La hipoteca de María
Óscar Gómez Mera
No vean ustedes lo contento que estoy. Esta mañana me ha llamado mi amiga María para decirme que se casa. Lo hace con su novio de toda la vida. Un chico serio, formal, trabajador, responsable, ahorrador, hogareño. Toda una joya, la criatura.
Además de las próximas nupcias de mi amiga María, lo que más me ha alegrado es que se viene a vivir a mi barrio, en Ermua. María y su novio se han comprado un piso de 80 metros cuadrados en San Lorenzo. El piso tiene unas vistas acojonantes. Ustedes salen al balcón y miran al horizonte, pero miran con ganas de mirar, y ven el vertedero de Zaldibar. Además, María está encantada con el barrio porque dice que no le falta de nada: aceras donde circulan y aparcan los vehículos, un parque infantil cerrado con humedad incluida, un río que huele mal los días pares y apesta los impares, tres carreteras (variante, autopista de peaje y nacional), un colegio infantil también con vistas al vertedero, dioxinas, furanos, un alcalde… Vamos, que con todo esto, y sobre todo con lo de las vistas al vertedero, a María y a su futuro marido se les va a revalorizar el piso lo que no está en los escritos.
Se ve que el piso lo han comprado con una hipoteca a 30 años. Fíjense ustedes si se quieren, ¡30 años! Ellos dan por hecho que la cosa va a funcionar 30 años. Pasado este tiempo tendrán que hablar para ver si siguen o no. Qué bonito es el amor y que prácticas las relaciones modernas. Está muy bien lo de las hipotecas. No sé si ustedes saben de qué va. No, ¿verdad? Bueno, yo se lo voy a explicar. Pero háganme el favor de, luego, no ir por ahí difundiéndolo. A ver si todo el mundo se va a poner a pedir hipotecas y van ustedes a provocar una burbuja inmobiliaria. O una crisis financiera.
Vamos a suponer que ustedes han visto un piso que les gusta, y quieren comprarlo. Pero no tienen el dinero. O igual lo tienen y no les interesa moverlo, porque lo tienen invertido en algún respetabilísimo negocio de tratamiento de residuos, vertederos, casas de apuestas… Entonces, ¿qué pueden hacer? Pueden ir donde el amigo de toda la vida a pedirle un préstamo. En caso de que a su amigo lo cojan en mal momento, vayan ustedes al mejor amigo de todos, el banco. En el banco les van a escuchar. Les invitan a que se sienten (por eso se llama banco) para escucharles con atención. Ustedes le explican su problemática, y ellos les contestarán: sí, les vamos a ayudar, que para eso estamos nosotros, los del banco, para ayudar a la gente. Entonces el banco les da el 80% del precio del piso. El otro 20% lo tienen que poner ustedes, para que no se estanquen ni se amodorren, para que se espabilen. Ese 80% que el banco les da, ustedes luego tienen que devolverlo para que otra persona se siga beneficiando de la solidaridad del banco. ¿Cómo se le devuelve el dinero al banco? Ustedes llegan a un acuerdo con ellos y, cada mes, de lo que ganan, aportan una pequeña cantidad. Y sin darse cuenta, en 30 años, el piso es suyo. Así de sencillo y maravilloso.
En el caso de María y su novio, como son muy jóvenes, no tenían ese 20% que debían aportar ellos. ¿Quién lo ha puesto? Sus respectivos padres. Después de toda una vida de trabajo y sacrificio han decidido invertir sus ahorros en sus hijos. ¡Qué mejor que invertirlo en un hijo! Que se lo van a agradecer toda la vida y, luego, cuando los padres sean viejitos los van a cuidar llevándoles al mejor asilo, o viviendo de su pensión, o aplicándoles la eutanasia cuando la pidan a gritos.
Cuando vean a María por el barrio háganme el favor de felicitarla por su próximo matrimonio con su novio. Y con el banco.
NOTA: Quiero pedir disculpas por haber realizado esta versión libre de un monólogo de Pepe Rubianes. El humorista galaico-catalán no tenía versión posible, porque era y es único. El arriba firmante sólo quería rendirle un pequeño homenaje en este mes de marzo de 2020, cuando se cumplen 11 años de su muerte. A continuación les dejo un enlace al monólogo del maestro Rubianes La hipoteca de María de su espectáculo La sonrisa etíope. No dejen de verlo.