O regulares. Y las malas son malas de verdad. Pero también hay buenas.