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Un intento de disipar la niebla

CARLOS LOPEZ

Carlos López-Pardo

Yo no era consciente de la niebla de polvo y olvido que rodeaba la figura de Bartolomé de Erzilla hasta que, creo que fue una tarde-noche lluviosa de Febrero en Granada, recibí una llamada de Elena (Elena Orobiogoikoetxea) pidiéndome un texto para arropar las obras para piano que iba a interpretar en un concierto de homenaje al músico.

Las referencias directas eran pocas -siguen sin ser muchas-. Algunas, contrastables. Otras, dudosas. Nos quedaba la posibilidad de elaborar una ficción en el aire, un cuento basado en suposiciones. Pero nosotros no solemos hacer eso. La capacidad de invención es un complemento útil cuando se trata de rellenar las grietas, los huecos entre una cosa y otra cosa. Pero si no arraiga en la materia de la Historia, tiene el mismo valor que cualquier otra ficción. Mejor o peor contada, más o menos atrayente, pero igualmente infundada.

Y entonces entró en el juego Marian, Anisia, con la que me puse en contacto al mes siguiente.

Marian ha rastreado en la época. Ha explorado los registros, las actas, la prensa, los libros de los cronistas locales,… Con la sutileza de un abanico de encaje, ha ido aventando esa neblina, descubriendo los hitos, buscando los anclajes de esa vida tenue…

Así hemos construido la narración, el cuento de Bartolo. Un cuento en el que se entreveran los datos ciertos, contrastados, acerca de su biografía con los eventos que la rodearon, con las corrientes de la Historia, con los pequeños hechos cotidianos. La conciencia de comunidad que se desprende de las actas municipales. La sensación de vida bullente de los periódicos. La fe en el progreso y el miedo al progreso. Las grandes aventuras que acaban mal o que acaban de una forma rara. Las tensiones sociales que van cambiando según cambian los tiempos. Las inquietudes culturales, artísticas. La entrada en el panorama de nuevos sujetos…

La verdad es que la corta vida de Bartolomé de Erzilla debió de ser muy rica. Por diversas razones, por su entorno familiar, por sus inclinaciones personales, por los amigos de los que se rodeó, estuvo cerca de todo. Quizá no en el centro, pero sí cerca. Y no como uno que pasaba por ahí, sino como uno que toma parte.

Su música recoge las corrientes principales de su tiempo. Los valses, mazurkas, schottis, habaneras que salieron de los salones aristocráticos para animar el ocio de la naciente burguesía, y luego también los momentos de diversión de los proletarios. Los zortzikos, las músicas de su tierra. La música religiosa. Los cantos folkloricos, en los que se escuchan ecos de otras tradiciones en una mezcla impura y atrayente…

De todo esto, tan solo una pequeña parte se verá reflejada en el cuento que vamos a contar el sábado próximo. Hay demasiada riqueza en ese fin de siglo, tan lejano y tan parecido a nuestra época. Ojalá tengamos algún día la oportunidad de contar la versión larga del cuento.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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