a DURANGO
MARIANO MARTÍN MARTÍN
Heme aquí, contigo, Durango,
latiendo al compás de tus corazas,
esas, cuyo arte contienes y alcanzas
con ilustre y regio rango.
De tu esencia respiro tu fuego
el aire y el agua en que trazas,
lo que toda tu tierra en un ruego
a la historia la firma con bazas.
Describo engarzando en un lazo
admirando tu conciencia que lanzas,
con tu presencia y grandeza que alzo
y confirmas con tus alianzas.
Te tengo mecida en un juego
que lleva en su seno mil razas,
con gracias y glorias que luego
tú con adornos disfrazas.
Los hechos que escucho son magnos
tus hijos y ancestros lo avalan,
las siembras con todos los granos
que mis cinco sentidos aclaman.
Dormido en tu lecho profundo
residen los cantos que cantan,
quien vela y va por el mundo
luciendo tus señas que encantan…
al ser, que lo es, trotamundo
dejando unas huellas que lanzan,
con gestas tu nombre profundo
y gestos con brillo que abrazan.
Me dejas, Durango, mirarte
permites, mi flor, bendecirte,
consientes, mi estrella, adorarte
y con gusto exquisito decirte…
vida, que quiero besarte
el cuerpo y el alma que existe,
con fe, en tu gran baluarte
si me invitas , mi amor, a escribirte.
Yo soy tuyo y tú eres mía
quien puede a dos amantes,
que lo son por armonía
destruir sus estandartes…
nada y nadie, ni las suertes
de la muerte y de la vida.