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El Ayuntamiento y los homenajes a (algunos) clubes deportivos

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Editorial

 

· El Ayuntamiento de Durango ha hecho recibimientos oficiales en los últimos años a algunos clubes de la villa. No han trascendido los criterios a partir de los que las personas que lo deciden basan sus elecciones. ¿Por qué unos sí; otros no? ¿Por qué unos clubes sí y otras personas a nivel individual no? 

 

Todas más o menos sabemos qué significa el vocablo igualdad. Todos seríamos capaces de definirla de alguna forma. Llegados hasta aquí -no muy lejos- se hace más difícil que buscar su significado, encontrar el de una palabra más: Criterio. Es decir, esa regla o norma conforme a la cual se establece un juicio o se toma una determinación.

Bien trabajada la igualdad de forma transversal a diario en un Ayuntamiento, cabría agradecer que en el mismo Consistorio los criterios existieran, que los hubiera. Que se dieran a conocer en divulgaciones prístinas o en folletos interesados, es lo mismo porque el objeto final es loable, aplaudible. Sería garantía de equiparación, es decir, esa comparación que se establece entre dos personas o cosas considerándolas iguales o equivalentes. También vale para clubes.

En los deportes se premia el juego limpio. Lo demás, no debiera tener tanto valor. Pero dentro de los terrenos de juego en equipo o -no olvidemos nunca- individual no hay visos de igualdad en sueldos, no hay equiparaciones.

En el plano consistorial tampoco. Si hubiera criterio administrativo, municipal, si de verdad se quisiera que lo hubiera, lo mismo soñaría un futbolista de tal club que un tirador de saquitos de otro; lo mismo agradecería un detalle una triatleta que un equipo de natación y salvamento; lo mismo se emocionaría un subcampeón de Europa de transplantados que los componentes de un club de pádel; igual de sonrientes se presentarían ante su pueblo un club de balonmano femenino que una deportista de fitness; otro tanto un campeón del mundo de pesca submarina como un señor de calva, un club de badmington -que si no existe, como institución se le puede aplaudir impulsarlo-, un integrante de un club de moto club o trial, otra de gimnasia, ese equipo de fútbol sala que durante olvidadas temporadas no paró de ascender campaña a campaña, aquella ejemplar arquera, la niña pelotari que tampoco duerme la noche anterior de una final, los ajedrecistas, las de tenis, los de escalada, un club de rugby, el de racing, el de baloncesto, los componentes de tantas artes marciales, quien ensaya a cesta punta entre charcos, la lanzadora de martillo con todo el tesón del mundo, el jovenzuelo del parkour, al aitite que disfruta con el tenis de mesa o aquel que no deja de colgarse mil medallas en pistas, a la amama que nada 3.000 metros entre semana, al club de ciclismo

Es injusto, incluso, no acabar este editorial citando todos y cada uno de los deportes existentes o posibles, incluido, ala delta… porque, además de juego limpio, nos premian a todo su pueblo con su ilusión, la misma del resto. Desde aquí abajo también les aplaudimos allí arriba.

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