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A Rolex o a setas

BIXEN

Vicente Carrasco ‘Bixen’

La última vez que estuvimos en Euskal Herria un amigo nos regaló vino.

En realidad varios amigos nos regalaron vino. Lo que quiero decir es que siempre que vamos, siempre que voy, vuelvo con vino en la maleta. A veces es del que no se puede comprar aquí en Suecia. Luego me paso de peso, la maleta me hace un extraño y por sujetarla llevo desde semana santa en rehabilitación y lo mismo me operan como a esos que  juegan al balompié.

Lo que hacemos a veces porque los amigos son como son. Pero no nos desviemos.

Voy a hablar específicamente del vino que un amigo nos regaló la última vez que estuvimos en Euskal Herria. Un Rioja Alavesa joven, “un vino divertido”, según nos dijo este amigo del que tanto he aprendido. Por poner un ejemplo, si quieres que alguien pruebe un vino soberbio lo que haces es regalarle dos botellas.

Este vino por lo visto ha ganado un concurso en Francia, en Alemania o en algún sitio de Europa. No le entra en la cabeza a nadie que haya sido el bodeguero quien moviera un solo dedo para participar en nada, así que debe haber sido por pura casualidad o porque el vino bueno quieras que no tiene las patas largas. No quiere exportar porque total, le va a dar mucho más trabajo y es posible que más dinero, pero no mejor vida. Va a tener que hacer más papeles, más intermediarios se lo van a llevar crudo por estar entre él y el que se lo bebe y al fin y al cabo lo que él quiso cuando se puso a hacer vino hace cosa de diez años era vivir mejor.

Todo el trabajo lo sacan adelante entre dos personas (él y otro que le ayuda cuando hace falta),  producen unos cuantos miles de botellas al año y con eso vive bien. Y como suelen hacer los bodegueros que trabajan bajo el paraguas de una denominación de origen,  ese pico de la producción que no pueden sacar a la venta con todas las de la ley (etiqueta, holograma, número) sale sin etiqueta. Esas botellas sin nombre son las que me traje para Suecia. Una botella así, sin una mísera etiqueta, de partida hace sospechar a la gente del norte verdadero que está frente a algún brebaje salido de una destilería tan cutre que no da ni para imprimir unas pegatinas pero que, poco familiarizados con el vino joven, les pone a bailar como cobras desde el momento mismo de descorchar y dar a oler.

Quizás estoy dando a entender que con un vino así en Suecia, entre lo rico que está y toda la historia que tiene detrás, gano puntos de exotismo. Un exotismo que no tengo ni voy a tener me ponga como me ponga. Pero esa es otra historia. La de otro, supongo.

Yo cuento esta historia y enseguida veo si a quien tengo delante lo quiero para un rato nada más o vamos a hablar de más cosas. Si hay que abrir esa botella o no.  Si estamos a lo interesante o a lo importante.

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