Vomitona electoral
Óscar Gómez Mera
Después del empacho de resultados electorales del pasado domingo, toca digestión pesada y lectura en clave de vomitona. Ahí va la mía. Apártense, que salpico.
Las elecciones al parlamento vasco las volvió a ganar el PNV, aumentando sus escaños de 28 a 31. Llevar el nombre de Dios en las siglas obra milagros, y ni la OPE de Osakidetza, ni el desastre del vertedero de Zaldibar, ni absolutamente nada pasa factura a un partido que, a pesar de quedarse lejos de la tan ansiada mayoría absoluta y de perder casi 50.000 votos con respecto a 2016, volverá a formar gobierno. Tener el oasis y toda su maquinaria electoral y clientelar a punto y bien engrasada es lo que tiene. Aunque el oasis sólo lo caten unos pocos elegidos.
Al PSE le vino a pasar algo bastante parecido. Pierde casi 5.000 votos respecto a las autonómicas de 2016, pero aumenta sus escaños de 9 a 10. Triste consuelo para un partido que hasta hace pocos años era la alternativa de gobierno al PNV, y hoy aplaude con las orejas unos resultados que le volverán a permitir ser el chico de los recados de Sabin Etxea. Esperpéntico discurso el de Idoia Mendia el de la noche electoral, donde se vanagloriaba de volver a ser la primera fuerza de la izquierda no nacionalista. Paupérrimo sorpasso el de los socialistas que arrebatan a Elkarrekin Podemos el trono de la izquierda española sin haberle arrebatado ni uno solo de sus votos. Dos partidos, el PNV y el PSE, que en 2016 se quedaban a un escaño de la mayoría absoluta en el momento de formar gobierno, y que hoy, en 2020, tras perder entre los dos casi 55.000 votos podrán formar ese gobierno con holgada mayoría absoluta. La democracia liberal es asín.
Hubo dos hostias electorales el 12-J. La primera fue la del Partido Popular, que concurrió en coalición con Ciudadanos y con Carlos Iturgaiz como cabeza de cartel. Tanto la elección del candidato como la campaña del PP me recordaron a ese imborrable momento histórico en el que el Reino de España enviaba como representante al festival de la canción de Eurovisión a Rodolfo Chiquilicuatre. La hostia estaba asegurada de antemano, y el descojono general ni les cuento. El único mérito del PP y de Iturgaiz en estas elecciones, es que de los cinco parlamentarios obtenidos uno será para Ciudadanos, que sin mover un dedo obtiene por primera vez representación en la cámara vasca.
La otra hostia, y de las buenas, es la que se llevó, onda expansiva incluida, Elkarrekin Podemos. Pierde más de la mitad de su electorado y baja de 11 a 6 diputados. Va a tener razón Íñigo Errejón cuando dice que Podemos no existe, y que los resultados electorales de la marca morada son los que obtenía antaño Izquierda Unida. En 1994 fueron seis los parlamentarios obtenidos por la Ezker Batua de Javier Madrazo. Y digo bien, Ezker Batua de Javier Madrazo, porque el partido era suyo y de su guardia pretoriana. Única y exclusivamente. De nadie más. Con un canto en los dientes por igualar la marca de la mejor Ezker Batua (hablo en clave electoral al decir lo de mejor, claro está) se debe dar la sucursal vascongada del partido de Pablo Iglesias. Que también es suyo y de sus escoltas de manera exclusiva. La historia de la izquierda española en tierras vascas está condenada a repetirse hasta la traca final. Con su pan, y su buena docena de alka-seltzer, se lo coman.
Sólo dos de los partidos que obtuvieron representación el pasado domingo lo hicieron aumentando su número de votos. Uno es EHBildu, que obtuvo 25.000 votos más que en 2016 y aumenta sus escaños de 18 a 22. Cierto es que EHBildu no es la vieja Herri Batasuna, y sus parlamentarios poco o nada se asemejan al hijo de Juanita Gerrikabeitia. Porque la base electoral de EHBildu es mucho más amplia que la de la antigua izquierda abertzale. Pero en el 27% de los votos obtenidos por la formación soberanista hay mucho voto protesta. Mucho voto de gente que votó EHBildu porque, le pese a quien le pese, es el voto que más molesta, que más escuece, que más incomoda, que más duele. Que tomen nota los chicos de Otegi y gestionen bien ese voto.
La otra formación que aumentó sus votos respecto a 2016 fue VOX. La formación ultraderechista entra por primera vez en el parlamento vasco al obtener una parlamentaria por Araba. ¿Quién es el culpable de tan gran afrenta? Javier Madrazo y Ezker Batua. Han leído bien. Cuando Madrazo era consejero de vivienda del gobierno de Ibarretxe, consiguió que los nacionalistas votaran en el parlamento vasco (como pago a sus servicios prestados) reducir el porcentaje para acceder al reparto de escaños del 5% al 3%. A Ezker Batua cada vez le costaba cada vez más obtener representación y esa ayudita le vino que ni pintada. También le ha venido de perlas al partido de Santiago Abascal, que de haber sido el porcentaje exigido del 5% en vez del 3%, no hubiera obtenido representación ya que en Araba no llegó siquiera a alcanzar el 4% del voto emitido. Gracias Javi. Te queremos Javi.
Dos apuntes para concluir. El primero, la suma de los partidos de izquierda y/o progresistas alcanza los 38 escaños necesarios para la mayoría absoluta. Pero no entra en los planes del PSE formar gobiernos con políticas de izquierdas con nadie, y menos con EHBildu. Gran favor que le hacen a la coalición soberanista, a quienes muchos de sus votantes históricos cuestionarían si formase gobierno con el partido del ya reconocido señor X de los GAL, y con quien dice que investigar al señor X sólo distrae.
El segundo apunte. La abstención superó el 47%. Esto es, casi la mitad de las personas censadas no acudió a votar. Mucha de esa abstención es estructural, de siempre. Desconozco lo que pudo o no influir el COVID-19. Pero está más que claro que ha habido una abstención que no ha sido pasiva, ni pasota. Que es crítica, e incluso me atrevería a decir que militante. Porque cada vez la política y sus representantes están más alejadas de la gente común y corriente y de sus problemas. Una abstención que ha sido abrumadora en las zonas más empobrecidas y precarizadas. En los barrios más humildes, más obreros, más pobres la gente no ha acudido a votar. Ni siquiera a EHBildu o Podemos, mucho menos aún al PSE. Queda muy bonito poner en el CV de los candidatos que han estudiado Historia, que son diplomados en Biblioteconomía o que han hecho un master del Universo. Pero con quien más se identifica la gente es con quien sufre y padece sus problemas. Y aquí me quiero volver a acordar otra vez del hijo de Juanita Gerrikabeitia.
Venga. Disfruten ustedes de lo votado. Y/o de lo no votado.