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La espera

Tony Alonso

Tony Alonso

Notas desde cualquier rincón.

Entre las mil cosas que veo por la Red:

… «esperar a que se enfríen las emociones antes de sentarse a escribir»…

La verdad es que no es por falta de intenciones. Infinidad de imágenes luchando por tomar forma. Pero también pienso que el horizonte que veo es demasiado pésimo como para hacer participe de mis fobias a los más cercanos, cuanto si más a una nube de gentes abstractas.

Borrosas sombras anonimizadas tras perfiles enmascarados.

En un mundo desbordado de interrogantes, lo que más falta hacen son rayos de esperanza; unas chispas de ansiada luz en el imperceptible horizonte.

Chispitas para amortiguar las innegables consecuencias de la enfermedad .

Una luz… una vacuna… la anhelada inmunidad.

Certezas para un futuro impredecible.

Yo no las tengo.

Por otro lado, en este tiempo donde todos los días son domingo, estoy convencido que no sería bien acogido acercarse a cualquiera otra que no fuese esa ansiada realidad salvadora por muy obvia que ésta pudiera ser.

Inexistente.

Aunque en este mundo de incoherencias también pienso que es deshonesto no hacerlo.

Demasiado oscuro.

Ahora más deshonesto que nunca.

Relativo.

Las realidades son tantas como lo son los seres, imaginarios o no, que estáis alrededor de estas líneas. Y todas ellas son inciertas. Incluso las mías.

Porque en el fondo escribir siempre ha sido eso: negras emociones sobre un abismo en blanco… aún sabiendo que el mundo, quizás de manera consciente, prefiera mirar hacia otro lado.

… simplemente esperar… mientras escribo notas intrascendentes desde este privilegiado mirador… experimentando con las palabras… con los sentimientos… y con el vacío.

Pienso… No debe de ser muy distinto a lo que están sintiendo las gentes sin rostro que cada noche salen a aplaudir.

Aplausos anónimos que deberían conmoverme.

Seguramente, cada uno de ellos anhela un poco de lo mismo que yo. Sin pensar… o sabiendo… que, al final, nadie va a salvarnos.

Nadie.

Solo uno mismo, solo, puede hacerlo.

«Lo sé… No hace falta que me lo digas.»

Escribo estas anotaciones, buscando refugio en el yo más primitivo, con certezas inconfesables, redescubriendo los sonidos de la noche.

No hay luz.

Ni chispitas.

Solo oscuros sonidos… y la espera.

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