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Sobre el Puente del Diablo de Durango

Si el Durango vasco tiene un denominado Puente del Diablo, el Durango mexicano también cuenta con otro de igual denominación. Si el gentilicio del Durango vizcaino en castellano es durangués, el de la ciudad azteca es durangués. Según detalla la web oficial del municipio americano «la tradición oral que entre los duranguenses se transmite de padres a hijos, sostiene que el puente que existe en la población Navacoyán -Durango- fue construido por el diablo en una sola noche y es una de tantas veces que el diablo siendo tan diablo, no terminó totalmente la obra y perdió el trato que había concertado con el albañil que lo había contratado».

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El Puente del Diablo de Durango, México. durango.com.mx

Navacoyán fue un pueblo indígena, como asentamiento humano su origen se remonta a la época prehispánica y posteriormente en la conquista y la colonia, siguió siendo importante población agrícola.

Al decir que la tradición, desde su origen represento problema serio en época de lluvias la presencia del río que corre cerca del lugar y cuando aumenta su cauce, crece tanto que interrumpe el paso por varios días, incomunicando a la región y dificultando la comunicación con la ciudad de Durango.

Parece ser, que desde los tiempos prehispánicos se improvisaron puentes frágiles con troncos de árbol, los cuales nunca garantizaban seguridad de servicio eficiente. Posteriormente en la época de la colonia, Navacoyán fue parte de entrada a la capital de la Nueva Vizcaya, circunstancia que le dio importancia comercial, económica y geográfica como punto de enlace, lo que ocasionó que las autoridades se preocuparan formalmente por la construcción del puente objeto de esta leyenda.

La falta en ese tiempo de la ingeniería civil como disciplina encargada de calcular resistencias, capacidad de carga, extensión de cobertura y demás elementos que determinan la mayor eficacia en la construcción de un puente como medio de comunicación, ocasionaban que en ese lugar se construyeran cada año en época de secas un puente que representaba grandes costos y fuertes erogaciones para los dueños de la hacienda y, en cada época de lluvias era arrollado por la corriente y destruido en su totalidad.

Maestro de obras experimentado

Ante la cada vez creciente necesidad de contar con un buen puente que resistiera los embates de las fuertes avenidas del río, se optó por buscar un maestro de obras experimentado y competente que pudiera hacerse cargo de la construcción del puente de referencia, contratando a los mejores maestros albañiles que se conocían en la región, los cuales, algunos no lograron terminar la obra y otros que si la realizaron, fue destruida por la lluvia y la corriente.

«Para superar aquel problema que parecía imposible, se optó por contratar un experimentado constructor de puentes traído de la ciudad de Zacatecas, quien tenía fama de haber realizado obras de tal naturaleza con mucho éxito», pormenorizan.

En virtud a que tantos constructores habían fallado en el cumplimiento del contrato y de la obra; el hacendado estableció con el nuevo maestro albañil, condiciones muy concretas, como fueron el hecho de que tal puente debería terminarse para una fecha determinada, antes de que se iniciaran las lluvias y, si no se cumplía esa condición, el constructor perdía trabajo y dinero invertido en la obra y el hacendado, quedaba liberado de toda obligación para pagar el costo convenido por la construcción.

Aceptadas las condiciones, se puso mano a la obra contratando maestros, aprendices y oficiales de albañilería, así como acarreo de piedra y demás materiales que requería aquella enorme construcción. Aunque aparentemente todo se había calculado con precisión, hubo imprevistos que retrasaron el trabajo y cuando el tiempo establecido en el contrato estaba por vencerse, la obra llevaba un retraso de un setenta y cinco por ciento y resultaba materialmente imposible terminarla en el plazo convenido.

Persona honesta

Para la persona seria y honesta consigo misma, la palabra debe ser norma invariable de cumplimiento en sus compromisos, por lo cual, lo que se trata de palabra, debe ser un valor humano de primer orden.

Así lo consideró el maestro constructor de este, quien al mirar que el tiempo transcurría y resultaba humanamente imposible dar cumplimiento a su compromiso contraído, se preocupo tanto que se pasaba los días y las noches sin comer y sin dormir pensando que la fatalidad lo había vencido y no terminaría en la fecha convenida, circunstancia que lo hacia perder mucho dinero y trabajo invertido y lo que le parecía más grave, perdía su honor al faltar al cumplimiento de su palabra empeñada.

«Cuando el ser humano se encuentra abrumado por la impotencia y cercado por la adversidad, recurre a lo sobrenatural, pidiendo la realización de un milagro o bien, a la concurrencia de fuerzas mágicas que sean capaces de hacer, lo que el hombre está imposibilitado para realizar», valoran.

Siempre según la versión de la página web mexicana, esos momentos de impotencia e irrealidad, dan origen a los sueños, la fantasía y la imaginación creadora, que genera a la fe, a la creación extraordinaria y a las grandes ideas que mueven al mundo y han dado origen a las grandes empresas. En el caso del albañil, se dice que en el momento supremo de su angustia y desesperación, manifestó que por tal de no quedar mal en el compromiso contraído y cumplir su palabra de honor, estaba dispuesto a entregar su alma al diablo si le ayudaba a construir aquel puente.

Llegó la noche

Tanto fue el poder mental de su concentración y comunicación hacia el infinito, que en ese preciso momento se presentó ante aquel hombre un curro vestido de negro, quien le ofreció su ayuda a cambio de disponer del albañil en cuerpo y alma. Se cerró el compromiso, cuando el sol ya había ocultado y llegó la noche.

El albañil ansioso de presenciar la obra que realizaría el diablo y los recursos que iba a emplear para terminar en una noche aquel puente que representaba meses de trabajo, no se desprendió del lugar y sintió profunda desconfianza cuando advirtió que las horas transcurrían y el trabajo no se iniciaba. Descorazonado por el incumplimiento del compromiso, ya se sentía derrotado, cuando llegaron las doce de la noche y cantaron los gallos uno a uno.

Al terminar de cantar el último gallo, miles de hombres aparecieron como por arte de magia y dentro de una terrible tormenta que se desato en ese momento, todos trabajaban febrilmente en la construcción del puente.

El hombre absorto contemplaba que la construcción avanzaba precipitadamente y el maestro mayor o director de obra era nada menos que el hombre vestido de negro que había concertado el compromiso de la construcción. La obra prácticamente se había terminado, solamente faltaba de poner la ultima piedra en un alero del puente, cuando canto el primer gallo de la madrugada, canto mágico que hizo cesar aquel enorme movimiento y dar por terminado el trabajo. Para asombro de los lugareños y hacendado quien había mandado construir el puente, la construcción que un día antes apenas tenia los cimientos, a la mañana siguiente estaba terminada totalmente, faltándole solamente una piedra que no representaba peligro ni hacía falta.

Una importante piedra

Para entregar la obra completamente terminada, el albañil coloco la piedra que faltaba, la pego con mezcla y se fue a llamar al hacendado para entregarle la obra terminada. Grande fue su sorpresa, que al regresar, la piedra estaba fuera del muro y no había señal alguna de que antes él hubiera pegado. Así el puente de Navacoyán fue terminado faltándole solamente una piedra, la cual se quedó así para siempre.

Una vez que el maestro entregó la obra y recibió el dinero del contrato se encontró con el diablo quien le dijo: «Vengo a por ti a llevarte para el infierno conforme el trato que hicimos». El albañil, según la tradición oral, le contesto: «No cumpliste con lo tratado, porque faltó de pegar una piedra».

En el preciso momento que el maestro, dándose unos golpes con las palmas de la mano en los lados del pantalón para simular el aleteo de un gallo, pronunció fuertemente: «Quiquiriquí quiquiriquí quiquiriquí, el diablo desapareció y nunca volvió a molestar al maestro albañil, con lo cual demostró que aceptaba su derrota y se mostró como personaje de honor y de palabra», concluyen.

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