‘Los planes de Leopoldo Zugaza’, por Iñaki Anasagasti
Iñaki Anasagasti
Hacía tiempo que no veíamos a Leopoldo Zugaza. Han sido dos años duros para él. La reclusión sufrida por todos en virtud de la pandemia, el fallecimiento de su esposa, una caída, operaciones varias, el tener ahora que desplazarse en silla de ruedas y el ansia de volver a casa le han golpeado duramente a sus noventa años.
Pero sigue como Johnnie Walker, vivito y coleando, inquieto y planificando cosas y ahora que oye mejor nos convocó en Durango a su restaurante preferido a unas diez personas para decirnos que sigue en la brecha y queriendo dar buena guerra cultural tras haber logrado editar hace meses una colección de libros increíble sobre el periodismo vasco en su Boletín del programa de estudios vasco americanos, en todas sus facetas, entre ellas, el caricaturismo. Le ayudé a seguir la pista a Celedonio Otaño, gran pintor y dibujante, y ahí está el trabajo logrado con datos inéditos facilitados por su familia. Le recuerdo a Jokin Inza vendiendo aquellas caricaturas de personas de la colectividad para sufragar los gastos de la radio clandestina.
A Lepolodo le interesa, le ocupa y le preocupa la cultura vasca. De siempre. La ve muy burocratizada, pendiente de subvenciones y ante un staff de gentes, a veces, muy poco sensibles a las mil manifestaciones de este pueblo. Se queja con razón que los responsables no dedican ni un segundo en escuchar a personas con experiencia y una larga trayectoria de siembra y trabajo y que han vivido como él bajo la dictadura habiendo logrado crear un hueco para que manifestaciones de todo tipo no se perdieran.
El adanismo que vivimos considera un fastidio escuchar la voz de la experiencia y él ante eso, quiere hacer algo propio al margen de tocar puertas que le digan como a Larra, ”vuelva usted mañana”, tras haberle hecho esperar en la antesala, sin el menor respeto ni a la edad, hora y media. Nos contó varios casos con nombres y apellidos de esa garrulería que hoy se vive y que desgraciadamente no tiene sanción alguna.
Quedó en llamarnos a todos los asistentes personalmente para explicarnos sus planes.
A mí, me maravilla que haya gentes de esta entidad y en este país que se mira tanto a su ombligo y que de manera altruista se ocupan y preocupan de las mil facetas que tiene la cultura y del legado recibido para que este no se diluya en el marasmo de la mediocridad.
En su día escribí un artículo que se titulaba, Necesitamos más Leopoldos. Pasado el tiempo, lo cuantifico. Necesitamos cincuenta Leopoldos en todas las instituciones vascas. Como mínimo.