Durango: aire para un sanatorio
Rafael Hidalgo
«El Gobierno Vasco trabaja para atajar la contaminación en el Duranguesado», dice el titular de un periódico de Bilbao en su edición Duranguesado. Trabaja, habría que añadir, con el ritmo que le caracteriza cuando se trata de dilucidar cuestiones en las que entran en juego la economía de empresa y la salud pública, esto es, con el freno de mano echado.
Desde hace dos años, dos, el Ayuntamiento de Durango y la plataforma Durangairea vienen denunciando la mala calidad del aire de la zona derivada de las fundiciones, de la «papelera» y de la circulación rodada y ya entonces un estudio de la Consejería de Medio Ambiente nuestra (aunque no lo parezca) ya admitía picos de una sustancia tóxica y cancerígena provocada por emisiones de benceno.
Dos años en los que la Consejería que sigue trabajando a ritmo caribeño, admite caritativamente «que los datos provisionales de la calidad del aire en la zona no son buenos». Insisto, dos años negando la mayor, machacando (recuerden aquella fugaz y gloriosa aparición de la vice-consejera de la cosa en el salón de plenos del Ayuntamiento para intentar apagar el clamor popular que reclamaba soluciones, no paripés) en que el aire de Durango daba los parámetros suficientes como para instalar en la Villa un sanatorio antituberculoso, preferentemente en San Roque y Tabira.
La empresa causante de las emisiones, que sabe de sobra a que estaba jugando desde el principio de la utilización del producto causante del problema, y cuyo nombre se conoce pero no se publica quizá por aquello de que está feo señalar, ha manifestado a través de sus representantes que «está trabajando para disminuir los niveles detectados a la mayor brevedad», haciendo gala de un cinismo que no levanta ni una ampolla en los cenáculos del poder político. Dos años, más lo que cuelga antes de que se dispararan las alarmas, y ahora parece que se caen de un guindo.
Pero como en el circo, más difícil todavía. La Consejería que debería anteponer nuestra salud a la economía de la empresa contaminante (porque de eso se trata), manifiesta que «necesitan disponer de los datos de un año entero para poder decir si se cumple la normativa de emisiones».
Ante este cúmulo de despropósitos solo cabe pensar que una de dos: o que la Consejería no sabe o no quiere, aunque cabe la razonable posibilidad de que exista una razón única formada a través de una equilibrada mezcla de ambas.
Y cuando parecía que todo ya estaba perfectamente oscuro, salta a la tercera pista de este circo la presidenta de la Mancomunidad de Durangaldea manifestando que «no tenemos prisa y si necesitan más tiempo para controlar el foco de manera rigurosa, desde la Mancomunidad les apoyaremos». Remata ese triple mortal sin red con un generoso ofrecimiento diciendo que «estamos dispuestos a convocar un foro informativo una vez acabado el estudio».
Fin -por el momento- del culebrón