La luna de E.T.A.
Niko Moreno
· Niko Moreno es militante de EHBildu y exalcalde de Elorrio
Una conocida cita dice aquello de que cuando el dedo señala la luna, los necios (y necias) se quedan mirando al dedo.
Bastante de esto ha pasado, y continúa pasando, respecto a la reciente historia -hoy acabada- de ETA. Desde su declaración de abandono de la lucha armada – según ideología llámese violencia o terrorismo también si se quiere, no tengo miedo a las palabras- el número y la prestancia de cuantos y quienes se han quedado mirando al dedo han permanecido atendidos con respiración artificial y alimentación inducida. Y durante todo este tiempo me he preguntado por qué tanta necedad ante lo que, evidentemente, eran oportunidades y buenas noticias en una buena dinámica y en una buena dirección. Igual que Erich Fromm reflexionó sobre el miedo a la libertad, aquí podríamos hacerlo acerca del “miedo a la paz” pues sólo desde esa óptica puedo entender ese inacabable listado de condiciones, peticiones y exigencias que, tras negarles razón alguna para la existencia, han sucedido a cada movimiento y/o silencio de la organización armada.
El “sin violencia todo es posible” es el paradigma lingüístico de unas ideologías y pensamientos que, condicionados por la acción violenta que determinaba el desarrollo del conflicto político vasco, se mostraban incapaces de reflexionar sobre el más allá de éste o sobre su raíz política. “Que pare esto y hablaremos de todo”, decían, proyectando esa incapacidad en una pantalla de posibilismo.
Cuando llegó Aiete y la subsiguiente declaración de ETA, la luna empezó a menguar, pero, obsesionados con eldedo, la tacharon por insuficiente. Pasó un tiempo, y mientras unos reflexionaban y seguían avanzando en sus propuestas, otros, desde su inmovilismo, inventaban nuevas exigencias barnizándolas con ética. Y llegó la entrega de armas, deliciosa en su formulación y apasionante en su resolución. También insuficiente, la calificaron. Pero lo cierto es que después de unos años sin acción armada en los que la represión más encarnizada -y por veces sutil- continuó en sus mismos parámetros, y hubo presos muertos y familiares accidentados, es decir, ni un sólo movimiento en positivo por parte de quienes desde otra parte del conflicto tenían la oportunidad de hacerlo, ha llegado la definitiva desmovilización, desmantelamiento y disolución de ETA. La organización ya no puede hacer más en pro del establecimiento de una paz justa y definitiva, una paz que traiga una reconciliación y una verdad y una justicia colectivas. Pese a todo, insuficiente la siguen tachando quienes a partir de ahora pretenden exigir… ¿A quién?
Creo sinceramente que han perdido un tiempo precioso. Más preocupados en buscar excusas y crear trabas, por ese “miedo a la paz” han intentado disfrazar de calidad ética su interés político, y se han quedado sin interlocución, sin adversario y sin recursos de efecto. Sólamente les queda afrontar la realidad y asumir su papel. Desgraciadamente, me temo, continuarán mareando a algunas víctimas.
Ahora que la luna de ETA es nueva, esos mismos necios que ahora encarcelan independentistas catalanes -y quienes les sostienen políticamente- seguirán buscando el dedo que la apunta.
Lo peor es que no se dan cuenta de que ese dedo es el suyo.