Hay muertas, y muertas
Óscar Gómez Mera
· A la memoria de todas aquellas personas que perdieron la vida mientras intentaban ganársela
En los últimos tres años 1.833 personas perdieron su vida en accidente de trabajo en España. 618 en 2017, 607 en 2016 y 608 en 2015.
Existe violencia más allá de la violencia terrorista y otros tipos de violencia que pueden rentabilizarse políticamente. Violencia es perder la vida mientras se trabaja. Violencia es no disponer de las medidas de seguridad necesarias mientras se desarrolla la actividad laboral. La precariedad es violencia. Cobrar sueldos de miseria es violencia. Ser pobre cuando se trabaja es violencia. Que te echen del trabajo es violencia. Violencia es estar a disposición de un mercado laboral no regulado donde se antepone el beneficio privado, el recorte del presupuesto público, el capricho del empresario, alcalde o consejero de turno a la seguridad, el bienestar y la integridad física de las personas.
Pero hay violencia y violencia. Hay muertas y muertas. Y no todas permiten a la clase política hacerse una foto. Por eso la clase política no suele convocar actos de repulsa y solidaridad con las familias de las víctimas de accidentes laborales. No son víctimas que otorguen votos ni permitan hacerse fotos. La mayoría de las veces no se les reconoce como víctimas. Y cuando sí se les reconoce como tal es a un nivel inferior. Son víctimas de segunda o tercera división.
Cuando una trabajadora muere en su puesto de trabajo ninguna institución pública convoca concentraciones para solidarizarse con las familiares de la víctima y exigir el cese de este tipo de violencia. Porque no se considera violencia. Y cuando se hace es porque detrás de todo ello hay intereses políticos. Todas las víctimas debieran recibir los mismos homenajes.
Es despreciable y asquerosa la vil y ruin utilización que se hace de ciertas muertes para aprovecharse de ellas políticamente, mientras que en otros casos se condena a las personas fallecidas al ostracismo y al olvido.