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Érase que se era, el cuento de la lechera (en el deporte)

fabian brillo

Fabián Sainz Modinos

Se acerca, para casi todos los deportes con sistema de liga de competición, el final de la temporada. Muchos equipos están en situaciones de incertidumbre, jugándose ascensos y campeonatos, en los casos más afortunados, o la permanencia o descenso, en los menos afortunados. Y se escucha por todas partes el runrún de las clasificaciones, hipótesis, resultados ajenos, posibilidades, etc. Lo que os decía, el cuento de la lechera.

A este respecto, ha tenido mucho eco el mantra del Cholo, “partido a partido”. Por desgracia, no se pone en práctica todo lo que se debería. Os cuento por qué.

En primer lugar, no hay cosa que cause más incertidumbre que estar atentos a los resultados de los demás. Y no hay cosa que más motive a una persona, a un equipo, a trabajar y esforzarse, que centrarse en las cosas que dependen de ellos. Cómo afrontamos el próximo partido, cómo hemos entrenado hoy, qué aspectos podemos mejorar en el próximo entrenamiento o partido. Eso es lo que nos tiene centrados en nuestro juego, en nuestras capacidades, en mejorar cada día.

En segundo lugar, porque no hay cosa que merme más la confianza que los “Ysis”: “¿Y si perdemos mañana?, ¿y si no conseguimos los nueve puntos que nos hemos puesto como objetivo? ¿y si no nos clasificamos?” Confiar en las propias capacidades, jugar con confianza en lo que se sabe hacer, es fundamental para rendir y para disfrutar del deporte. Y expresiones, muchas veces utilizadas por entrenadores/as y familiares con la mejor intención, del tipo “no podemos perder” “no tenemos margen de error”, enfrentan a los/as deportistas a un miedo que luego se nota en el terreno de juego, y nos encontramos con jugadores centrados en no fallar, en vez de centrarse en ganar, en hacerlo bien y ganar.

Y en tercer lugar, porque lo más eficaz es siempre centrarse en lo que tienes que hacer para conseguir tus objetivos. Y las personas podemos pensar en cosas diferentes a lo largo del tiempo, pero solo podemos pensar en una cosa a la vez. Y si pensamos en qué puede pasar si nos marcan un gol, si fallamos un pase, si un atacante nos gana la espalda, no pensamos en cómo evitar ese gol, cómo hacer un buen pase, como cubrir nuestra espalda, etc. Siempre me viene a la mente la imagen de un niño que aprende a montar en bici, y en un terreno despejado, en el que solo hay un árbol, se dirige irremisiblemente contra el árbol. Cuando acudimos a atenderle, a ver si está bien, y le preguntamos cómo ha podido sucederle esto, nos suele responder: “no sé, yo solo veía el árbol…» Es decir, nos centramos en lo único que no servía para evitar el batacazo.

| MEJOR UN ENTORNO QUE AYUDE | Por supuesto, con la práctica y la experiencia los y las jóvenes deportistas aprenden a afrontar la presión y demandas de la competición y su entorno, a abstraerse de todo esto y centrarse en lo que realmente funciona. Pero aprenderán mejor y más rápido en un entorno que ayude.

No es fácil, no se aprende de un día para otro, pero animo a todas las personas relacionadas con el deporte (deportistas, técnicos/as y familiares), a centrarse cada día en la tarea del momento, a centrarse en el aquí y ahora, para hacerlo mejor, para disfrutar más del deporte.

A hablar únicamente del partido, a evitar expresiones dramáticas, a centrarse únicamente en el resultado, olvidando el esfuerzo, el aprendizaje, el trabajo en equipo. Y contemplando la posibilidad de no ganar como algo natural, que cualquier deportista asume, o debe asumir, con naturalidad.

A veces escucho a padres decir que “los niños no entienden estas cosas”, y piden fórmulas mágicas para que no pasen un mal rato, no se pongan nerviosos. Y mi respuesta es siempre esta: casi nada se aprende de un día para otro, y mucho menos lo que incluye componentes emocionales. Así que cada día sirve, cada día ayuda a aprender.

El cuento de la lechera, mejor, para ir a dormir.

* Fabián Sainz Modinos es psicólogo deportivo 

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