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‘Mesias sarritan’, por Virginia Diaz Gorriti

Virginia Diaz Gorriti

· Musicóloga, profesora de la EHU/UPV

Bartolomé de Erzilla (1863-1898) es una de las figuras más importantes dentro de la escena musical del Duranguesado especialmente por sus obras para piano de inspiración folkloristas y de un lenguaje musical de carácter didáctico. Especialmente debemos destacar sus zortzikos, en palabras de sus contemporáneos uno de los que mejor había sentido esta música genuinamente vascongada, pero sobre todo es conocido por ser autor del villancico “Al nacimiento del hijo de dios. Coro a tres voces y zortziko para solo de tenor” conocido por los primeros versos de cada una de las dos partes de la composición: como Mesias sarritan el villancico y como Belengo portalian el zortziko.

Sus inquietudes musicales le llevaron a ingresar con 17 años en el Real Conservatorio de Madrid para perfeccionar su arte. Allí le encontramos matriculado en las disciplinas de Piano y Armonía entre 1880 y 1884. Dado su carácter diletante y alegre, su etapa en esa institución adoleció de absentismo y reiteradas ausencias por noches de “parranda” disfrutando de la “música nocturna de las calles de Madrid” que tanto sedujo a Luigi Boccherini.

Hoy se puede decir que fue un maestro de música transversal que buscó la interseccionalidad en sus composiciones (género, clase, discapacidad…) mediante el sonido, la música y las artes performativas en un contexto social finisecular, el del Madrid y Bilbao del XIX. Jotas, gallops, polkas… A lo largo de la obra de Erzilla se observa cómo el autor ha buscado en la música y el sonido la capacidad de superación de las mujeres. Destacaremos la figura de la que fuera su alumna, la pianista y violinista Melania Tellechea, quien consigue varios premios en la Escuela Nacional de Música de Madrid, cuando Erzilla ya había regresado a Durango, y cuyo nombre figura en los programas de los conciertos de la primera década de la Sociedad Filarmónica de Bilbao (1898). A Melania Tellechea, discípula de Bartolomé dedicataria de su polca Nancy, veremos después (1912) regentando la antigua Jabonería Tellechea, fundada en 1856 en la calle Libertad de Bilbao a pesar de sus dotes musicales y virtuosismo instrumental. Con el arte sonoro quiso impulsar la posibilidad de disfrutar desde la marginalidad femenina de clase baja hasta desarticular diferencias socio-económicas, y a imaginar otros futuros musicales más festivos de disfrute y entrega como los bailes de salones donde la clase o el poder adquisitivo casi no tenían cabida. El autor es conocedor de lo exigente de los trabajos de las mujeres, y como en su merecido solaz la Música ha de tener un papel preponderante alimentando la sensibilidad artística de la mayor parte de las clases trabajadoras bilbaínas en una época en que buena parte de ellas todavía no sabían leer y escribir, y para estas, las trabajadoras, compone sus piezas más alegres. Son estas mujeres que bailan con frenesí en los salones populares bilbaínos con función todas las noches las que abren con sus inquietudes y miradas al futuro la modernización que recibió el Bilbao del ensanche.

Así, el papel que juegan las mujeres en la escena bilbaína es el que propició nuevos aires de inclusión laboral femenina. Cigarreras, cargueras y modistillas constituyen uno de los pocos “tipos urbanos” femeninos del nuevo Bilbao que no se adapta al tipo de mujer madre y esposa, todas ellas recurren al talante cordial de El Círculo La Amistad donde casi todos los domingos y fiestas de guardar se reúne por la noche la flor y nata de nuestras chicas artesanas y donde Erzilla, pianista de La Amistad, estrena las tardes de domingo  sus composiciones, para regocijo de estas fuertes mujeres urbanitas de comportamiento y maneras descaradas, que trabajan duro, con un salario semejante al de los hombres (en 1887 una cigarrera ganaba una media de 500 pesetas anuales).

Muy diferente es lo que sucedía en Durango. El acreditado señor Ercilla, entusiasta de la fiesta y diversión, actuaba en el café la Paz de Ezkurdi durante el baile de máscaras de los carnavales de 1893, el cronista recoge lo siguiente: pero como la gente joven se divirtió tanto con el toro ensogado, en el tamboril y después asistió a las comedias, no estuvo tan animado como debiera: aunque las jóvenes duranguesas nunca han asistido ni asistirán a tales reuniones. La coerción y el control social impedía a las duranguesas ese disfrute musical que se afianzaba en los salones bilbaínos.

El Mesias Sarritan, epítome de villancico vasco con su zortziko Belengo portalian, tiene como autoría la mano de nuestro inspirado compositor. Ahora en estas fiestas, como con Haendel, el Mesías del durangués Bartolomé de Erzilla y Rementeria vuelve así como el ritornello de su villancico, de nuevo comenzaremos a saborear la composición que lo ha hecho famoso. El villancico, morfología eminentemente popular, en manos de Erzilla ha conseguido abandonar su esencia más característica como suele ser la anonimia para ser un villancico de autor.

El villancico siempre ha representado el sentir del pueblo, del baserritarra, de las clases obreras, transformando en verso la gratitud que siente por el Dios nacido año tras año. Una simple melodía que consiste en una nueva ascensión de la escala hasta la séptima y de vuelta a empezar.

Días después de su fallecimiento, La Sociedad Coral Bilbaína (el Orfeón) ofrece por Santa Cecilia un concierto que merecía la novedad de que cantaba la bilbaina Pepita Chafes, interpreta el Belengo portalian, zortziko compuesto para solo de tenor mereció los honores de la repetición.

Volviendo a la ya mencionada interseccionalidad justo un año después del fallecimiento de Bartolomé, una crónica del 30 de diciembre de 1999 reseña la parte activa que el pintor Valentín Zubiaurre, joven sordomudo hijo del músico de Garai maestro de la Capilla Real, toma en la representación de la zarzuela “Napoleón es muerto” realizando el dibujo del telón del escenario. La composición de esta obra representada el día 29 se debe a don José Arroita Jauregi, dedicatario de la mazurka “Graciosa” op. 50 de Erzilla. Décadas después este pintor contraería matrimonio con Pilar Elejoste, casualmente dedicataria del galop ¡Márchen!, uno de los seis bailables fáciles que componen la colección La primavera del pianista, título de una obra musical de Bartolomé de Erzilla que da nombre a la monográfia sobre este compositor que estos días se encuentra a la venta en la Azoka de Durango.

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