Muy bien, pero así no
Vicente Carrasco ‘Bixen’
La historia que me ocupa hoy es la siguiente: Un obrero eventual graba el chorreo que le echa un jefe de turno y se entera todo el mundo. Y tiene consecuencias, esta vez y contra todo pronóstico, para el jefe de turno.
Para quien no la haya oído aquí la resumo: sucede en una planta de Renault hace un par de semanas en un pueblo de la provincia de Palencia, España, Europa, Mundo, etc. Un currela eventual de 20 años es convocado, al parecer ya por tercera vez, al despacho del jefe de turno. Por lo visto no aprende, se deja piezas sin poner y eso es una cosa muy importante porque hacen coches (¡coches!) y tras cada fase de la cadena hay unos cuantos currelas especializados que revisan todo, ponen lo que falta y dan paso. En la habitación está presente una de esas personas, una currela en este caso. El jefe de turno se pasa ciento cuarenta y ocho pueblos, le amenaza con echarle, le hace un “a la salida me esperas” como en el colegio, y no le da de hostias allí mismo ni le da un ictus de las voces que está metiendo pues por muy poco.
Aquí está la grabación y con las fotos de los dos, que ahora con las redes sociales de todo nos enteramos:
https://www.youtube.com/watch?v=ULhyFzprjaE
Total, que alguno de los sindicatos con representación en la factoría empiezan a mover la grabación por aquí y por allá y al final hasta UGT y CCOO, que en casi todas partes se distinguen por moverse a la velocidad de la luz en la defensa de los eventuales, se plantan y le dan aún más bombo a la grabación.
No se cuál de los dos, pero me figuro que quienes apoyaron a este hombre y empezaron a mover la grabación serán los de Trabajadores Unidos (un sindicato de clase, combativo, con relación preferente con el SAT andaluz) y si no la CGT, y si no los dos.
Que le va a hacer desear no haber nacido en los cuatro meses que le quedan, le dice. Y se lo dice con con toda la mala baba, con toda la intención de zaherir. O sea, que lleva dos y le quedan cuatro, vaya. El típico contrato “largo” de un eventual, para cubrir los meses en los que los fijos se van de vacaciones como debe ser, tres o cuatro semanas. Ese chorreo le cae porque lleva dos tristes meses trabajando de obrero especializado y se equivoca y se le pasan cosas.
Pero oh sorpresa, a los cuatro días contados el jefe de turno es despedido fulminantemente.
Y la mayoría de la gente con la que he hablado de esto ha coincidido en que está muy bien hecho, ignorando eso sí en la mayoría de los casos lo que dicen los sindicatos en entrevistas en radios locales (donde antes salió la grabación) e incluso algún currela de la fábrica que lleva toda la vida y está a punto de jubilarse (léase, que le da igual si le meten un parte o le echan, que lo mismo le harían un favor): eso ha sido así desde hace años, los sindicatos (mejor dicho, los que ganan las elecciones y se mueven a la velocidad de la luz etc, etc) lo saben y callan.
Yo he conocido la precariedad de los trabajos por ETT en fábricas y en almacenes. He repartido muchas, muchas pizzas con frío y con calor pero sobre todo con frío, he pegado carteles y he repartido mucha publicidad y colocado mucha propaganda (menos para el PP para todos los que se me pusieron a tiro porque hay que comer y porque para los buenos siempre lo he hecho gratis). Durante años. Con una frecuencia vamos a decir intermitente, tampoco me voy a poner aquí farruco, pero durante años.
He estado a turnos, he hecho muchas noches y festivos porque sólo había eso, he hecho el trabajo de gente que ganaba 10 veces más que yo y en todos esos sitios había al menos un sicópata como este. Y cuando me pasé a la informática me encontré lo mismo, pero en una oficina. Un tío (como mínimo, a veces hay más de uno y ya aquello es una juerga) que porque le han dado unos galoncitos con los que está un poquitín por encima de lo más bajo empieza a comportarse como si fuera el capataz de una plantación de algodón, como el kapo de un campo de concentración.
Aislado de su anterior entorno ya no puede volver atrás y para conjurar el peligro de caer de nuevo y ser devorado se comporta (“cuando hace falta”, como ese tipo de gente suele decir) como el mayor hijo de puta que ha pisado la capa de la tierra, hace incluso como si el odio que sabe que se le profesa, los motes con los que sus subordinados le nombran para no mancharse la boca con su nombre real, las miradas que le esquivan, las espaldas que se alejan a su paso, esa rabia contenida que huele a distancia, le diera lustre, fueran su razón de ser y lo que hace que se levante por la mañana.
Y los hay que con los fijos no son muy buena gente, pero a los fijos no les tratan así. Es a los eventuales. O a los subcontratados. O los que están en la contrata de la contrata de la contrata como eventuales. Y todos los casos intermedios. Y los liberados sindicales de los fijos oyen esas historias como el que oye llover. Y hasta te recomiendan resignación y te dicen que es lo que hay. No me lo tiene que contar nadie porque me lo han dicho a mi.
En todos esos sitios hay uno o más de estas sabandijas principalmente porque hacen falta para el típico empresaurio y su idea de mantener el control de la gente y las cosas, y por otra parte porque hay gente que vale para unas cosas y otra que vale para otras. Todo el mundo tiene un nombre, decía la canción.
Ahora bien, echándolo a la calle no se arregla nada.
Y sí, claro que sí. A mí lo que me pide el cuerpo es echar mucho de menos la justicia proletaria y aquellas cojeras, ustedes ya me entienden. Pero de aquello hace mucho y ahora hay que hacer las cosas de otro modo.
La justicia proletaria produjo en algunos casos mártires con lo peor que ha salido arrastrándose del estiércol. Echar a la calle a este energúmeno, a este gusano, lo que hace es arruinarle la vida. Donde se establecen estas fábricas miles de familias dependen directamente de ella y luego otras tantas dependen de empresas auxiliares. Y en este tipo de sitios es eso o nada. Siempre hay un roto para un descosido y alguien con menos escrúpulos que un gato en una matanza (txarriboda bat esaten dana) encontrará trabajo para seguir haciendo lo mismo. ¿Pero y si no? ¿No estaba ya bastante amargado, bastante envenenado que ahora lo que queremos 20 veces más mala persona y por ahí suelto? ¿En qué cambia eso la situación de esos eventuales, del resto de encargados de turno, del resto de capataces de esa plantación? Por no decir de todas las demás. Quien lea esto y haya visto siquiera un poco de lo que digo sabe de lo que hablo.
¿Y qué haría yo pues, tanto hablar con tanta autoridad, como si fuera el cuñado de Pérez Reverte?
Pues de primeras no echar a la calle a este ser. El puesto de trabajo se le mantiene. No el mismo, claro. Un puesto de trabajo. Pero primero terapia.
Porque alguien que trata así a otras personas que están a su cargo, que se ensaña de esa manera tan sádica ni es jefe, ni es líder, ni es responsable de nada. Es un pobre hombre que martiriza a otros como un crío persigue gatos o tortura pajarillos porque alguien lo tiene amargado a él. Padre, madre, cura, profesor, hermano mayor o el vecino que era todavía más hijo de puta que él cuando era pequeño.
Terapia y formación. Y si llevaba a 50 currelas ahora va a llevar a 5 y vamos a ver qué tal. Una temporada larga de vuelo tutelado a ver por dónde respira y si no va, pues no va. Tendrá que dejar de llevar gente.
Otro lo hará, que gente hay mucha y alguna es muy buena. Pero hay que intentarlo. Y formación para el resto de jefes de turno. A la gente no se le puede tratar así y menos si son tus subordinados. Esa grabación hay que ponérsela a todo el que aspire a un puesto como ese. Si no siente náuseas es que no vale.
Las relaciones laborales en Hispanistán están podridas hasta la médula y ya no se usa ni la zanahoria siquiera, ya es palo gordo o palo gordísimo en muchísimos centros de trabajo. Me da igual logística que consultoría informática, España que Euskadi. Eso es lo que he visto.
Y dentro de esa reforma integral que hay que hacer hay que pensar en qué hacer con las relaciones laborales. Esas son las cosas que hay que cambiar para que la mayoría de las vidas sean un poco o nada miserables.