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Bingen Biteri, el otxandiarra compañero de Lauaxeta, Kirikiño y Orixe

Vicente Biteri Axpe Bingen es una de esas personas que no aparecen en el universo de internet, sin embargo cumplieron una gran labor por las libertades y el euskera durante la Guerra Civil en Euskadi. Tras la democrática Segunda República, pasó de no comprender el asesinato de dos de sus hermanas en el sanguinario bombardeo fascista contra Otxandio a trabajar en euskera para el Gobierno del lehendakari Aguirre. A continuación, quien había sido funcionario del Ayuntamiento de Bilbao vivió la mitad de su vida exiliado en Argentina después de ser depurado por el “tribunal de compañeros por desafecto al régimen” totalitarista de Franco.

Bingen biteri

Biteri es el cuarto por la izquierda, tras Azpiazu, Irujo y Ajuriaguerra. EAJ-PNV

Un anónimo hoy, este políglota vizcaino defensor acérrimo del euskera fue imprescindible hace ocho décadas. De hecho, en el periódico Euzkadi coincidió con los referentes culturales del momento. Un ejemplo, fue el mañariarra Evaristo de Bustintza Kirikiño. “Luego conocí a Nicolás Ormaetxea ‘Orixe’ en el mismo puesto que Kirikiño, al cargo de Euskal Atala, y después a mi íntimo amigo Esteban de Urkiaga ‘Lauxeta’, como en la linotipia a Manuel Robles Aranguiz, quien llegó a diputado a Cortes como a Manuel Eguileor”, enumeraba con admiración y orgullo.

Aquel bienhechor de la linguae navarrorum nació el 27 de octubre de 1907 en Otxandio, hijo de Hilarión Biteri y Matilde Axpe de la misma villa vizcaina. De joven, se mudó a Bilbao con un doble objetivo: estudiar y trabajar en un bar para contar con recursos económicos propios. Siete años antes del desdichado golpe de Estado militar de los generales españoles Mola, Franco o Vigón había ingresado como funcionario en el Ayuntamiento de la capital vizcaina.

Orador euskaldun

En 1932, integró el grupo de propagandistas de Juventud Vasca, en calidad de “orador euskeriko”, calificaba el propio Biteri. Participó en numerosos mítines a lo largo y ancho de la zona euskófona y al mismo tiempo fue colaborador de textos en este idioma en el diario Euzkadi. Él siempre se recordaba de forma especial como tribuno en un encuentro popular junto al lehendakari Aguirre en Mungia del que se conserva fotografía. “A Aguirre –acotaba- le conocía de antes de ser lehendakari”.

El 20 de enero de 1934 contrajo matrimonio con la bilbaina Elisa de Alzola a quien en la familia abertzale se conocía como Ane Miren, seudónimo que utilizó en sus nota euskérikas en la publicación Euzkadi. Era una intelectual que trabajaba en la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao. “Mi esposa no siendo ‘euskeldun’, aprendió tan bien el euskera que no solo escribió, sino que fue el idioma de su vida en nuestro hogar. De hecho, además colaboró en Euzkadi o Deia”, acentuaba Biteri.

En 1936, pasó de ser empleado en el consistorio bilbaino a formar parte del Departamento de Gobernación y Seguridad Ciudadana, trabajando en la sección de Intervención de Hacienda requerido por el propio consejero Telesforo Monzón. “Requerían una persona que dominara el euskera para tratar con los representantes de los Agentes de Orden Público, figura compuesta por alcalde y dos concejales de los pueblos. Además, las nóminas de esas personas pasaban por un servidor”, detallaba quien soñó ganar a los franquistas haciendo uso de su lengua materna.

A talar árboles y dormir en saco

Tras la caída de Bilbao en manos facciosas en junio de 1937, fue trasladado con el gobierno a Otxaran (Zalla) y de allí a Santander con sede en Villa Carmen donde se instaló Gobernación. Monzón les buscó salida a Francia en un barco carbonero inglés. Al episodio bélico vasco le siguieron los “¡largos años!” -subrayaba- de exilio. Primero en Tarnos (Las Landas). “¿Qué harías tú si llegases a un país con solo con la ropa puesta, sin dinero y sin saber su idioma y con pinta de pistolero?”, cuestionaba en un escrito dirigido al Gobierno vasco en 1997 y a renglón seguido respondía con su caso como ejemplo: “Pues, a trabajar en lo que fuera, a la tala de árboles o pinos en Las Landas y a dormir a la intemperie en un saco hasta ganar para poder pagar tu alimento y luego ahorrar para comprar algo de ropa, así como para aprender su idioma y colocarte mejor. Todo ello en silencio, sin rechistar, durante tres años que estuvimos en Francia”, reportaba.

Con el peso del dinero en los bolsillos, embarcó junto a su “etxekoandre” –citaba- en el puerto francés de Marsella con un sueño: alcanzar Buenos Aires. Corría el año 1940. Y lograron pasaje en un navío con destino Dakar (Senegal) con tropas galas que soltaban amarras para reencontrarse con el ejército del general De Gaulle. “Allí conseguimos ahorrar un dinerito y viajamos a Sudamérica con muchos víveres, y cañones como armas, por si acaso. De hecho, el barco a su vuelta fue hundido por los nazis”, remachaba.

Una vez afincado en Argentina se reincorporó al PNV y se hizo socio del Centro Vasco ‘Laurac Bat’. Fue “pro-secretario” de la sociedad de amigos en 1953 y secretario en 1954, como también en 1958 y 1959. “Estando allá siempre recordábamos nuestra casa de Rodríguez Arias de Bilbao, número 5, que un franquista la ocupó y se quedó con ella. Hoy es el día que no sabemos a dónde fueron a parar nuestros hermosos muebles y regalos de boda aún sin desempaquetar. Ya no existe ni el edificio”.

La diferencia entre listos e inteligentes

En la capital bonaerense, Bingen aportó sus conocimientos a la comunidad como profesor de clases de euskera dictadas en Acción Vasca, que luego, a partir de 1958 por requerimiento de Euskaltzaleak pasaron al ‘Laurac Bat’. “Fui activo miembro de Euskaltzaleak”, conmemoraba en unos documentos que el PNV  aún custodia.

El 6 de diciembre de 1977, el matrimonio regresó a Euskadi, radicándose en Bilbao. . Un año después, lamentaba la muerte del histórico jeltzale Juan de Ajuriaguerra. Visitó la capilla ardiente en la Diputación de Bizkaia. Ante el féretro del finado, fue fotografiado junto a quien había sido capellán de gudaris Iñaki Azpiazu y asimismo al lado de Manuel de Irujo y Julián de Ajuriaguerra.

“Estuvimos yendo y viniendo. Retornamos definitivamente en 1984”. Y una vez instalados donde sus corazones patriotas vascos anhelaban concluir sus existencias, llegaron a una conclusión siendo casi nonagenarios: “Al llegar a nuestra Tierra, nos encontramos con un gran cambio a peor. Notamos los dos que hay más personas listas, pero menos inteligentes” y las diferenciaban de la siguiente manera: “A los listos se les nota que gritan fuerte sin dejar hablar a los de enfrente. Los inteligentes trabajan en silencio y son más solidarios con menos ruido. Ya lo dijo el catedrático Manuel Aragón: La universidad habrá muerto el día en el que solo estén en ella como profesores quienes no pueden estar en otro sitio”.

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