41 AÑOS DEL ATENTADO ULTRA EN EL GANEKO ETXE · «Lo llegué a asimilar, pero no olvidar, hoy he pasado mal día»
Iban Gorriti
MUGA MEMORIA
EMAKUMEOK MUGAn
Hoy se cumplen 41 años del día en el que el Batallón Vasco Español hizo volar 400 gramos de Goma-2 en el restaurante Ganeko Etxe de Berriz. En el ataque fascista planeado para las 21.30 horas de aquel sábado 24 de enero, resultaron heridas siete personas que estaban cenando en el comedor. Una era empleada del establecimiento. Otros cinco clientes salieron ilesos, entre ellos un bebé. En el bar, en ese momento, había veinte personas más. «¡Pudo ser una verdadera tragedia!», valora rotunda la dueña del restaurante que a día de hoy está en obras, Maritere Alberdi. Ella compró el negocio y la casa adosada a este en 1979. Los adquirió de forma conjunta con su madre, Ángela Olabegoia, viuda de Gregorio Alberdi.
La organización parapolicial y terrorista española hizo estallar el artefacto en una ventana del restaurante minutos antes de que se sumara a las doce víctimas un grupo amplio de comensales que había reservado mesa. «Fue angustioso, un caos, todos en shock y a oscuras. Pensábamos que había muertos», resume la propietaria cuatro décadas después quien reconoce que hoy «he tenido mal día recordándolo, desde que me ha dicho un amigo que era el aniversario», detalla a MUGA.
En la mañana del día siguiente, domingo, los establecimientos hosteleros y públicos de la localidad decidieron no abrir en señal de protesta. Además, la denuncia consistorial y vecinal llegó a las calles tras un pleno de urgencia extraordinario en el que se concretó una condena enérgica por la acción del Batallón Vasco Español. Una manifestación recorrió en silencio el callejero berriztarra bajo el lema de la pancarta Disolución de bandas fascistas.
La noche anterior, minutos antes de la detonación, Maritere seguía junto a su hijo una película en el televisor en blanco y negro del bar. El largometraje era Psicosis, obra cumbre del suspense, del director de cine Alfred Hitchcock. Décadas antes, Alberdi vio esa misma película con quince años en el cine. Fue acompañada con el después alcalde por el PNV de Berriz, Antonio Barajuen Matxin. La tensión y terror que vivió Maritere en la butaca con quince años la sufrió en persona el 24 de enero de 1981. «Al oír la explosión, no se me ocurrió que fuera a ser en el restaurante. Creí que un camión se habría empotrado en el pórtico de la iglesia de aquí al lado», evoca. Segundos después, los gritos y el pánico confirmaron el ataque que el Batallón Vasco Español reivindicó al día siguiente «en el periódico Hierro«, como rememora la dueña del Ganeko Etxe, servicio hostelero hoy en alquiler. «Yo siempre le he llamado Ganeketxe«, agrega.
En esos momentos de confusión -en plena oscuridad al quedarse sin luz el restaurante-, se supo que habían resultado heridos Petra Concepción, María Piedad Concepción, Lourdes Gorrotxategi, Aurelio Concepción, Máximo García, Pedro Galindo y Ana Tena. La Guardia Civil llegó «en dos minutos». Los medios de la época informaron del ataque. Algunos se atrevieron a señalar que el BVE podía haber atentado -sin lógica razón- por ser un local en el que «se reunían gentes de izquierda radical, nacionalistas». «En Hierro, el Batallón Vasco Español adujo que en el restaurante se hacían reuniones clandestinas, de izquierdas. Eran los ochenta, años convulsos, muy violentos y, para entonces, yo me había afiliado a un partido de izquierdas. Pero te pasa eso y no sabes de dónde vienen los tiros, a cuenta de qué», valora, y va más allá: «Sentí hasta vergüenza, como si hubiera hecho algo malo. Al menos, nos vimos respaldadas por una parte de los vecinos en un tiempo en el que en la misma izquierda te presionaban a decantarte por unos u otros. Al final estabas en medio de todas las tendencias políticas», lamenta.
A ese temor hubo que sumar «inseguridad», «miedo», «ganas de marcharme del pueblo», señala quien en aquellos tiempos era juez de paz de la localidad del sureste vizcaino. La explosión fue «muy angustiosa, agobiante», con un comedor en ruinas y heridos que trataban de salir del mismo. «Un petardo te cambia, de pronto, la vida», apostilla, y pasa a explicar que las obras de rehabilitación costaron «un dineral», cuando madre e hija estaban pagando aún la compra de los inmuebles.
Ángela y Maritere eran conscientes de que la Guardia Civil les vigilaba hasta el punto de cortar su carretera con tanquetas y entrar a pedir carnés a los comensales del Ganeko Etxe. «Era escabroso. ¿Hay derecho a eso? Incluso venían a desayunar», agrega. Hubo clientes que no volvieron por temor. Cuarenta y un años después, califica el ataque ultra como «un mal recuerdo, una pesadilla». Y, aunque el tiempo calma la memoria, Maritere no duda: «Lo llegué a asimilar, pero no puedo olvidarlo».