Ya no hablamos de cambio, sino de crisis climática
Ander Zubiria
El cambio climático, lejos de ser una realidad de nuestro tiempo, fue alertado por primera vez en 1959 por el físico estadounidense Edward Teller. Este avisó al Instituto Americano del Petróleo de que un aumento del 10% en los niveles atmosféricos de CO2 sería suficiente para sumergir la ciudad de Nueva York.
Años después, en 1965, el comité científico americano confirmaba los efectos a escala global de la contaminación y propiciaba que grandes petroleras como BP o Shell invirtiesen en investigación asociada a emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Así, antes de llegar a los 80, ya existía un consenso abrumador en cuanto a la relación directa entre los combustibles fósiles y el aumento en los niveles de CO2.
Pero no fue hasta 1988 que James Hansen, de la NASA, alertara de la existencia del efecto invernadero. Dada la situación, el por aquel entonces presidente de EE. UU. George Bush padre se comprometió a tomar medidas efectivas al respecto; postura que reafirmó en la Cumbre de Río posicionando su país como líder en la lucha contra el cambio climático. La cosa cambió drásticamente en tan solo 5 años, cuando EE. UU. se negó a ratificar el protocolo de Kyoto, el gran acuerdo climático de la ONU, por la presión de grandes petroleras. Algunas de las cuales financiaron la investidura de Trump en 2017.
Después de Kyoto vinieron el “climategate” de los americanos en Copenhage y, por suerte, la adopción del papel de líder de la UE en París. Por último, la COP25 de Madrid solo trajo falta de entendimiento entre los grandes contaminantes (China, EE. UU. e India) y Europa, el líder de este pelotón que marca el camino, pero que no se sabe si llegará a meta con el gran número de países rezagados.
Dicho esto, si bien es cierto que el fenómeno del cambio climático se basa en modelos matemáticos o predicciones y que un alarmismo imprudente podría resentir demasiado la economía, también es cierto que el tiempo ha ido dando la razón a la ciencia y ha puesto de manifiesto muchas de las consecuencias predichas años atrás. Es más, resulta incierta la trayectoria que podría darse finalmente, ya que, según la Universidad de Cork, el 45% de todos los posibles colapsos ambientales están interrelacionados y podrían amplificarse unos a otros de manera altamente no lineal, haciendo que la situación se tornase totalmente incontrolable.
Por ejemplo, menos hielo ártico, menos radiación solar reflejada, más calentamiento, más incendios forestales,,más carbono en la atmósfera, más calentamiento, menos hielo ártico. O, por poner otro ejemplo, la subida del mar incide altamente en la erosión que se da en las costas, liberando el carbono que se ha almacenado durante miles de años en la tierra e incrementando, todavía más, el nivel del mar.
Por otro lado, sobrepasar el límite fijado en París de un aumento de 1,5ºC respecto a niveles pre-industriales, podría acabar con el 30% de nuestras especies por procesos como la acidificación de los mares, al que se le suma la contaminación por plásticos. Y si no, consultad el informe Planeta Vivo de WWF, los pelos de punta al leer que desde 1970 nuestra biodiversidad se ha reducido en un 60% y el agua dulce en un 83%.
Además, zonas especialmente sensibles como la península ibérica podrían sufrir una desertificación severa (de hasta el 74% de la superficie), desencadenando un aumento de nuevas enfermedades tropicales y falta de alimentos que darían lugar a los futuros refugiados climáticos que la ONU cifra en 1.000 millones para 2050 (sí, una sexta parte de la población mundial). Por último, hablar de la degradación del aire o suelos a vecinos de Durangaldea sería hacer que llueva sobre mojado, pues el gran número de casos de cáncer y Alzheimer que han florecido en los últimos años despunta con diferencia de otras zonas de Euskadi.
Si hablamos de medidas podemos ir tomando asiento y pidiendo café pues iría para rato. A este respecto, no solo destacaríamos acciones a gran escala que ya tratamos anteriormente como el fomento de las energías renovables y/o la movilidad sostenible, sino que nos gustaría también hacer hincapié en acciones más locales y, aparentemente, insignificantes; pues somos de los que piensan que el poco de muchos suma más que el mucho de pocos.
Un uso más consciente de la electricidad y el agua, cambiar el transporte privado por el público, tomarnos la molestia de reciclar, llevar el envoltorio hasta la papelera más cercana en vez de tirarla directamente al suelo, (para los jóvenes) si los “litros” llegan en una bolsa pues que acaben en la misma bolsa y, en general, hacer frente al consumismo al que tan acostumbrado estamos, son pequeños gestos que todos podemos empezar a incorporar.
Seamos honestos, a todos y todas nos arrastra la pereza de vez en cuando, tenemos un margen de mejora sobre el que reflexionar, más amplio o más reducido. No es cuestión de volverse loco ni de obsesionarse al respecto, sino de pararnos a pensar por un segundo cada vez que vayamos a hacer algo de lo mencionado. Cada litro, kilovatio, envoltorio de plástico o colilla bien gestionados son, desde luego, una mejora de nuestra condición humana y un ‘gracias’ que nos devuelve el planeta.
Definitivamente, ya no hablamos de un futuro cambio climático, sino de crisis climática, pues el cambio ya se viene dando en el presente. La situación llama a la acción y no debemos caer en la tentativa de derivar responsabilidades a los de arriba, dado que ya hemos visto que algunos cambian demasiado rápido de parecer. La mejor herencia que podemos dejar a las siguientes generaciones es un planeta tan habitable como el que nos encontramos al llegar; esto pasa por la acción ciudadana del día a día.
Para finalizar, nos despedimos abriendo espacio a la reflexión con la siguiente cita del informe Planeta Vivo <<SOMOS LA PRIMERA GENERACIÓN EN TENER UNA IMAGEN CLARA DEL VALOR DE LA NATURALEZA Y NUESTRO IMPACTO SOBRE ELLA. PODRÍAMOS SER LA ÚLTIMA QUE PUEDA TOMAR MEDIDAS PARA REVERTIR ESTA TENDENCIA>>.
· Este texto está escrito en equipo compuesto por Sara de la Fuente, Leire Gandiaga y Ander Zubiria. Son informaciones muy amenas y, sobre todo, de las que podemos aprender tanto que merecen que les sigas en sus redes sociales. ¡Nos queda tanto por reaprender! Su marca en Facebook e Instagram es DurangoKlima