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El Juego de las Siete Familias

Alberto Cebrián A botepronto IBAN GORRITI1

Alberto Cebrián

· Periodista

Crecí pensando que la Historia progresaba mediante la lucha de los oprimidos contra sus opresores. Siempre entendí que los esclavos se levantaron contra sus amos; o que los siervos apuntaron sus azadones contra sus señores feudales. De la misma manera, siempre he vivido con la certeza de que hoy en día, a un lado nos encontrábamos los de clase obrera y, al otro, los de la burguesía. ¡Qué equivocado estaba! Las clases sociales antagónicas no existen.

Es verdad. Da igual si eres quien produce o quien amasa los beneficios. Da igual si estás arriba o abajo. Lo que sí existen son los matices en personas que objetivamente pertenecen a una misma clase social. Tenemos a transexuales racializadas lesbianas enfrentadas a mujeres no binarias blancas cisheterosexuales por ver quién soporta mayor opresión por parte del maligno hombre blanco heteronormativopatriarcal. También tenemos a personas veganas que sólo mantienen relaciones afetivo-sexuales con otras personas veganas en la creencia de que quienes comemos carne, somos unos asesinos. Y tenemos a fontaneres chines del Atlético de Madrid que no entienden absolutamente nada de lo que ocurre, pero para quienes lo más importante son los presos y el euskera.

Es como el Juego de las Siete Familias. En él, tenías que reunir las cartas de la familia bantú, de la tirolesa o de la mexicana. Pues bien, hoy la colección de la diversidad* tendría como 1.371 cartas y cada familia tendría sólo un miembro. Dos a lo sumo. Y todos muy activistas de lo suyo. Sólo de lo suyo. Y todos ofendidos por doquier para que les hagan caso.

Mientras hace años hablábamos en clave colectiva sobre problemas que nos afectaban a todos, como clase, como pueblo trabajador, hoy se impone un discurso individualista. En él, cada activista acentúa su problema y su diferencia por delante de cualquier otra consideración más amplia, por encima de las cuestiones que nos afectan a todos como clase social.

Desde luego la lucha concreta de cualquier colectivo es importante, pero por sí solo no supone mayor problema para el sistema. Ese individualismo de los activistas del que hablo, no es más que la plasmación en el movimiento popular de las ideas del liberalismo político, donde se pone siempre al individuo en el centro de cualquier discurso.

A la feminista Ana Patricia Botín y al esclavista Amancio Ortega esto les viene de perlas. Al sistema capitalista, encarnado políticamente en el régimen del 78, esto le viene de fábula.

*A este respecto recomiendo la lectura del libro “La Trampa de la Diversidad”, del periodista y escritor Daniel Bernabé.

https://www.akal.com/libro/la-trampa-de-la-diversidad_48986/

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