En recuerdo de ‘La Pitxirrosa’

Jesús Iturralde

Existió en Durango una señora conocida por La Pitxirrosa, que vivía en un piso en condiciones infrahumanas, a falta de cristales y abundancia de humedades.

En cierta ocasión se presenta a cobrar la renta el casero, que por cierto era cojo. Los vecinos al ver llegar al casero y suponiendo la tormenta que, como de costumbre, todos los meses se desencadenaba a la hora del cobro de la renta, se arremolinaron en la escalera para ver el espectáculo, pues a la protagonista le cantaba una mala uva olímpica.

Al abrir La Pitxirrosa la puerta y ver al valiente cobrador, le dio con la puerta en las narices, al grito de guerra: “¡Yo no pago renta; fuera cojos de mi puerta!”.

Insistió el cobrador tocando la aldaba con más moral que el Alcoyano. Abrió la puerta la inquilina, le cogió de la pechuga y le llevó hacia el interior de la vivienda, y los vecinos detrás.

La buena señora quiso decirle al cobrador que viese cómo vivía, sin cristales, corriente de aire inaguantable, siempre enferma… que le iba a llamar a Ramón, “el de la cárcel”, y le iba a preguntar:

-¿Es esta forma de vivir? ¿Hay derecho o no hay derecho?

Y Ramón seguro que iba a responder:

-No hay derecho.

-¡Ah!, ¿no hay derecho? Entonces, tirad la casa desde los cimientos y hacedla nueva.

Ramón el de la cárcel por entonces mandaba en Durango más que el mismo alcalde.

Pues tomen, amables lectores, debida nota de la retahíla que soltó La Pitxirrosa en su balbuciente castellano:

–Mirar tú. Viento por delante, viento por detrás. Esto es una cochinería, marranería. A mí, antojo me da, llamar a Ramón cárcel: Ramón, esto es supisiente o no supisiente? Él decir: No supisiente. Y responder: Ah, ¿no supisiente? Pues jo epurdiko zulo y nuevo! (Tirar desde el agujero del culo y nuevo).

Me imagino que el cobrador se lo pensaría muchas veces antes de volver a intentar cobrar una perra de La Pitxirrosa.

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