Funeral en diferido
Rafael Hidalgo Segurola
Ahora que por fin se puede opinar sin que te apunten, en el más amplio significado de la palabra, pues opino que:
Siete años después de su fallecimiento por consunción, se han celebrado por todo lo alto en Cambo-les-Bains (Francia), los funerales de ETA en forma de show, con una puesta en escena que habrían envidiado los yanquis. Para mi gusto faltó un animado grupo de cheerleaders con vistosos pompones, pero comprendo que no se puede tenerlo todo ya que hay que tener en cuenta todo tipo de sensibilidades.
Tras esta ceremonia, cerrado ya el sepulcro tras 60 años de existencia de ninguna manera justificada, las posiciones de las partes enfrentadas durante su azarosa presencia, los nacionalistas de ambos bandos, los contrarios de los dos, las victimas y los neutros, siguen, seguimos, mirando a diferentes puntos del horizonte con lo cual las percepciones que percibimos del paisaje son muy diferentes.
La segunda derivada que queda pendiente por resolver, una vez definida la primera, es la indudable fractura social que ETA, sus mentores y los simpatizantes de la causa produjeron en la sociedad vasca ( la española no es objeto de este comentario porque vivimos aquí en el País Vasco).
Curiosamente o quizá no tanto, Otegi en declaraciones recientes ha manifestado que (sic) «ni en los tiempos más duros ha habido fractura social. Quien hace ese relato sencillamente miente» y pese a que esa opinión que no deja de ser una consecuencia de aquello de que «nada es verdad, nada es mentira todo es del color del cristal con el que se mire», es como para preguntarse ¿pero este hombre está en sus cabales?.
Con ese juicio, a todas luces compartido por HB Bildu y simpatizantes, cualquier esfuerzo de normalización de la convivencia – insisto, en Euskadi, no deja de ser una utopía-. De la misma manera que de las guerras carlistas no se acuerda nadie y dentro de unos pocos, muy pocos años, a los jóvenes no les sonará el nombre de Franco, aquí tendrán que pasar por lo menos un par de generaciones para que se haya perdido todo rastro en la memoria de estos malhadados 60 interminables años.