‘De piedra siento el silencio’, por Anisia Serendipia
Anisia Serendipia
Ramón de Zubiaurre por Juan de la Encina
_MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_Los hermanos de Jacoba, Valentín y Ramón de Zubiaurre… parece a primera vista que estos dos artistas son gemelos; luego, tras un análisis más atento y minucioso, descubrimos en ellos una como tendencia diferenciadora. Juzgando por los lienzos aquí expuestos, la dirección más acentuada de Ramón es el gusto por lo decorativo, mientras que Valentín propende al estudio plástico de las emociones. Ambos son pintores de «carácter». Ramón nos presenta tipos vigorosos, y los agrupa de modo que dejan en nosotros impresiones de fuerza, de exaltación ó apacible alegría. Gusta, además, de las armonías brillantes de color. Valentín se nos aparece singularmente como artista de visiones sombrías. Es quizá más pensador y analítico que su hermano; pero también menos gracioso, menos comunicativo, menos propenso á sentir el arte como decoración.
Este fragmento lo firma en 1915 Juan de la Encina. Dos años después, el 5 de junio de 1917, El Heraldo de Madrid relata una escena organizada por La Juventud de Artistas Innovadores y Libres que se reúne en el Café de Pombo para celebrar un banquete con motivo de la presencia de Picasso en Madrid para asistir al estreno de su obra Parade. Picasso se muestra encantado de encontrar a tan apasionados amigos, entre ellos están los hermanos Valentín y Ramón Zubiaurre, y Juan de la Encina, seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal, un bilbaíno crítico de arte que será director del Museo de Arte Moderno de Madrid durante la Segunda República. Para entonces ya habría contraído matrimonio, en 1922, con María del Pilar Jacoba Cristina Zubiaurre Aguirrezabal, hermana de los pintores muditos de Garay, como eran conocidos en el Durango de la época.
_Se mueve el mundo silenciosamente_ Hacia 1898, año en el que nace el poeta y también músico Federico García Lorca y la que será su amiga después, la escritora sinsombrero Concha Méndez, Pilar ingresa en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación de Madrid, convirtiéndose en una talentosa pianista, según podemos leer en la interesantísima monografía Pilar de Zubiaurre. Evocaciones. Artículos y diario (1909-1958), obra de Iker González-Allende. Pilar, nacida en Garai el día de Santiago de 1884, trabaja mucho por fomentar la carrera de sus hermanos sordos, como marchante y como comisaria de sus exposiciones, entrando así en contacto con el ambiente cultural del primer tercio del siglo XX en Madrid, conociendo a lo mejor de la intelectualidad del momento que participa en la tertulia que los sábados se celebra en el estudio de sus hermanos. Victoria Malinovska, artista rusa refugiada en Madrid al estallar la Primera Guerra Mundial, expondrá en junio de 1918 en el salón del Círculo de Bellas Artes una colección con 107 cuadros. De temáticas diferentes, uno es un retrato de Pilar.
Durante el decenio de los años 20, Pilar de Zubiaurre seguirá organizando veladas en el estudio de su hermano Valentín en Madrid, Ramón se había independizado y abierto su propio estudio tras su boda (1917) con Isolina Gallego, amiga de la familia Baroja y otras intelectualidades de la época. Pilar parece estar más pendiente de su hermano Valentín (con más presencia en Durango), incluso alarmada ante el matrimonio de este con la duranguesa Pilar Elejoste, dedicataria del galop ¡Marchen! compuesto por Bartolomé de Erzilla. Tal vez por su propensión a sentir de un modo grave y triste, tal vez por su edad, 63 años él, 53 Elejoste.
_Si miro hacia el desván de la memoria_ Por Max Aub sabemos que Pilar de Zubiaurre había conocido a Luis Buñuel en San Sebastián, cuando este era novio de su amiga Concha Méndez, esta muy amiga de Lorca y Cernuda. Pilar tratará entre otros ilustres a Federico, quien le dedica la serie de poemas “Tres ciudades”, correspondientes a la sección menor de la obra poética Poema de Cante Jondo. Por una carta que Lorca escribe a su familia en diciembre de 1928, sabemos que el poeta asistía a las tertulias en casa de los Encina: Pilar y Juan. Durante la Guerra Civil, este será nombrado por el gobierno republicano vocal de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico y en 1938, el presidente de la Segunda República acuerda la salida del país de varios intelectuales que habían sido invitados por el gobierno mexicano para formar parte de lo que se conocerá como El Colegio de México. Entre ellos Juan de la Encina.
¡Es el final de los felices años veinte! Poco después vendrá la guerra y el exilio. Ramón marcha con su esposa Isolina a Chile, de donde era originaria.
_Fábrica de sensaciones_ Retomemos el artículo de Juan de la Encina de 1915, de antes de convertirse en cuñado de los pintores Zubiaurre: no hacen los hermanos Zubiaurre otra cosa que seguir una corriente estética que se inició en Bilbao hace unos cuantos años, y que, lentamente, va aportando al arte nacional el espíritu de una región hasta hace poco muda.
Pero, para conocer mejor la figura de Ramón, cuya obra se expone estos días en Durango, reproducimos un fragmento del artículo “Los hermanos Zubiaurre” publicado en el primer número de la Revista Hermes, en enero de 1917, por Juan de la Encina:
La propensión a sentir de un modo grave y triste que hemos visto en Valentín de Zubiaurre no serviría para caracterizar a su hermano Ramón. Siente este estéticamente por manera jovial. Hierve en él la sangre del buen vasco sensual, a quien no es obra fácil ponerle triste. Un vaso de chacolí o sidra, una cazuela de bacalao a la vizcaína, (aunque Ramón tiene particular amorosidad mística por las patatas fritas) es para ese amable tipo humano el mejor calmante y medio de olvidar cuantas contrariedades puedan salirle al paso de la vida. Su pintura, es, pues, alegre y humorística. Posee aguda sensibilidad para lo cómico y lo decorativo, que muy a menudo se enlazan en sus obras. Ved, como ejemplo general, «Los Intelectuales de mi Aldea». Su concepción, en cuanto al color y la disposición de formas, es esencialmente decorativa. Los tonos son brillantes; busca Ramón audazmente su máximo valor: azúl-cobalto, prusia o ultramar, verdes con radiación de esmalte, amarillos esplendentes, violetas y negros, tales son los difíciles tonos con que armoniza. Luego, la agrupación de las figuras y el estudio de las líneas particulares de ellas están hechos con el pensamiento puesto en producir un efecto «decorativo-grotesco». Hallamos en este género de pintura de Ramón de Zubiaurre algo del humorismo inglés. En esta obra que comentamos, como en «Las autoridades de mi Aldea», o «Las Jugadoras de Cartas», o «Romería en Garay», surge ese género de lo cómico un si es no es descompasado si se compara con el tipo de lo cómico que han producido los pueblos de origen y tradiciones más o menos latinos. El humor vasco, no solo el literario y artístico, sino también el popular, tiene, como tuvo en otro tiempo el humor castellano (Cervantes, el Arcipreste de Hita) no poca semejanza con el británico, que ha venido con el tiempo a considerarse como el prototipo del complejo humor moderno. Pues bien; «Los Intelectuales de mi Aldea» son como graciosísimo paso de comedia de costumbres y tipos populares vascos. Este Ramón de Zubiaurre, a pesar de carecer totalmente del sentido del oído, ha penetrado, a fuerza de intuición artística, en un elemento bastante desarrollado en el modo de ser de los vascos: el ergotismo. El vasco es ergotista por naturaleza; unas veces, con pedantería abogadesca, al modo del sepulturero del Hamlet; otras, a golpe de paradoja, fingiendo ¡lógico desorden (manera en la que es gran maestro don Miguel de Unamuno); otras, de un modo popular y astuto, donde la trastienda se desarrolla con magnífica opulencia; y, finalmente, hay una forma que aparece cuando nuestro hombre está algo peneque, y esta las resume todas. A esta clase pertenece el ergotismo de «Los Intelectuales de mi Aldea». Más que todas» las descripciones que podamos hacer nosotros, enseñará sobre este punto a nuestros lectores la vista del grabado.
Dentro del mismo concepto decorativo están los ya famosos «Remeros vencedores de Ondárroa». Esta obra de opulento brillo cromático está concebida al modo de los cuatrocentistas italianos. El modo quebrado con que están dibujadas y agrupadas las figuras es una prueba. El sentimiento de la impresión monumental parece informar la concepción. Por lo demás, este bello lienzo «cantante», como los otros que hemos citado, viene en apoyo de nuestra opinión de que Ramón de Zubiaurre posee una rara intuición de lo vasco, y sabe expresarlo con simplicidad y emoción.
Resumiendo: Valentín y Ramón de Zubiaurre expresan dos aspectos señeros del sentir de su casta: el uno, la gravedad reflexiva, el sentimiento doloroso del vivir, la religiosidad triste, la apacibilidad patriarcal y simplicísima de la vida campestre; el otro, nos dá la medida del humor alegre, al goce del vivir simple y sensual, los ímpetus aventureros y triunfadores de la gente de mar. No quiere decir esto, que el arte de los dos hermanos esté en realidad separado de la manera tajante como nosotros en nuestro análisis lo presentamos. En más de una ocasión, es cierto, vemos al uno entrar en el campo que hemos señalado como privativo del otro; pero la tendencia general y dominante del temperamento particular de cada hermano, que en verdad es lo que hemos tratado de exponer en este artículo, es a nuestro juicio la que acabamos de indicar y deducir de la obra que hasta hoy han realizado Valentín y Ramón de Zubiaurre.
No es que le falte el sonido, es que tiene el silencio.
Y a otro le parecerá otra cosa