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Clases

BIXEN

Vicente Carrasco ‘Bixen’

Delante de cada supermercado de Escandinavia hay, o había, una persona pidiendo. Casi en todos los casos se trata de gitanos de Rumanía y Bulgaria, aunque esto es relativo. Las autoridades suecas contactaron con estos dos países y para su sorpresa se encontraron con que se hicieron los longuis, algo muy fácil de hacer cuando se trata de gente que no tiene papeles y sencillamente no existe.

Esto es bastante reciente, de tres o cuatro años a esta parte. Incluso al norte del Círculo Polar Ártico (donde el verano es fresquete pero el invierno es lo que se puede uno figurar al oír “Polar Ártico”) sucede lo mismo.  De buena mañana se (¿los?) reparten andando o en furgoneta, a veces recién salidos de las camas-nido que se preparan para dormir a la intemperie. A la intemperie del norte de Europa, que no es cosa de broma. Ellas con sus plataformas imposibles, su ropa de colores fluorescentes y sus largas y elaboradas trenzas. Ellos cada vez más parecidos a los futbolistas que salen en TV, con sus zapatillas de suela fina, su patilla fina y hasta gomina en el pelo. Eso sí, suelen ser ellas las que se pasan el día sentadas dando los buenos días y las gracias. Se conoce que tienen el trabajo así repartido, pero no sabría decir a qué se dedican los futbolistas. Digo los hombres.

Me cuentan que en Dinamarca acaban de prohibir la mendicidad callejera y en Noruega el gobierno ha dado competencia a los ayuntamientos para emitir dichas prohibiciones. En Noruega, por otra parte, el gobierno no tiene la menor obligación de mantener a nadie que esté tirado en la calle, como bien saben decenas de españolitos que tras tragarse el capítulo noruego de “Españoles por el mundo” y creerse todas las milongas que les quisieron contar cuatro escogidos a los que les va muy, muy, muy, muy, muy bien, cayeron con su familia  y su candidez en invierno en un país donde dos refrescos y dos kebabs pueden salir por el equivalente de 30 euros y un café con leche tranquilamente pueden ser seis. Un café como una piscina, sí, pero aun así. En Suecia un portavoz del partido más votado aseguró que prohibir la mendicidad es intentar prohibir la pobreza y que la medida no tiene ningún sentido, pero gobiernan en minoría y no todos los partidos en el parlamento son igual de considerados.

No tiene una vida fácil esta gente, no, y el panorama no parece que les guarde muchas alegrías.

En el supermercado de barrio donde recojo el correo a veces hay alguien sentado a la puerta.  Pero antes de llegar, justo al salir del metro, casi siempre hay una mujer. Una mujer que no podría decir de dónde es.

Creo que tiene bastantes menos de 50 años, pero en los últimos meses su pelo ha pasado de entrecano a blanco como la nieve. Siempre está hablando. Muy bajito, no sé en qué idioma o a qué puede sonar, no sé si es una lengua europea o de medio oriente. Siempre está sola, pero parece mantener elaboradas conversaciones, hace visajes y mueve la cabeza como si estuviera en animada cháchara, pero no mueve nada más. He visto gente hablando con ella, dándole comida, leche, zumos. En esos momentos parece tan rota como podría esperarse. Y cuando vuelvo a pasar ahí sigue, a su conversación.

Creo que habla para mantener vivo otro tiempo en otro lugar. Colgando de las palabras en esa lengua que no comparte con nadie parecen estar las personas y lugares que fueron, que podrían haber sido, pero que definitivamente no son.

Llego al supermercado y la mujer sentada frente a un vaso de papel con una foto  de un montón de niños coloradotes y plastificada con celo no me dice hola porque en el pañuelo con el que cubre casi todo su cabello y su oreja lleva incrustado un teléfono móvil bastante pequeño. Y charla animada. Atenta a su entorno, pero como en un receso.

¿Que no hay clases? Vaya si hay clases. Hasta para estar tirado en la calle hay clases.

 

 

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