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El chirene viaje sin final del amigo Alfonso Irazola ‘Faruk’

Jesús Iturralde

Voy a relatar una anécdota chirene de la que fue protagonista un durangués muy conocido y querido en el pueblo hasta su fallecimiento.

Se trata de Alfonso Irazola, más conocido como Faruk. He estado indagando el por qué de ese apodo y según todas las informaciones recogidas, se debía a que se trataba de una persona de mucho peso –unos 120 kg aproximadamente-, con un gran bigote y porte distinguido, y que, al parecer, tenía un gran parecido con Faruk I, rey de Egipto, hijo y sucesor del rey Fuad y que en 1952 abdicó en su hijo Ahmed.

‘Faruk’, con un vaso en la mano, y Perico ‘Sagua’.

Pues bien, después de este pequeño paréntesis histórico continuamos con el relato.

La primera barraca de feria que llegó a Durango con sistema hidráulico, ya que las vistas hasta entonces eran todas mecánicas, se trataba de unos avioncitos en forma de torpedos que, además de dar vueltas, por su sistema hidráulico subían y bajaban, y esto suponía una gran novedad y los curiosos se amontonaban continuamente alrededor de los “torpedos”.

Al amigo Faruk no se le ocurrió otra cosa que intentar montarse en uno de ellos. El dueño de la barraca le prohibió terminantemente montar alegando, con razón, que se trataba de una atracción para niños y no para personas de semejante humanidad. Pero ante la terquedad y la fortaleza del bueno de Alfonso, el barraquero no tuvo más remedio que ceder.

Había que ver la cara de satisfacción de Faruk con su gran puro y sus 120 kg dando vueltas en los torpedos. Pero… llegó la hora de salir del avioncito y entonces vinieron los problemas.

¡¡Allí se armó el Belén!!

El amigo Irazola entrar, lo que se dice entrar… ya entró; pero salir…. Quedó encajado de tal forma que, aun con la ayuda de varios voluntarios, no había manera de sacarle del torpedo y según indicó el barraquero, la única manera de sacarle consistía en desmontar el avioncito, labor que llevaría entre 2 y 3 horas, a lo que el propietario de la barraca se negó en redondo ya que perdería varias horas de negocio en hora punta.

De nada sirvieron las protestas del pequeño gran chiquillo. ¿No quería taza? ¡Pues taza y media! Allí le tuvo el barraquero 5 horas dando vueltas, fumando puro tras puro y tomándoselo a choteo tanto el “aviador” como el numeroso público que se lo pasó en grande viendo el espectáculo hasta que se cerró la barraca y se procedió a desarmar el artilugio.

¡A mi modo de ver, al amigo Alfonso Faruk le tenían que haber concedido a título honorífico, el nombramiento de “aviador de año”!

 

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