PUBLICA EL LIBRO ‘PAN DURO’ | Patxi Irurzun | “Escribir es mi único territorio libre”
Josu Arteaga
El escritor iruindarra publica “Pan duro”, un nuevo título en su variado obrador. En esta ocasión amasando diferentes harinas: El surrealismo, el realismo mágico, la lisergia naïf… Es el Patxi-niño sin levaduras artificiales y con un pan de kilo bajo el brazo. Unas veces, bandido como navaja de muelles al cortar la hogaza y otras tierno como pan recién horneado. En Patxi viven los ojos de un niño que ven lo que no ve nadie y las manos del que madruga, amasa y nos da el pan de tahona con el que andar el camino. Antítesis del congelado, recalentado y modificado genéticamente con chicle de mascar. Patxi sabe que hubo pan negro para los pobres y blanco para los ricos pero el sólo ha conocido el de molde sin corteza. Sucedáneo industrial e inflado de nada, para ganado ciudadano, blando, consumidor y manso. Apenas recuerdo del mejor invento del hombre muy por delante del de la rueda: El pan. Por eso se revuelve y reivindica el pan de trigo, como mi abuelo, que llevaba siempre un currusco de pan duro en el bolsillo del pantalón azul-mahón, por si “estaba fallo”. Podía ser duro como el pedernal pero aunque los años le hubieran desdentando, eran el hambre y la fatiga quienes le ayudaban a roerlo. Patxi sabe de aquellos antiguos, que en habiendo unte no hay pan duro e intuye que el mundo necesita de su escritura, a veces dura, a veces tierna y siempre apetitosa. Porque necesitamos literatura de verdad. Y pan verdadero también. Aunque sea duro.
¿Qué le debe “Pan duro” a José Luis Cuerda y a “Amanece que no es poco”?
Soy ‘amanecista’ declarado, me gusta mucha esa película, y este Pan duro se ha cocinado en parte con su levadura, aunque al horno he metido muchos ingredientes más, a veces de forma consciente y otras no, en el caso de la peli de Cuerda me gustaba sobre todo, además de su humor, el escenario, el clima, esa idea de un pueblo en el que las cosas más extrañas, absurdas, surrealistas (aunque a Cuerda creo que esa etiqueta no le gusta), se viven con naturalidad, del mismo modo que sucedía con el realismo mágico, por ejemplo (o con la Biblia, otro libro de humor, en la que la gente de repente se convierte en estatua de sal, o empieza a llover y todos los animales de la tierra se resguardan por parejas en un barco, muy formales…). Pero yo, en realidad, al margen de Amanece que no es poco, siempre había tenido esa idea, de crear eso que en literatura se llama un territorio mítico, un espacio imaginario, ya lo había hecho con Jamerdana, en otras novelas, pero entonces se trataba de un espacio urbano, y ahora, Zarraluki, es un escenario rural. La idea de crear ese pueblo imaginario, de hecho, se debe a que desconozco por completo la vida rural y eso me permite imaginármela por completo, plantear situaciones absurdas con esa naturalidad o ese atrevimiento que da la ignorancia, imaginar por ejemplo un equipo de remeros o un faro en un pueblo de montaña, o una vaca dragqueen con herraduras de plataforma…
¿Es el surrealismo en tu escritura, un refugio ante una realidad que superó a la ficción hace muchos lustros?
Así es, lo decía el recientemente fallecido Eduardo Galeano: el mundo está al revés, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies… Yo siempre he usado noticias de los periódicos como punto de partida para escribir cuentos, pero luego eso requería cierta elaboración, lo pasaba por la turmix del esperpento o la caricatura, últimamente, sin embargo, leo la prensa y siento que no puedo competir con la realidad. Mortadelo y Filemón censurados en los telediarios, gente que pasea lechugas en Japón, por no hablar de la información política… ¿Qué puedes hacer frente a eso? El surrealismo es el nuevo realismo.
En “Pan duro” tenemos a un Patxi Irurzun de escritura tierna, en línea con “ El cangrejo valiente”, “Dios nunca reza”… y menos incisivo que en: “Atrapados en el paraíso”, “La virgen puta”…¿Irurzun se está haciendo mayor?
Mayor sí me estoy haciendo, pero eso lo noto cuando tengo que echar una carrerita si se me escapa el autobús, escribiendo creo que continúo en forma. En realidad, como tú dices, esa manera de escribir, más tierna, más íntima, más poética incluso, siempre ha estado presente en mi obra, o en algunos libros concretos. Creo que hacer el macarra, aunque a mí me encanta y lo necesito de vez en cuando, es más sencillo. Pero en el caso de Pan duro una de mis pretensiones era que fuera una novela que pudiera leer gente de cualquier edad. No es que sea una novela juvenil, o sí, pero una de esas novelas juveniles que también puede gustar a los lectores adultos (como Rebeldes, o El guardián entre el centeno), ni tampoco creo que las novelas juveniles tengan que ser siempre blanditas, paternalistas, políticamente correctas, que en ellas no se pueda hacer el macarra (¿cuándo de hecho se es más macarra que con 16 años?)… En fin, me estoy liando, simplemente me apetecía escribir una novela bonita y a la vez divertida, en la que la imaginación y la fantasía tuvieran bastante peso… A menudo me parece también que en la literatura se magnifica lo feo, lo desagradable, lo despiadado, lo violento, una cosa es escribir como si todo eso no existiera ni nos salpicara, y otra hacerlo sin dejar un rayo de luz, de esperanza. Desconfío un poco de los escritores malotes, que nunca muestran algo de fe en el género humano, y también de los que escriben siempre el mismo libro, o en el mismo tono, a no ser que sean Bukowski (Bukowski por cierto, a diferencia de muchos de sus epígonos, sí me parece un escritor humanista). A mí me gusta escribir libros o relatos diferentes, no solo respecto al género —he escrito libros de viajes, cuentos, diarios…—, sino también respecto al tono, a veces me salen más incisivos, como dices, otras más tiernos, pero así es la vida también, uno no está permanentemente enojado, o siempre lloriqueando…
Dicen que escribir es desnudarse. ¿Cómo llevas eso de del nudismo o el exhibicionismo ante desconocidos?
Escribir es nire territorio libre bakarra, mi único territorio libre, para el resto de las cosas de la vida soy un persona introvertida y asustadiza, pero escribiendo no tengo miedo a exponerme, por supuesto hay cosas que hay que cuidar, sobre todo cuando atañen a personas cercanas, a las que quieres, el diario Dios nunca reza, en ese sentido, probablemente fue la desnudez más completa y tuve dudas, por eso, por lo que se refería a mi entorno, aunque luego también me di cuenta de que desnudos todos nos parecemos bastante, y mucha gente me comentó que se veía reflejada en experiencias que yo consideraba muy personales.
Tu apuesta viene de largo, tu obra es prolífica, tu escritura es certera… ¿Notas que vas llegando a más gente o es sólo una impresión desde fuera?
Es un recorrido largo y lento y duro, tengo la impresión de ir conquistando cada lector de uno en uno, pero todos ellos de verdad, sin la ayuda de cuestiones extraliterarias, sin padrinos, solo con mis libros, pero sí, tengo la impresión, sobre todo desde Dios nunca reza, de que voy llegando a más gente. Con ese libro fue la primera vez que por la calle me paraba gente, desconocidos, para darme las gracias por escribir, es una cosa emocionante, que recompensa, por la que merece la pena ese camino… De todos modos, no tengo ninguna vocación de escritor minoritario, ni secreto, a mí me gustaría tener muchos lectores, o al menos la oportunidad de llegar a todos esos lectores a los que estoy seguro de que mi literatura puede interesar, porque, lo digo sin querer ser presuntuoso, a menudo me sucede, hay gente que me “descubre” y que me pregunta cómo es posible que no me hubieran leído antes, o que nunca hubieran oído hablar de mí.
Hay escritores circunstanciales y escritores de raza. Creo que tú eres de los segundos. ¿Qué me dices?
Bueno, eso de raza suena un poco raro… Pero sí soy un escritor totalmente entregado a mi oficio (otra cosa es que me dé para comer), es mi vocación, lo que da sentido a mi vida, sin escribir no me reconocería a mí mismo, no sería yo, suena grandilocuente, pero en realidad es algo patológico.
Zarraluki, lugar donde transcurre la trama, ¿Es algún lugar de la niñez de Patxi disfrazado convenientemente?
Sí y no, es la suma de muchos ingredientes o casualidades, ideas que he ido acumulando durante años… Está eso que he comentado antes del territorio mítico, el espacio rural… Está también un punto de partida, una historia real, la de un pueblito del Goierri en el que estuve viviendo una temporada, aprendiendo euskera, en el que había un bar maravilloso, muy rockero, con muy buen rollo, pero que tenía el inconveniente de que nunca sabías cuando iba a abrir, porque cada vez que el dueño se enfadaba con su novia se deprimía, y lo cerraba, es decir, su estado de ánimo condicionaba el de todos los demás, y eso es lo que pasa también con el panadero de Zarraluki, que deja de hacer pan cuando discute con su novia, y luego están también cosas curiosas que he ido viendo por ahí, otro pueblito de Gipuzkoa, Itsaso, del interior pero con faro, o las historias de Olariz, de tu novela, que yo pensé que podían ser las historias del pueblo de al lado a Zarraluki, y luego ya todos mis desbarres personales, las cosas locas que se me ocurren al escribir, la vaca con plataformas, el bar de dobles de famosos… Y eso por supuesto está relacionado con ese sentido lúdico y fantasioso de los niños, del niño que todavía me gusta conservar dentro de mí y reivindicar para todos, esa capacidad para imaginar y jugar.
Cuéntanos algo de tus próximos proyectos, de esa novela de piratas vascos…
La novela de piratas la acabé por fin este verano y de momento está reposando, en su Isla Tortuga, esperando el momento conveniente de lanzarse al mar y comenzar los abordajes, creo que con ella el botín merecerá la pena, estoy muy contento del resultado. Es una novela de aventuras, y una novela sobre la búsqueda de la libertad. Ahora estoy trabajando en otro proyecto realmente apasionante, un libro de crónicas, reportajes, periodismo literario, sobre las personas que peor lo están pasando, las que no tienen ni siquiera para comer, no puedo contar mucho más.
¿De dónde se saca la fuerza para seguir escribiendo, en un país donde la mitad de su población dice que jamás ha comprado un libro?
No lo sé, a veces es desesperante, a veces me siento como uno de esos protagonistas de los documentales de oficios en extinción, creo que tiene que ver con esa idea vocacional que te he comentado antes y también con la de que en el fondo, otra cosa que suena grandilocuente, de que escribes también con vocación de servicio, de hacer felices a algunas personas, pocas, o de que en los libros puedan encontrar algo que les ayude a ser mejores, me parece que la literatura tiene también algo de eso, que por eso, entre otras cosas se escribe, o se debería escribir.
¿Pan de molde o pan de caserío?
Pan de pueblo, claro que sí, pan cabezón, pan duro, incluso, porque mi pan duro, viene con un unte bien jugoso y, como tú dices, “en habiendo buen unte, no importa el pan duro”.
Dime lo que quieras para acabar, pero dime también que tendremos Patxi Irurzun para rato.
A mí de este burro no me apea nadie, está claro, yo, mientras esté vivo, seguiré escribiendo, es la única certeza que tengo, si no escribo es que estoy muerto. O en Zarraluki.
Etiquetas: Josu Arteaga, Pan Durango, Patxi Irurzun