La peluquera de Estocolmo y su Grecian’s 2015 style
Vicente Carrasco ‘Bixen’
Un amigo mío me cuenta que no suele ir mucho a la peluquería. Doy fe. Y que no suele ir siempre a la misma. Pero que cuando puede va a una que hay no lejos de su casa, donde entre el elenco (porque ahí no tienen personal, tienen elenco) está la chica más guapa de Grecia, que resulta que es peluquera en Estocolmo.
La chica más guapa de Grecia tiene, por lo visto, un inglés impecable porque estudió en Suecia. De hecho nació en Suecia, hija muy probablemente de una de las muchísimas parejas griegas que vinieron a Suecia huyendo del golpe de estado y la dictadura militar de los 70. Cuando tenía 17 años volvió a Grecia. No se hasta qué punto ese viaje fue volver o fue ir a Grecia, pero allá que se fue.
A finales de 2012 la chica más guapa de Grecia agarra el portante, a su marido y a sus dos hijos y se los lleva a Suecia. Ella vuelve, ellos vienen. Su marido no habla inglés ni sueco, aunque está en ello, parece ser. Tiempo tiene, porque no trabaja todavía.
La chica más guapa de Grecia pregunta y responde como preguntamos y respondemos en el sur de Europa cuando nos enzarzamos de palique con desconocidos y nos van gustando las respuestas: espontáneamente, sin parar y mezclando drama y humor. Porque en el sur de Europa, miren ustedes, mezclamos el drama y el humor con mucha maña y eso no se vayan ustedes a pensar que lo entienden en todas partes. Y sin parar de trabajar, embutiendo las preguntas sobre cómo va el corte de pelo en el muro de palabras que mi amigo y ella van tejiendo alegremente.
Mientras las tijeras batían la chica más guapa de Grecia y mi amigo se enzarzan en una pelea de gallos consistente en relatar de forma sucinta pero completa el escándalo político-económico más descacharrante. Está siempre la cosa reñida pero contra Grecia no hay rival. Lo de Grecia es un disloque. Esto del submarino que no flota a ellos les pasó con veinte o treinta unidades (¡20 o 30!) y al responsable no lo están juzgando por ese desatino y la pasta que se llevó en comisiones, sino porque no pagó impuestos (cero, nada) a pesar de que era evidente que estaba llevándose una millonada.
La chica más guapa de Grecia es de una zona montañosa, al norte del país, donde en invierno hace un frío del copón, tanto como en Suecia. La gente recibe recibos de la luz en invierno que son el doble o más de lo que ganan. Y eso los que tienen trabajo. Hay una fábrica allí que buscaba 80 trabajadores para contratarlos a media jornada, 280 euros al mes. En la puerta había agolpándose cientos de personas. La mayoría inmigrantes sin papeles, extremadamente vulnerables en Grecia ahora mismo y no solo porque no haya atención alguna para ellos (que también) sino porque los nazis les hacen la vida imposible de mil maneras, no siendo la menor de ellas que ahora mucha gente piense en Grecia que la existencia de esas ofertas de trabajo es precisamente por la puta culpa de los africanos desamparados y famélicos que se agarran a cualquier clavo ardiendo como un gato famélico corre pegándose a la pared, no sea que además de hambre caiga una hostia. Que cae. Vaya si cae.
La chica más guapa de Grecia nunca ha votado a los conservadores ni a la derecha vestida de socialdemocracia y guarda un relativo respeto por algunos comunistas, por ejemplo uno de sus tíos, que le lee la cartilla a los socialistas de cuchufleta de la familia en las reuniones familiares y se lía la de San Quintín. Tiene toda la pinta de que el jefe de la chica más guapa de Grecia acabará acostumbrándose a ella. Más le vale porque la chica más guapa de Grecia no parece de las que se acojonan fácilmente. Los suecos no rechazan instintivamente lo que no entienden, aunque sea muy evidente que no lo entienden. Esa franqueza en un entorno laboral con gente entrando y saliendo de la habitación no la entienden en absoluto.
Pero tampoco entienden que los del sur de Europa nos pongamos a hablar como si nos conociéramos de toda la vida, que hablemos de auténticos dramas abiertamente y que lo hagamos incluyendo el humor en la conversación, que nos riamos mientras hablamos de cómo un país y una generación tras otra se van por el retrete, se van a la puta mierda. Y no creo que sea por un simplista “mejor reír que llorar”. No es eso. Bueno, sí, mejor reír que llorar. Claro, y mejor comer que no comer. Lo exótico de todo esto es que en algunas culturas no todas las lágrimas son de pena, como no todas las risas son de felicidad. Y no todos los desconocidos lo son totalmente. Ni van a dejar de serlo por hablar con franqueza durante media hora.
*Vicente Carrasco ‘Bixen’. (Tarancón, Cuenca, 1970)