49 provincias y unas elecciones generales
Juan Carlos Pérez
*Juan Carlos Pérez es politólogo
30 de Diciembre, día de San Sabino, es una jornada como otro cualquiera… si no fuera porque es la víspera del final del año, en el calendario actual. Y dentro del universo, del mundo, del planeta tierra, lo que hoy conocemos como Estado español, es una cita con lugares interesantes en la historia de los últimos 2 siglos y pico.
En el siglo XXI cabe recordar que es el día en el que la mayoría necesaria aprobó el Nuevo Estatuto para la Comunidad de Euzkadi. Y que las razones que llevaron a su absolutamente legal, legítima, aprobación, aún están encima de la mesa, en una España que hoy, como el 30 de diciembre de 2004, se niega a sí misma y prefiere el artificio y el oropel a ser ella misma.
En otros ámbitos se podría llamar auto-racismo o auto-homofobia. Pero iremos, sobre todo, al día de 1833 en el que Javier de Burgos instauró el mapa de 49 provincias y al día de 1930 en el que el General Berenguer convocó elecciones generales para el 19 de marzo de 1931. Unos puntos interesantes en la historia de una España que puede acabar pasando a la historia, como le ocurrió al Imperio Austro-Húngaro. El tiempo será testigo.
Hasta 1833 el mapa de España era bastante ecléctico, aunque se habían hecho intentos de homogeneización, y se trataría de remedar a lo largo del resto del siglo XIX, dado que el intento de Javier de Burgos, en ese momento Secretario de Estado, y de resultas de esta propuesta premiado con un ministerio fue evidentemente un fracaso. Mismamente las localidades tradicionalmente cántabras de Peñamellera y Rivadedeva estuvieron muchos años su inclusión en la provincia entonces de Santander, es decir, Cantabria, y no en la impuesta desde entonces, la de Asturias.
Y como ese se sucedieron otro montón de errores de bulto como el no colocar el Condado de Treviño en la provincia de Logroño (actual La Rioja) por ser la de régimen común más próxima al enclave. Fue el criterio usado con Villaverde de Trucíos. Aunque Oñate fue entregado directamente a Gipuzkoa, lo cual deja en cuestión el hecho de la volubilidad y arbitrariedad del criterio asumido. Al final, más o menos, el experimento se ha convertido en definitivo.
Es interesante e importante la fecha, en tanto que, hasta entonces, las provincias, eran vascas, fundamentalmente. Sobre todo Gipuzkoa y Araba, dado que, hasta 1876 Bizkaia será Señorío y hasta 1841 Navarra será Reyno. Diputaciones, eran las forales, es decir, las cuatro hermanas vascas. Y se asumió el criterio provincial y de Diputación para establecer un patrón para el conjunto de España, una vez que estaba claro que la definición de España en la excluyente (antiforal, anti española y muy afrancesada) constitución de Cádiz de 1812 había saltado por los aires.
Se impuso un marco con carácter general, en el que a la provincia se le daba el nombre de su capital. De manera del todo injusta, porque la denominación tradicional del territorio bien pudiera haber sido otro. O haber tenido problemas en la designación de su capital. Problemas que no se tuvieron en cuenta. Y que el tiempo, en algunos casos, pudo arreglar.
Prueba evidente del gran fracaso que supuso esta estructuración territorial es el hecho de que la regionalización proyectada jamás se adoptó. No sólo en la de Javier de Burgos, sino en todas las propuestas de modificiación que jamás llegaron a aprobarse en ese siglo XIX tan prolijo de cartas otorgadas, constituciones de la parte que había alcanzado el gobierno, de pronunciamientos y golpes militares para apoyar un golpe de mano en las instituciones.
Y de un Espartero que juró una y mil veces que sería el primero en sacar la espada para defender los fueros vasconavarros, única herencia viva de la España decimonónica y tradicional, y fue el primero en sacarla para apuñalarlos, dado que era algo que iba en contra de la uniformidad y uniformización del estado, del que es prueba evidente el intento de provincialización citado de Javier de Burgos.
Es más que evidente que el nacionalismo español existe. Y durante el siglo XIX se generan mitos que creemos hoy de siempre, pero que no lo son. Por ejemplo, se considera la tradición belenística como algo intrínseco al ser español, y fue incorporado a la tradición española al señor Carlos III, anteriormente monarca napolitano, trayendo esa sana costumbre navideña desde Italia. O el famoso chotis madrileño no es sino la derivada de un estilo de baile traído de escocia. Scottish. Mal hablado, chotis. Como las espais en Cantabria para las zapatillas de hacer deporte. A lo que vamos, la reconquista es un mito. Jamás hasta el siglo XIX se habló de tal cosa. Como lo del concepto de guerra de la independencia. O rechazar en la memoria colectiva que en la edad media los portugueses se consideraban españoles, porque era un término geográfico, equivalente, por ejemplo, al hoy conocido como escandinavia.
Una referencia geográfica, sin contenido político, que en el centro-final del siglo XIX, en el que la crisis y redefinición de las españas en España, del plural al singular, acabó por incorporar de manera retroactiva. Y el uso del mapa no es sino un signo de imponer una visión de un marco conceptual al que se pretende unificar.
Mucho tiempo después llegó el crucial año 1930. Es interesante señalar que tras tantos intentos por estabilizar la política española en dos partidos, a la británica, que hizo Cánovas del Castillo (tras el vil asesinato de Prim el mismo día que desembarcaba el candidato aprobado por las cortes españolas, Amadeo de Saboya, que tan sólo se entontró en Madrid) … fue un pronunciamiento y no el actuar de la “democracia” la que restauró a los borbones, mientras se producía la tercera guerra civil, carlista, del siglo XIX.
El propio Cánovas acabó asesinado en Arrasate en 1897, un año antes del desastre con los EEUU, a manos de un anarquista italiano… Cánovas fue el que hizo el postrer y más doloroso intento de supresión de la foralidad vasco-navarra, con la derogación foral de 1876 (aunque compensada con el mantenimiento foral del Concierto de 1878, en la línea de la paccionada de 1841) porque molestaba a esa idea de estado unitario que, precisamente, en ese maldito siglo XIX propició el extrañamiento de los territorios ultramarinos de las españas. Al final Primo de Rivera, tras el desastre del Anual, en 1923, intentó poner un parche mussoliniano, para mantener, siquiera, de manera artificial, la testa coronada de los Borbones.
Cuando en 1930 dimitió el dictador Primo de Rivera tenía entre sus proyectos una idea republicana, pues tradicionalmente la jefatura del estado en manos borbónicas, a las españas les han traído más perjuicios que beneficios, si se juzga sin censuras y con capacidad de análisis y reflexión sobre los datos objetivos, reales, sobre todos y cada uno de los sucesos. Aún así, se mantuvo con la denominada dictablanda, primero de Berenguer, que convocó elecciones para el día de San José, el 19 de marzo de 1931. Luego, cuando este dimitió, terminó el mandato, por decirlo de alguna manera, el Almirante Aznar. Aunque tras los sucesos de 1909, 1917, 1923 … el desgaste asumido por la propia monarquía, los monárquicos … el rey, cuando el 12-14 de abril de 1931 intenta un último movimiento para salvarse a sí mismo y a la corona, vió que no tenía partidarios. Sólo le quedaba una guerra civil o el exilio.
Con posterioridad de ven “fácilmente” los errores cometidos, y analizar el pasado es el verdadero mehollo y ocupación de gente como los economistas, que tienen tanta dificultad para pronosticar el camino en meses o años vista hacia el futuro. Hay gente que acierta, así es, pero son los menos. Suele decirse, y dado que hubo cambio de tipo de convocatoria, que lo propio hubiera sido unas elecciones generales, como las que se convocaron ese 30 de diciembre de 1930, en vez de las parciales elecciones municipales.
Algo que tuvo sus implicaciones en que, las elecciones, que debieron ser municipales, de 1977, se hicieron generales, y las municipales se postergaron hasta 1979. El mal recuerdo de 1931. Una vez más el pasado de España amenazando el futuro. Y aquello de las dos españas y cual de las dos habrá de helarte el corazón. En general hay más de dos, pero es un simplismo que expone el enfrentamiento cainita tan adentro insertado en el adn de los (nacionalistas) españoles, sean de “derechas” o “izquierdas”.
Si las elecciones de 1931 hubieran sido generales el conteo de votantes hubiera sido general y hubiera reflejado la mayoría derechista y conservadora que se expuso en las definitivas elecciones de abril de 1931. Al ser municipales la mayoría republicana y de izquierdas del ámbito urbano se puso sobre la mesa con una percepción mayor de la que en realidad tenía, sobre el marco ya exausto y expuesto de un sistema, el del turnismo, el del caciquismo, el de la monarquía borbónica, corrupta, cleptómana, y con la familia dividida (con los carlistas, con sus diversas ramas, enfrente)… cayó como fruta madura. Como un país que no sabía que camino tenía que tomar, con iniciativas que iban a salto de mata, y dependían más de quien ostentara el poder en cada momento al hecho de llevar un carril estructural al que dirigirse.
Y es que las burguesías catalana y vasca dominaban, desde sus territorios, la economía de España y la corte… y, sobre todo la vasca, con un marcado acento anti nacionalista vasca desde los tiempos de Sabino, al ser este profundamente anti imperialista, defensor de los derechos de los negros (en cuba y en sudáfrica, con la guerra de los boer), o defensor de los derechos de la mujer. Un Madrid corte, centro político, pero muy de cartón piedra. Un estado demasiado débil en lo económico, pero muy militarizado y centralizado en la corte.
Seguramente, de una manera u otra, el cántaro, de tanto llevarlo a la fuente, hubiera terminado por romperse, por lo que, historiológicamente, es un debate interesante el hacer contrafactuales de que hubiera pasado si … con determinadas variables, respecto a 1930 y 1931, respecto a la cáida de los borbones y el advenimiento de la denominada segunda república española (por lo demás casi tan jacobina como la monarquía), aunque se puede asegurar que, políticamente, en los grandes procesos, que se llaman de larga duración, no hubieran tenido mayor incidencia que la de un mero aplazamiento temporal.
Así, es por ello, que el ejercicio de memoria de estos dos sucesos, es un hecho necesario para la memoria colectiva, para saber de donde se viene. Comprender, teniendo en cuenta todos los hechos y variables, y situando el suceso en su contexto y momento histórico concreto, sin extrapolar más que principios, que esos sí son de aplicación universal. Porque el presente y el futuro, a diferencia de lo dicho por Balmes y De Maistre, y en línea de lo afirmado por Renan, la nación es asunto de los vivos, de los que están hoy aquí, para decidir, colectivamente, cual ha de ser el porvenir.
Si retomamos el 30 de diciembre de 2004, la reacción española y españolista de sordera, ceguera y ataque indiscriminado a lo que no era más que una reforma de un estatuto de autonomía, de una de las 4 nacionalidades (hay 13 regiones además) en las que se estructura internamente el estado español según la vigente constitución de 1978 (la única votada por los españoles) sitúa claramente un escenario virtual del debate inducido (desde los poderes fácticos) por televisión y radio, y prensa escrita (ahora sería potenciado por redes sociales) y otro plano real de debate serio, sereno y de hechos.
Si esta España quiere evitar caer en errores como la definición de las 49 provincias o el quiero y no puedo de las elecciones previstas para marzo de 1931, cambiado el objeto de las mismas, para abril de 1931, al final rompiéndose el dique de contención que acabó por llevar a un nuevo golpe de estado, una nueva guerra civil y una nueva dictadura, esta de 40 años, lo mejor es, por una vez, intentar el diálogo, la empatía y la bilateralidad.
El mayor problema no ha sido competencial o de invasión en las tareas el otro. El mayor problema de España ha sido la ley del embudo, la existencia de incumplimietos de sentencias del Tribunal Constitucional por parte de entidades ligadas al estado, y una estricta observancia de otras autoridades de las nacionalidades y regiones. Permitir la ilegalidad en unos y no pasar ni una en otros. Esa desigualdad con el cumplimiento de la ley (los estatutos son leyes orgánicas de obligado cumplimiento y no se cumplen, como determinados preceptos de la constitución, para la que los partidos del régimen hicieron interpretaciones ad hoc fuera del TC o leyes de desarrollo de aquella manera, incluyendo elementos que el constituyente no incorporó) es un elemento estructural que desestabiliza la igualdad jurídica de los españoles, y pone en riesgo todo el sistema.
Y es de ese hecho del que surgió este intento de 2004 de un Nuevo Estatuto para el País Vasco. Y en el fondo, de aquí es de donde surge el desafió español en Catalunya, que en 2017 tendrá, dicen, un cuello de botella en el que habrá posiciones definitorias y, puede, definitivas, que pongan el rumbo hacia donde se dirijan las relaciones del mañana entre Catalunya y España. Y donde cualquier escenario es posible, aunque no todos son deseables. Llegado el caso, lo mejor que pueden hacer los catalanes, de manera cívica y democrática, una vez decidido su futuro (y más si es volar en libertad, y esto no es asumido en buena lid) es una huelga general indefinida. Aunque lo mejor sería el hacer un análisis realista (o dos) de las causas estructurales que han hecho que se llegue a este punto. Comunidad a comunidad. También con Catalunya.
Y asumir que, así, no se puede seguir. Y que asimetrías hay, y son necesarias, porque como en cualquier familia, cada hijo no se parece a su hermana o hermano. Somos diferentes, aunque tengamos reconocidos los mismos derechos y el mismo trato y acceso a derechos y obligaciones. Con diálogo, negociación, con voluntad política, en suma, es como se arreglan los problemas políticos. Aunque puede que ya sea demasiado tarde. Puede que ya se haya podrido tanto que ya sea irreversible, sea lo que sea que tenga que venir. Como cuando en 1988, el 30 de diciembre, Bruno Mikukic abandona su cargo de jefe de gobierno tras acusar a los entes autónomos de impedir el desarrollo de su política anti inflacionista. Yugoslavia. Ya era tarde. Hoy es ya historia. En España sería algo así. Pero al revés. Y, por cierto. Feliz Año Nuevo. Feliç any nou. Urte berri on.